La competencia entre Escobar Jardínez, Ramiro Pluma y Paco Hernández, se hará más intensa con el hasta hoy desconocido y enigmático sujeto con la representación del tucán.

Dicen que no tarda en conocerse el nombre del candidato verde a la alcaldía de Tlaxcala, y aunque han sido reacios en soltar el nombre, no hay duda de que por lo menos la elección en la capital  se pondrá aún más interesante.

Del misterioso sujeto por lo pronto sólo se conoce la propuesta aristotélica de un gobierno no perfecto sino práctico… pues hay que ver de quién se trata, porque la expectación no es para menos… (sobre todo de los candidatos que ya se encuentran en plena campaña).

A propósito de proselitismo, nos enteramos que Adolfo Escobar Jardínez, amagó con tirar el arma si la alianza PAC-PÁN se rompía (y de plano tengo sospechas que esa posibilidad se dio ante la posibilidad de aliar, de facto, a orticistas y verdes…

La verdad, no sé hasta qué grado sea sensato pensar en la factibilidad de dicha alianza tomando en cuenta su formalidad, pues son más que conocidos los eficaces artilugios en aquél grupo político del llamado voto diferenciado.

Como sea, pero la competencia en la capital entra en una fase intensa, al grado que no será precisamente con chamba a la antigua como puedan conseguirse más votos, sino mediante estrategias… como esta, de esperar hasta el último momento para hacer una aparición espectacular.

La demolición de la estructura burocrática

Hoy tocó a dos funcionarios, el secretario de la Función Pública, Hugo René Temoltzin, y al consejero jurídico, Héctor Maldonado Bonilla, persuadir a una representación legislativa, de las ventajas que para su jefe significa el achicamiento en el número de servidores públicos, una de las cuales se menciónó, digamos sin demasiado entusiasmo: el ahorro de más de un millón de pesos al año, ante la desaparición de cientos de plazas.

Con un cierto tiempo sin asomar la nariz, el diputado Silvestre Velázquez Guevara, hizo el esperado elogio a semejante propuesta a través de la iniciativa que plantea fusionar en Finanzas a la Coordinación de Planeación para el Estado de Tlaxcala (Copladet), para dar pie a la Secretaría de Planeación y Finanzas, a cuyo timón seguirá Ricardo García Portilla.

Por otro lado, la Secretaría de Turismo, bueno, una selección de quienes ahí laboran se muda a las instalaciones de la Sedeco, para conformar la Secretaría de Desarrollo Económico, Comercial e Industrial, bajo la batuta de la secre con más millas acumuladas, Adriana Moreno, hoy con tantas funciones que debe cuidarse de no caer fulminada por el agotamiento.

O resignarse a que el estado siga cuesta abajo, con el agravante que hoy se suma la industria sin chimeneas, la misma que según su ex titular Marco Mena, hoy muy en campaña buscando ser diputado local, era la dependencia con una movilidad extraordinaria para sumar ingresos a la maltrecha economía estatal.

Por cuanto hace a la Secretaría de la Función Pública (SFP) y la Consejería Juridica, ambas también degradadas, regresan al feudo del despacho del gobernador, así como para considerarlas el filtro o el maso, según se trate del ánimo del mandamás para hacer la vida de cuadritos o bien para aniquilar al servidor público que se quiera poner bravo.

Dicen que el desmantelamiento seguirá, en los ámbitos de la cultura (ITC), del deporte (IDET) y de género, (Instituto de la Mujer).

De forma muy somera hay la promesa de emplear en obra pública los recursos ahorrados con la desaparición de tantas fuentes de trabajo. Pero, se trata de una promesa, sin un proyecto por escrito, que detalle en qué obras, con qué costos, de acuerdo con qué agenda y a qué regiones.

Es dinero muy caro porque se obtiene empobreciendo al estado. Por eso, insisto, debe haber claridad en el uso que se le va a dar.

Porque si nos salen con que ese dinero se empleó para promover a Tlaxcala en el extranjero, con los consabidos viajes de placer disfrazados de intensas giras, mire que me voy a morir de vergüenza, primero porque somos el estado más pobre del país, luego porque nuestra pobreza no tiene para cuándo acabar ante  esta extraña política de resarcimiento del tejido social (empobreciéndolo) y finalmente porque cabe también la posibilidad de emplear ese dinero para pagar alguno de los negocios… usted sabe, las chamarritas que nadie pidió, la pinta de manchigrecas que no se han liquidado por cierto y, tantos otros que no me extrañaría en esta dilapicación, el adquirir el título de propiedad de El Vaticano y el acta de defunción del Mar Muerto.