Los grupos en disputa dividen su entusiasmo entre unos, con el ícono de la derrota tatuado en la frente… a los otros los perjudica el exceso de confianza que les ha despertado el errático marianismo.
Unos por sentirse oposición infalible, aunque ya no cuenten con el Peje y la fuerza de su campaña que todo arrastró… hasta la basura; otros porque tatuaron en su frente el ícono de la derrota y los más por la soberbia que les anima a pensar en el éxito como su único destino, lo cierto es la cercanía de enero, el mes para definir las propuestas y, créame, las vacas están flacas y llenas de moscas.
He aquí algunas consideraciones:
1.- En el PRI, los arranques en falso y sobre todo los desplantes del gobernador Mariano González Zarur, sembraron la desconfianza de aquellos grupos con alguien a la cabeza, para quienes la única alternativa ha sido conformarse con el papel de peones dentro del rancho donde nada más el patrón, puede comer y beber de lo mejor, mientras los demás… nada más mirando. Hoy, ser un candidato priísta es de pensarse. Para empezar hay que tener mucho dinero y estar dispuesto a perderlo, nada más para cubrir una especie de derecho de admisión a la fiesta de don González. Bueno, viera usted la desesperación de priístas, por ejemplo de Apizaco, que han llegado al extremo de apoyar al matador de toros Rafael Ortega, para aventarlo a un ruedo lleno de víboras, tepocatas y otras gracias (como Chente las describía).
2.- En el PAN, entre la improductiva y falsa pureza ideológica impulsada por la senadora Adriana Dávila Fernández, y la tremenda merma de Héctor Ortiz, al padrón del partido, el albiazul devino en una especie de torrecita de Babel, donde los conflictos son más grandes que su edificio de Independencia. Los panistas son pocos y demasiado peleoneros. Unos, los adrianistas le tiran a ganar una o dos posiciones, aislados, videntes de la miseria de instituto al que le tiran. Otros, los formados en la fila de la diputada federal Aurora Aguilar Rodríguez, están dispuestos a asirse de cualquier posibilidad, así sea aliarse con sus enemigos ideológicos de toda la vida, los perredistas, con tal de alimenta la obsesión de no alejarse de la nómina.
3.- Para los perredistas hay tantos escenarios como líderes dicen ahí existir. Y tiene usted a los institucionales, esos que al no tener chamba espantan con el petate del muerto de las movilizaciones, como el minúsculo Narciso Xicotencatl (hoy bien atendido y comiendo con manteca), o el caso supremo de la humillación ideológica a cambio de detentar a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, con una Gisela Santacruz, como sacada de una producción de Televisa, donde algún grande pero ya viejo ha de convivir con la bola de inútiles actorcitos cocidos al vapor. Hay otros casos como el de Mariano Andalco, el peón de confianza… el mayordomo del rancho, encargado de atender el negocio de los toros desde la oficina del gobierno y también de meter su cuchara para sugerir, verdad, candidatos que, aunque perdedores, dentro del selecto grupo de los tapetes, para usarlos cuando pase su alteza (no) serenísima…
4.- Ah, y qué decir de los indefinidos orticistas. Hoy amanecen con ganas de seguir asidos al PAN y mañana pactan con Manuel Espino (el desesperado y converso peñista que vende franquicias de su inminente partido como pizzas de Dóminos). Ha sido más el ruido que las nueces y de no ser por activos como el apizaquense Reyes Ruiz (el zar del wc) y Alejandro Aguilar (el ex alcalde huamantleco urgido por regresar), pues no veríamos que lleven un rumbo claro, a no ser que pensemos en la enorme confianza que les asiste al ver las torpezas, una tras otra del coordinador de los esfuerzos de todos, a quien parece brillar cada día más la estrella de la derrota anticipada.
No hay más opciones. Casi estoy seguro que en estas cuatro bandejas caben todas las propuestas, las que seguro pierden y aquellas entre las que veremos a nuestras próximas autoridades.
Es frustrante ver que en todos ellos, el común denominador es la guerra sucia, la descalificación y el aislamiento -como si Tlaxcala fuese para ellos solitos-, a ninguno veo, por más que me esfuerzo, haciendo una oferta basada en la preparación, en los buenos resultados obtenidos en proyectos exitosos con pruebas tangibles que su ansia de poder no se limita al terreno de pugna entre grupos.
Se olvidaron de las pésimas condiciones en que se encuentra nuestro estado, en materia de seguridad, empleo, inversión, infraestructura.
Y vemos diputados de tercera inaugurando obra pública, como parte de una campaña para brincar de la curul a una alcaldía dentro de eso que suelen llamar carrera política, bajo la creencia de que sus ridículas barbas o sus pelo encanecido, son los valores que buscan los ciudadanos para otorgar su voto.
Las vacas famélicas, yo diría tuberculosas, dominan en el escenario de la política barata en que ha devaluado la cosa electoral en Tlaxcala. ¿Dónde están los jóvenes inquietos, con iniciativa y con conocimiento?
Es fácil descubrirlo: bajo el yugo de la generación de viejos que se empeñan en seguir detentando el poder. ¿Nombres? Mariano, Héctor, Alfonso, Beatriz.
¿Otros? Pues no tan viejos, pero casi: Lorena, Aurora, Adriana, el eterno Adolfo, en fin.
En eso acabó nuestra clase política. Y falta así de poco para las definiciones.
Con razón el único ganador es el absencionismo.
Bienvenido Presidente
En medio de la desinformación inducida, el presidente Enrique Peña Nieto, realiza su primera gira a Tlaxcala, un poco para evaluar la obra de Mariano González Zarur, pero en el fondo, para decirle que lo tienen en la mira como a otros gobernadores con rendimientos tan bajos como el suyo.
Nunca se supo el itinerario. Se especuló que llegaría a San Pablo del Monte. Hay un miedo atroz de posibles irrupciones de grupos inconformes con la política de González. Integrantes del Siete de Mayo anunciaron que lo interceptarían en la vía corta.
El bajísimo rendimiento y escaso liderazgo de Mariano, hoy le quita el sueño, pues la visita no es para menos.
Haga lo que haga, de todas formas su sinodal, el Presidente, sigue de cerca, vía Videgaray, cada movimiento de la familia empoderada y, según lo podemos apreciar, dispuesta a dejar seca la chequera antes de claudicar en el gran proyecto conseguido a base de las más inenarrables fallas y traiciones.
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