Ignoro las causas por las cuales el asesor non, Mario Armando Mendoza, no ha presentado su renuncia, si es el responsable de la escandalosa derrota del PRI en Tlaxcala.

En palacio esperaban esa llamada. No con el entusiasmo de antes del primero de julio. Esta vez, del otro lado del teléfono, dicen que se escucharía a un Peña Nieto frío y cortante. En realidad no se trató de una conversación, sino de los primeros regaños a un frustrado operador político que nunca pensó en eso que muchos llaman voto de castigo.

Las frases serían como esta: …»es la calificación de la gente a tu gobierno… ¡ya ponte a trabajar!»

Alguien a quien hace poco echaron -pero que ya regresó- de Tlaxcala se encargaría de poner al tanto al nuevo tlatoani.

A lo mejor lo recuerda aquí en plena acción.

Su nombre: Carlos Rojas.

El regaño en cuestión se acompañaría también de una orden; algo así como, «allá va Carlos, a enderezar al barco… ¡lo recibes!».

El recuento de los daños

Mariano casi perdió todo, a excepción del primer distrito, donde sorprendieron las particulares estrategias de campaña de Guadalupe Sánchez Santiago.

Peor escenario no puede haber porque dispuso de todo, recursos humanos, económicos; desmanteló instancias como la Secretaría de Gobierno (Segob) para armar un team a prueba de errores.

El fracaso fue dramático… escandaloso.

Y el regaño a los subordinados no se hizo esperar. «¿Como fueron tan ineficaces… le hacen daño a Mariano junior?»

¿Fue acaso la estrategia de Alfonso Sánchez Anaya?

En parte.

El factor AMLO predominó.

¿Nada más?

Crece la versión de que algo tuvo que ver el orticismo.

Avanzada la elección, y ante la derrota a priori de Josefina Vázquez Mota, el jefe del orticismo, «quemaría sus naves», inclinándose por la única opción que le quedaba: Andrés Manuel López Obrador.

Una sustancial cantidad de votos diferenciados comenzó a introducirse a las urnas. Irían tachados los emblemas de AMLO para la Presidencia y del PAN para senadores.

Pero Héctor Ortiz no contaba con el huracán en que se convertiría el efecto Peje.

Se inmoló.

Su acción camicase sumó un explosivo más a la malquerencia en contra de Mariano.

Unificar criterios en contra

¿Cómo fue que no se pudo lograr una votación copiosa a favor de Peña Nieto, habiendo tantos empleados del gobierno a quienes se dio la instrucción precisa?

Para empezar, el nulo diálogo con los sindicatos. Y los agremiados no perdonan el regateo salarial y el permanente acoso de un jefe que suele darles la calidad de peones.

De ahí proviene el voto de castigo. Pero hay más.

De los múltiples conflictos generados a lo largo del incipiente sexenio. Con las personas de la tercera edad, con los pensionados y jubilados (darles es tirar el dinero al caño…), con los policías reprimidos y perseguidos, con los más de dos mil desempleados por haber generado sospechas de estar con el enemigo.

A lo anterior hay que sumar el pésimo trabajo, por no decir nulo, del vocero del gobierno marinista, el anciano Raymundo Vega y Crespo, quien lejos de comunicar las acciones de su jefe se dedicó a hacer lo que mejor sabe. Nada. Y ahí los resultados negativos.

Esa lista se hizo larga, pero hubo afrentas imperdonables.

Una de ellas fue la imposición de Joaquín Cisneros Fernández encabezando la fórmula priísta al senado. Ex senador, perteneciente al priísmo más rancio y autoritario, y sobre todo impopularmente rico.

Al contrario del efecto peje, el efecto Cisneros colapsó a la otra candidata, Anabell Ávalos Zempoalteca, a quien el PRI y la oposición ubicaban en los primeros lugares. El trabajo de Anabell es de destacarse y si al PRI no le fue tan mal en esta elección, fue porque ella sumo, sumo y sumo lo más que pudo.

Y creyeron que haría senador a Joaquín. Estaban equivocados.

La misoginia

Al comandante del marianismo se le hizo fácil bloquear y acosar a la sobrina de Joaquín Cisneros, la ex alcaldesa de Tlaxcala y diputada con licencia, Lorena Cuéllar Cisneros.

Se ensañó con ella. No advertía que la hacía martir. Y tampoco que la mujer cuenta con una leal estructura electoral que, puso una vez más a prueba.

El tiempo dio la razón a Lorena, respecto a la promesa incumplida tras el aquelarre en la sede nacional del PRI, cuando le pidieron declinar a favor de Mariano. Lo hizo, y a cambio le prometieron encabezar la fórmula priísta al senado.

Pero al ganar Mariano la elección se olvidó de todo. No cumplió su palabra pero si la persiguió, la echó del PRI, ordenó al dirigente Arévalo, burlarse de ella… ensañarse.

Sólo faltaba que Lorena renunciase a su origen de ese grupo encabezado por su abuelo materno, Joaquín Cisneros Molina, ex secretario particular del presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Y lo hizo. Rompió con ese pasado y se aventuró a vender su escaso discurso a una izquierda ávida de ex priístas resentidos con probada base popular.

Ganó y jaló a Martha Palafox Gutiérrez, cuyos resentimientos con el PRI y sus dirigentes son insuperables.

¿Unificar criterios?

Mariano ve en perspectiva a tres senadoras… premio a su misoginia.

Y las tres, con razones de fondo para hacer su vida de cuadritos.

Creo que la lista la encabeza la panista Adriana Dávila Fernández, ex adversaria a la gubernatura, pragmática y resentida.

¿Lorena?, tiene razones y a partir de septiembre, fuero para cimbrar a su persecutor.

¿Martha?, dice que respeta al PRI, en el que militó toda su vida. El mismo partido al que Mariano negó un día de las madres, cuando aludió a la ausencia de la propia, usando un humor negro muy desagradable.

Y el gran perdedor: Héctor Ortiz.

¿Perdedor?

Habría que analizar qué tanto le duele la nueva configuración del mapa político.

Si los números lo ayudan, además de la relación directa con Adriana, Lorena y su comadre Martha, otra senaduría pudiera ensanchar sus nuevas relaciones: Eladia Torres.

Tener tantos factores en contra no es grato.

Tal vez el verdadero perdedor en todo este festival, responde al nombre de Mario Armando Mendoza Guzmán, el profe michoacano que se autopromueve como fantástico operador político.

El regreso de Carlos Rojas, por órdenes de arriba vaticina que la casa comenzará a limpiarse.

La verdad, no sé qué espera Mario Armando para presentar su renuncia.

Y largarse..