Pedro Joaquín Coldwell, por muchas razones el principal promotor de Beatriz Paredes para el DF, despojó de la eficiente operadora política, Yolanda González, al priísmo tlaxcalteca y puso las peras a catorce a un despechado Mariano y desesperado Joaquín Cisneros.
Si resulta interesante la llegada del queretano y activista del sector popular del PRI, Enrique González González, como delegado del CEN, también lo es advertir la reubicación de Yolanda González Hernández, en la delegación Cuauhtémoc, también con la representación de la cúpula tricolor, pero con la encomienda de labrar un enorme ejército electoral para apoyar a Beatriz Paredes Rangel, en su gran proyecto de contender por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
A Enrique González, lo ubican en su partido dentro de la corriente de Manlio Fabio Beltrones –la línea dura del tricolor- y su encomienda es encabezar la operación política del gobernador Mariano González Zarur, con la mira puesta en igualar por lo menos, lo conseguido por su antecesora, quien a decir de los priístas locales, deja una estela de éxitos, los cuales por cierto no pasaron desapercibidos para el líder nacional interino del Revolucionario Institucional, Pedro Joaquín Coldwell.
Así que sin perder tiempo –su mandato fenece en febrero de 2012- el quintanarroense, promotor del beatricismo por antonomasia (en realidad Pedro Joaquín es el único y gran amor de la paisana) convocó a Yolanda a sumarse al equipo de operadores en las delegaciones políticas del DF (recordemos que en Milpa Alta, Linda Marina Munive Temoltzin ya también es delegada del CEN).
Por tanto, el reto del nuevo delegado del CEN en Tlaxcala, es acabar con la incipiente creencia de algunos sectores del partido, en el sentido que el cambio del domingo anterior obedecería al desmantelamiento de una estructura tricolor, obligada a remar cuesta arriba ante las resistencias que despiertan las demostraciones marianistas de compromiso con su propio partido.
La ausencia de González Zarur durante este cambio de estafeta robustece una hipótesis poco halagüeña, respecto al papel de los abanderados de su partido en la elección de julio de 2012.
Abona por consiguiente, la creencia que el apoyo marianista es selectivo y depende de los candidatos, en cuya nominación solamente quien goce de las simpatías del mandatario podría aspirar al necesarísimo respaldo económico para hacer frente a adversarios bien armados y sobre todo bien dotados de dinero.
No pierda usted de vista a personajes como José Carmen Corona, líder de la sección 31 del SNTE y apuesta de Nueva Alianza, ó del perredista-sanchezanayista Rafael Molina Jiménez, el primero como candidato a diputado federal en el tercer distrito y el segundo, por el segundo.
Ya vio como la ausencia de Mariano en la toma de protesta (aunque haya enviado a Ubaldo Velasco y a Noé Rodríguez) reafirma la creencia de que el mandatario limita sus simpatías a dos proyectos en el PRI: el triunfo de Enrique Peña Nieto (ayer estuvo con él en Boca del Río, Veracruz) y la eventual llegada de su hijo Marianito al Congreso de la Unión, a través de la vía plurinominal.
En estos reacomodos, si alguien se sintió incómodo es el ex senador Joaquín Cisneros Fernández, quien quedó muy sólo tras la partida de Yolanda González Hernández, con quien cultivó además de fuertes vínculos partidistas, un afecto muy especial, al grado que la clase política tricolor llegó hasta a pensar en una posible boda.
Claro, hay que anticipar que el largo y retorcido colmillo del también ex presidente del Patronato de la Feria de Tlaxcala, veía en Yolanda a una aliada incondicional para aumentar las posibilidades de hacerse con la candidatura al Senado de la República… todo estaba calculado, todo marchaba sobre ruedas… pero de repente Yolanda se fue a la ciudad de México. Y lo peor de todo… para engrosar las filas de Beatriz Paredes, malquerida en toda circunstancia y momento por el hoy solitario político de setenta que se siente como de cincuenta.
Y en esos vuelcos, sin perder el tiempo aparece la diputada local Lorena Cuéllar Cisneros, recordando a Mariano el compromiso aquél, signado en el mismo CEN tricolor, donde el hoy gobernador aceptaba y se comprometía a impulsar la carrera lorenista a cambio del apoyo de esta en esas fechas, llenas de incertidumbre y soledad para el temperamental criador de reses bravas, quien gracias a esa deferencia pudo colarse a la contienda y contar con la suerte del respaldo beatricista (como no lo tenía originalmente) y finalmente saborear el triunfo electoral en julio de 2010.
Mariano no puede desconocer ese pacto. Mal se vería ante su partido y ante un estado, muy enterado de la jugada maquiavélica que alentando al viejo ex senador Cisneros, supuso refrenar las intenciones de Lorena, dispuesta incluso a cambiar de partido político de persistir la cerrazón ordenada hasta hoy por el gobernador de Tlaxcala.
Vaya tomando nota. Tal vez uno de los lugares en la dupla para el senado lleve al ex gobernador José Antonio Álvarez Lima.
Y ni siquiera con el beneplácito de González Zarur, sino con la bendición de Pedro Joaquín Coldwell, quien en su momento estrechó grandes vínculos con el ex mandatario tlaxcalteca, abriendo la puerta de Quintana Roo a quien en el mediano plazo sería un exitoso empresario de la radiodifusión, y después, beneficiado con millones de dólares por la venta de aquella concesión, Radio Pirata, de lo más popular en el sureste mexicano.
¿Quién cerraría la pinza?
Si lo hace Lorena Cuéllar, el priísmo tlaxcalteca podrá presumir de candidatos fuertes y comprometidos con un triunfo en las urnas.
Pero también se halla el nombre de Anabel Ávalos Zempoalteca, mancuerna natural de Álvarez Lima, a quien Mariano picó la cresta al tratar de nulificarla como secretaria de Gobierno, aunque luego haya tenido que suplicarle su incorporación a la secretaría general del partido, sabiendo de su intenso ritmo de trabajo y compromiso para superar retos con buenos resultados.
En conclusión, se palpa el distanciamiento entre partido y gobernador. El primero se organiza para hacer el mejor papel que pueda, y el segundo no deja de verlo con el acostumbrado desdén de quien ha vislumbrado derrotas y tal vez hasta pactado triunfos con aquellos como el perredista Alfonso Sánchez Anaya, compañero de mil batallas en aquellos años de subordinación a Bratriz, pero hoy dispuesto a darle una batalla sin tregua, aunque ya comenzó a sentir el desmantelamiento, con la partida de Yolanda González.
Adriana, no podía quedar fuera de las equivocaciones
Mire que confundir al desaparecido tenor italiano Luciano Pavarotti, con el español Plácido Domingo, retrata a la panista de cuerpo entero y resalta la política destructiva a la que recurre como mala imitación de su inventor, el presidente Felipe Calderón, a quien hay que reconocer el talento para destrozar, traficar con miedo, y calificar de buenos o malos a los personajes en una contienda.
Post Views: 27