Mientras Peña Nieto gobierna enarbolando la bandera de la Presidencia Democrática, su compañero de partido, Mariano, ha abierto tantos frentes que ya perdió la cuenta.
Tras las múltiples apariciones del gobernador Mariano González Zarur, lo más cerca posible del Presidente, mañana, en la primera gira de Enrique Peña Nieto, veremos si a nuestro hacendado-gober le han levantado el castigo tras el oso aquél en la elección de julio, cuando sus promesas de cientos de miles de votos para el priísta, se convirtió en la más vergonzosa derrota, casi absoluta, contra el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador.
Digamos que el primer mensaje de la frialdad tricolor, en su recuperada figura presidencial, fue el haber desechado el proyecto de tren ligero entre Apizaco y Puebla. Un poco para poner quieto al tembloroso Moreno Valle, el ex priísta cuyos días de jauja pueden haber terminado con la llegada de Peña al gobierno federal, pero por qué no decirlo, también por el mohín que despierta el personaje quizás más bocón del priísmo en pleno, el mismo que en su haber tiene la célebre frase no tengo ni partido político como tampoco tengo madre (y precisamente fue un diez de mayo).
Un borrón y cuenta nueva es lo que conviene al estado de Tlaxcala. Un solo personaje no puede ser el obstáculo para el desarrollo de la entidad, paralizada en repetidos conflictos legales, ya sea con el antecesor panista, Héctor Ortiz (que en esencia tan priísta con estos dos), como con empresarios de peso completo, como los Zambrano, de Cemex, a quienes se arrebató la cuchara de albañil con la cual edificaban, con su lana, la Central de Abasto de Tlaxcala (CAT).
Nos urge afinar nuestras notas para incorporarnos a ese pacto, recién firmado por todos, pero cumplido a medias por esta gobierno y su muy particular modo de mezclar la democracia con los negocios, con el único resultado de las más dramáticas pifias, en el ejercicio del poder y en las pruebas de fuego… a saber, los procesos electorales.
Mariano no puede argumentar falta de experiencia al Presidente. Se trata de un viejo político ante un joven con un status muy superior que, creyó en aquél, le dio confianza, consintió sus ofrecimientos y a final de cuentas hubo de hacer un entripado porque el viejo le falló.
El priísta que nos gobierna localmente no puede presumir de encabezar una administración modelo. Ha hecho de Tlaxcala un lugar inseguro, despidiendo policías; falto de atracción para inversionistas privados, pues los ahuyenta (como a los Zambrano) y dedicado a adjudicar obras a su arbitrio, no le hace que haya decenas de constructores aguardando el prometido repunte del sector.
Destina una parte importante del presupuesto al pago de despachos externos, como un contrasentido a esa política de austeridad que tiene pendiendo de un hilo a miles de burócratas, muchos de los cuales ganan salarios realmente bajos… uno de los contrastes más marcados en el actual régimen marianista.
Bajo este escenario llega Peña a Tlaxcala.
Y será recibido por cientos de trabajadores adheridos al Sindicato Siete de Mayo, molestos por lo que interpretan como una postura autoritaria del gobierno de González Zarur, respecto a la política de pensiones, tema sobre el cual el mandatario tiene también una frase célebre: «pagar a los jubilados es tirar el dinero al caño».
Será interesante ver el encuentro de generaciones distintas de priístas con modos de pensar heterogéneos. Mientras el Jefe del Ejecutivo ve con optimismo el inicio de su administración y exige eficiencia a sus colaboradores, el mandatario local da muestras de un anticipado cansancio cuando a penas va a cumplir dos años en el poder. Mientra Peña Nieto defiende su proyecto de una Presidencia Democrática, aquí el gobernador sostiene incontables frentes de batalla, contra los maestros, los jubilados, ancianos, policías, alcaldes, constructores, ex funcionarios, en fin, es larga la lista de enemigos y corta la mecha de quien habrá de poner su mejor cara para recibir al Jefe de las Fuerzas Armadas del pais.
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