El Congreso tiene en charola de plata un caso para aplicarse a fondo, desaforar y juzgar como el delincuente que es a un alcalde que cuenta los días para mandar al diablo a la responsabilidad conferida por la gente.

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Parece que al alcalde priísta de Tlaxcala, Pedro Pérez Lira, lo afecta un síndrome de confrontación social mediante el cual, supura el rotundo fracaso que resultó en tanto el político que debiera ocupar uno de los lugares protagónicos ante la inminencia de la sucesión, a la que un creciente sector considera urgente, debido a las formas marianas.

El presidente municipal de la capital tlaxcalteca desafía sin embargo a la propia ley, al ir degenerando en el ente contestatario que cuenta los días para botar la responsabilidad que le confirieron los habitantes del municipio de Tlaxcala, de conducir la presidencia municipal -al amparo de su protectora, Lorena Cuéllar, a quien de un tiempo para acá comenzó a ver con sumo recelo.

Y si al principio, controversiales jornadas etílicas culminaban, con accidentes viales ante la necedad de esa extraña autoridad por conducir ebrio, no tardaron en llegar episodios donde sus familiares dieron continuidad a un desprecio colectivo y creciente en un entorno nepótico que muy poco afectó a quienes lo protagonizaron.

Ya se veía el desafío de Pérez Lira a la ley. Era incipiente, pero la confrontación era inminente.

Con las semanas y las elecciones perdidas, al raro alcalde le dio por el descontrol de la lengua.

-¿No les gustan las inundaciones?… -¡Váyanse a vivir a otra parte!

-¿Se sienten inseguros en Tlaxcala?…¡Contraten seguridad privada!

Nunca, pese a personajes con feos antecedentes se había registrado un caso como el de Pérez Lira, soberbio, incongruente, indiferente.

Y así, sin darse cuenta, el presidente de Tlaxcala se atascó legalmente. Pasó del fenómeno Tulio (grosero y desquiciado) al cinismo que violenta las atribuciones de un edil y lo coloca en charola de plata para que el Congreso analice su comportamiento y claro, determine sanciones.

Un alcalde que manda a sus gobernados fuera de la demarcación donde gobierna a causa de sus quejas por las inundaciones, merece ser desaforado y juzgado como cualquier delincuente, que ha sido capaz de tomar a la Ley, hacerla una pelota de papel y arrojarla a la basura.

No se entiende cómo Pérez Lira da una cara ante el Consejo Nacional de Alcaldes de México (Conam) y aquí, en su lugar, sugiere a la gente contratar guardias privados para no sentirse inseguros.

Ojalá, los integrantes de la Legislatura local sean sensibles ante el penoso caso Pérez Lira, sobre quien hace falta que el Estado imponga su fuerza, y lo reconvenga como lo merece un personaje de sejemante hechura.

La cultura… ¿al ajuste laboral?

Lo cierto es el malestar entre el gremio de creadores tlaxcaltecas, testigos de la miseria presupuestal con la cual los tratan desde un Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, acaso sentenciado a su extinción, comenzando por desplazarlo de la capital, ¿para ceder su lugar a un Samborn’s?

Es lo peor que podría pasar al estado y a sus múltiples expresiones de arte. Mas la ignorancia del que manda y su sed saqueadora no conocen límite y, según lo expresan en el negocio que se derrumba bajo las pésimas matemáticas de un escritor cuyo engreimiento hace diminuta a su obra.

La cultura en Tlaxcala ha de ser para mejores momentos porque hoy nos hundimos entre la falta de cacumen de quien todo lo niega y la falta de moral de quien ha hecho de su papel en el ITC algo para no sentir orgullo.