Alberto deambulaba expectante en la Plaza Xicohtencatl; en el restaurante al pie del campanario se decidía su mandato. Hoy, nada de eso recuerda.
La ínsula espinista que trata de prolongar su existencia en la dirigencia estatal del PAN en Tlaxcala ya no está en sintonía con la nueva era, del calderonismo tras la máscara de Cesar Nava, como inexorable dirigente nacional.
Y en esa coyuntura, Alberto Jiménez Tecpa se afianza al poder, sabedor de que está en sus manos ceder la silla a un nuevo dirigente, aunque por ello pague el alto precio de acabar su carrera política, al menos mientras el orticismo siga como principal aliado del PAN.
Alberto se mueve por inercia. Atrás quedó la simpatía que despertaba a quienes decidieron colocarlo en el sillón del que hoy se resiste a irse. Actúa cual empleado dispuesto a vender cara su dimisión. Como el desleal donnadie convertido artificialmente en personaje funcional para el corporativo en el poder.
Si Manuel Espino ha tenido en su haber una actuación contracorriente, este, que es su anacrónico evocador sigue al pie de la letra el consejo del otro espinista tlaxcalteca, Alex Ortiz, para hacerse pendejo –según sus propias palabras – cuando lo convoquen a devolver la dirigencia.
Esa práctica se convirtió en el más raro enfrentamiento, porque si los cuatro fantásticos decidieron colocarlo donde está, ahora esos mismos han carecido de los arrestos suficientes para pedirle que se vaya. Suponían que eso lo iba a hacer en forma espontánea.
Criaron un cuervo y pagan las consecuencias.
Porque entre el activista ideal que aguardaban sus patrocinadores a la oportunista voz y artificial figura ante las cámaras y, el amo de llaves, mañoso y respondón en que con el tiempo devino, es que hoy se lamentan quienes en el aquelarre ese, en un restaurante al pie del campanario de San Francisco, decidieron llamar a un tímido Alberto, que aguardaba deambulando en la Plaza Xicohtencatl y, se presentó raudo al llamado de lo que sería un cambio fundamental en su vida.
Entonces, cómo ignorar el llamado de sus creadores a deponer su instinto desleal, devolviendo las canicas que le prestaron, sabiendo de antemano que no les dio el mejor uso, salvo el dirigirse en última instancia al rumbo que le exigían los procesos en sus manos.
Intervenir como lo hizo en el proceso de 2007 le multiplicó adversarios. Bajo esa realidad, padece el síndrome del marido engañado, pero disponiendo de consejeros con mentes lúcidas, a la altura de Alex Ortiz Zamora, para qué va a recordar su origen.
Hoy tiene la potestad de convocar hasta después de noviembre a la renovación del Comité Directivo Estatal. Primero que venga el proceso para elegir a sesenta y cuatro consejeros. Lo demás llegará por añadidura.
Ah, pero ante la cercanía del proceso de julio, podrá aprovechar la prolongación de su mandato.
Que chueco, ¿no?
Bueno… mientras eso se decide, lo delicado está por definirse.
Mediante una auditoría se sabrá si hubo o no un cuantioso desfalco en las finanzas del partido. Y de eso dan cuenta instancias superiores.
Ya lo veremos.
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