A cinco meses de que la actual administración estatal cumpla tres años en el poder, el problema de la seguridad sigue siendo su talón de Aquiles.

 

 

 

 

En las estadísticas y datos oficiales, Tlaxcala puede ser ubicado como uno de los estados más seguros del país, pero en el imaginario colectivo de los ciudadanos y las ciudadanas prevalece una idea contraria que todos los días mina los logros del gobierno lorenista y su credibilidad ante la crisis que se vive en esa materia.

 

Ninguno de los siete encargados de la Secretaría de Seguridad Ciudadana que han pasado hasta el momento ha tenido la capacidad de dar resultados tangibles. El actual titular de la dependencia, Alberto Martín Perea Marrufo, es un fracaso y de nada le sirvió presumir su formación como miembro de la Marina, porque desde su llegada las cosas empeoraron en la entidad.

 

Los homicidios dolosos van a la alza, la presencia de comandos armados dedicados al robo de casas habitación y negocios se ha incrementado, así como la presencia de bandas dedicadas al atraco de automóviles, de pasajeros en unidades del transporte público y de camiones de carga que circulan por carreteras de Tlaxcala.

 

Si la versión de que la Policía Estatal está podrida por sus nexos con criminales y su proclividad a la corrupción es cierta, seguramente Perea Marrufo que prometió cambiar la situación y dar resultados se cansó y decidió ser parte de ese engranaje que por años ha prevalecido en esa corporación.

 

Porque sencillamente no se ve ningún cambio, ninguna mejora y por el contrario, se observa un incremento de las actividades delictivas. Tan sólo en lo que va de este año se haba que se han cometido más de 25 homicidios dolosos y un secuestro registrado en el convulsionado municipio de Huamantla, donde el fin de semana arrojaron en las calles de ese Pueblo Mágico el cuerpo de una persona que había sido asesinada.

 

La aparición de cadáveres en Tlaxcala se ha normalizado ya que ayer a nadie le preocupó la presencia de dos cuerpos con tiro de gracia en el municipio de Tenancingo y de uno más encontrado en Ixtacuixtla.

 

Lo absurdo, es que ninguna autoridad sale a dar la cara sobre los hechos violentos que están pasando en la entidad y que generan temor e incertidumbre. El secretario de Seguridad Ciudadana, Perea Marrufo, prefiere andar firmando convenios para que los policías estatales reciban las facilidades para concluir sus estudios de educación media superior que en explicar y aclarar que está sucediendo en Tlaxcala.

 

Si fuera un poco inteligente y responsable, solicitaría los múltiples reportes que llegan al 911 para darse cuenta que la ola de inseguridad está incontrolable y que urge una respuesta de las autoridades antes de que el malestar ciudadano siga creciendo y derive en marchas de protesta como la registrada el pasado domingo en el municipio de Calpulalpan.

 

El problema de la inseguridad no pasa desapercibido para nadie y seguramente influirá en el ánimo de los ciudadanos y las ciudadanas a la hora de emitir su voto el próximo 2 de junio, porque es una realidad que están molestos por los nulos resultados que existen pese a que el gobierno sostiene que estamos bien.

 

Por lo grave que está la cosa en Tlaxcala, no dude que pronto surjan voces exigiendo la renuncia del marino de agua dulce Alberto Martín Perea que resultó una absoluta decepción porque su estrategia para combatir el crimen no se ve por ningún lado.

 

Sólo es cuestión de tiempo para empezar a verlo.

 

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