Parece que el ex alcalde priísta de Tlaxcala, a más de payaso y prepotente, también sería de gustos chuecos, como eso de expedir cheques de hule para pagar una obra tan, pero tan apreciada.

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Para vergüenza, la que estamos pasando con la supuesta expedición de un cheque sin fondos a la empresa que erigió la impresionante asta bandera, justo en el triángulo que forman el bulevar Ocotlán y la avenida Independencia.

No hubo mejor sitio para instalarla. Y ahora que trasciende esto del presunto fraude cometido por la administración de Pedro Pérez Lira, cómo explicarnos esa mezcla de sensaciones: de lo formidable que es ver ondeando a nuestro Lábaro Patrio, a lo infame de enterarnos que no la hemos pagado.

Yo creo que los sabuesos del alcalde Adolfo Escobar Jardínez, tienen en sus manos así, así de casos que se deben ventilar ante las autoridades judiciales, y claro, ante el Congreso.

Nuestras fuentes nos revelaron que en unos días pondrán las respectivas denuncias.

Ni duda cabe que esa es una demanda popular, porque el presunto responsable bien que dilapidó la oportunidad de labrar su nombre como el de un alcalde joven y con voluntad. Pero, ya ven, de un tiempo para acá nos trajo de la frivolidad  a los ridículos… así acaba uno.

Entonces esos sabuesos también deben asumir el compromiso de desenmarañar eso que puede ser el más escandaloso saqueo de la Comisión de Agua del municipio.

Las personas que la tuvieron en sus manos no deben ser intocables. Al contrario, entre más alta su investidura, mayor debería ser su grado de honorabilidad.

Y los sucesos sugieren que estamos ante un pez gordo.

Nos dicen que la oportuna operación de Adolfo impidió que esto derivase en un problema de dimensiones inciertas y nula oportunidad de superarse.

Pues qué bien, verdad. Pero hay que llegar al fondo. Disipar todas las dudas que hasta llegaron a encontrar actitudes de complicidad o encubrimiento.

Esta es una encrucijada con dos caminos: más de lo mismo, o la difícil brecha de hacer las cosas con la ley en la mano y con la suficiente sensibilidad para escuchar a los tlaxcaltecas de a pie. Los que pueblan este municipio desde aquellos años idos, del tranvía y los caballos; del despegue a una capital que viene de abajo, hasta llegar a las payasadas de un muchacho que está por resultarnos defraudador.

Mazaquiahuac, ¿capacitación o castigo?

Decenas de uniformados michoacanos fueron enviados a las instalaciones militares en la ex hacienda de Mazaquiahuac, en Tlaxco. Y han trascendido los pésimos tratos a parte de ellos, al grado que ssobeerviven sin alimentos y hasta sin agua, pese al envío puntual de recursos de parte sus superiores michoacanos.

Nos llenamos la boca de autoelogios sobre la supuesta seguridad de sobra en el estado, pero no somos capaces de ver cómo se humilla a grupos de hombre cuya falta es habitar una entidad federativa donde la violencia se desbordó, y superó a las mismas autoridades.

Dos melones por piocha

Dicen que los diputados de pseudo izquierda que reventaron al G-18, recibieron dos millones de pesos por tomar esa decisión.

Ojalá les aproveche ese dinero, porque el costo ante el pueblo no tiene precio.

Usaron el apoyo que les significó su triunfo electoral como respuesta de ciudadanos cansados de este bodrio de sistema. Pero en cuanto olieron el aroma de los billetes les temblaron las rodillas y optaron por aceptar el sacrificio de sus causas, con tal de que en su casa guisen con manteca.

Que les aproveche, insistimos.