Para elegir presidente del Tribunal, los magistrados deberán dar la cara y olvidarse de los acuerdos en lo obscuro que les permitían un juego realmente perverso.

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Con la reforma propuesta a la Ley Orgánica del Poder Judicial no se volverán a dar actos simulatorios como aquél que hace poco permitió al hoy presidente del Tribunal Superior de Justicia, Justino Hernández Hernández, votar por él mismo, tras registrarse un empate entre los magistrados y aun peor, cuando el voto de confianza del presidente sirvió para impulsarse a sí mismo.

Tampoco seguirá el otro teatro, mediante el cual los magistrados ocultaban sus nombres y eran capaces de hacer acuerdos perversos entre grupos, dividiendo o sumando sus votos para ganar según conviniese a sus necesidades.

De aprobarse la reforma propuesta, a partir de febrero del próximo año, los magistrados tendrán que votar nominalmente, como quien dice dar la cara y con ello, recuperar esa moral que hace tiempo la colocaron en el baúl de las injurias, para poder combinar su papel de juzgadores con el de apostadores.

Pero esta es la primera parte de una serie de cambios en el comportamiento de los tahúres que despachan en el Poder Judicial, gracias a cuyas decisiones a proxenetas confesos se les convierte en víctimas, o a víctimas de graves delitos en victimarias de quienes les hicieron daño.

Si algún encargo tuvo en campaña el entonces candidato y hoy gobernador, Mariano González Zarur, fue no mostrarse insensible a la serie de vacíos legales que al momento en que rindió protesta como mandatario atravesaban por su peor momento.

Poner orden a la forma en que los magistrados conforman su gobierno interno me parece un paso importante, primero porque deja sin máscara a quienes solían acordar en la obscuridad de su anonimato y luego, porque mostrará a este poder como un ente perfectible, al cual le urgen reacomodos para que los nombramientos de jueces y magistrados no sigan dándose en el mismo marco de opacidad.

Ello permitirá a los otros dos poderes observar con atención los pasos dados por el Judicial. Digamos que tendrán que poner sus barbas a remojar porque estas reformas plantean abren la ventana de la impostergable actualización, algo que pomposamente llegó a llamarse reforma de Estado.

De los ortinotarios a los manchinotarios

Dicen que no tarda para que aparezcan la convocatoria para convertirse en manchinotarios, en un episodio más de los logros que puede conseguir una administración estatal.

Y si antes los ortinotarios fueron el blanco de un gobierno, hasta que los acabó, hoy, aquello que se formen en la fila de las concesiones marianas tendrán la oportunidad de encarnar el papel del otro lado del escritorio.

Ya se barajan nombres. La enorme mayoría de amigos y amigas del régimen y de la familia real.

Veamos al proceso de selección como la luna de miel de sus proyectos, porque una vez transcurrida la mascarada en que a los elegidos les den ficha, lo único que faltará es la apertura de las nuevas notarías.

Ya veremos si hacían falta o no las dieciséis creadas por el ex gobernador Héctor Ortiz y si, los supuestos montones de millones utilizados para la extinción de los ortinotarios reservaron una parte para hacer bien las cosas.

Por lo pronto, el gobierno de González deberá atenerse a la queja de los ortinotarios ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otras instancias a las cuales acudirán quienes vieron disipados sus sueños de sumarse a esa élite cuyos problemas económicos habían quedado resueltos hasta las próximas generaciones.

Y de concretarse esa convocatoria, cuántos abogados estarán dispuestos a participar y arriesgar su prestigio, porque ya se comprobó que la entrega de notarías es un proceso que genera muchas confrontaciones.