Nada más le fataba negar a los de casa. Los incondicionales, designaciones hechas por él, son un auténtico fracaso. ¿Qué sigue en la agenda de impunidad marianista?
La frivolidad con la cual el gobernador de Tlaxcala, Mariano González Zarur, ve el papel, malito verdad, desempeñado por la mayoría de sus subordinados -así los llama- carece de posibilidad alguna de análisis, salvo la simpática salida: «están en el filo de la navaja».
O sea, ninguno da el ancho. Salvo su amo.
Se me hace injusto.
La preparación de los servidores públicos es su proyecto de vida. Han invertido tiempo, dinero; sacrificado matrimonios, renunciado a familias y hasta soportado la sorna popular cuando se enteran que eres el secretario de finanzas, de los zapes. Eso es indignante. Y Richie García Portilla, tiene los suficientes postgrados como para ser contratado en cualquier empresa o gobierno, un poco menos paralizado que este.
Sin embargo, a cien días de sostener el timón, el amo utilizó una radiodifusora particular y la emprendió contra sus incondicionales.
Ya lo había hecho contra priístas bien grillos, como Adalberto Campuzano, el ex de Secoduvi, pero bien cuate de María de los Ángeles Moreno, quien le armó tal escandalito en la burbuja nacional tricolor que el mismo Emilio Gamboa, tuvo que sacar la cara por el rasposo criador de reses bravas pero con ideas mansas.
Así que, el amo conservaba como sus últimos recursos a quienes glorificó al convocarlos a sumarse a su proyecto.
Anabel Ávalos, la secretaria de Gobierno, encabezaría la lista de incondicionales. Estoy seguro que no existe alguien con mayor sumisión, temor e incondicionalidad que ella. Y aún así el patrón la maltrata.
¿Ya advirtió la visión traslapada del gobernante?
Insiste en ver a sus colaboradores como subordinados.
Así los llama.
Imposible obtener resultados positivos de profesionistas, jóvenes o viejos, pero convencidos de su paso circunstancial por el marianismo.
Añada los salarios afectadísimos. No se trata de despilfarrar en los servidores públicos, pero sí de procurarles ingresos dignos, pues en sus manos se halla el ejercicio de gobernar.
Su patrón, es el personaje que da la cara. Tan gracioso como el bigote hecho caricatura tras el triunfo electoral. ¿Acaso es un mago omnipresente en cada problema, negocio o pendiente del gobierno?
Imposible.
Sus colaboradores, que no subordinados, son sus ojos, oídos y manos. Prescindir de ellos es mutilarse. Quedar a la deriva. Y cada vez tengo más elementos para verlo de esa forma.
En una entrevista concedida a América Montoya, el libanés-apizaquense expresó con muchos watts de potencia su versión de la impunidad marianista. Reafirmó su calidad de lobo estepario, pues está solo. Así se está quedando. Quizás por su edad, esa intolerancia que le recorre las venas comenzó a aflorar en pleno ejercicio del poder.
No es bueno para sus planes de mediano y largo plazo.
Qué lamentable que el gobernador de Tlaxcala desestime a su equipo, lo someta a una presión sicológica, amagándolos con despedirlos y diciéndoles de una u otra forma que no valen, que nos mediocres.
Oiga, pues fue él quien los seleccionó.
Esta es la evaluación de él mismo.
Pues qué escándalo eh… que lamentable.
La intolerancia en la cultura
Luis Humberto Crosthwaite, persona de todos los respetos en el ámbito literario, investigador cuya obra retumba de norte a sur en el país, tuvo el infortunio de anotar en su agenda a Tlaxcala para presentar su más reciente obra, Tijuana, crimen y olvido.
Durante su presentación, el remedo de director del Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, un tal Gerson Orozco, tuvo el pésimo detalle de ver al connotado autor como si fuese un terrorista, y lo calló, le apagó la luz y se encargó de sacarlo por la cocina, para impedir acercarse a sus mútiples seguidores.
Oiga, un tipo con estas características imagínelo al frente de la disputada Plaza Bicentenario. Nombre, ve una manifestación multitudinaria y manda a los granaderos a repartir macana limpia.
Debe renunciar. Por dignidad. Debe actualizarse. Debe irse de Tlaxcala. Debe volver a nacer un poco menos bruto.
El terrorismo en un medio
Cierto director, antaño polecía, se dio a la tarea de intimidar a diputados. Les ofrece inmunidad en el gran rotativo que lo acoge, a cambio de una mòdica suma: 50 mil en efectivo y sin factura.
Lo malo es que ya pasó por el arco del triunfo a varios. Tienen el testimonio, el coraje y la disposición para ventilarlo, incluso ante el Ministerio Público.
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