Es tan mala su actuación que hasta sus propios familiares la niegan. Lorena Cuéllar, cree engañar a todos con su linda sonrisa y su dentadura perfecta, no se da cuenta que la tienen muy medida y hasta calculan los daños de expulsarla del PRI.

Desde que el ex candidato a gobernador de Tlaxcala, Joaquín Cisneros Fernández, pintó su raya respecto a la farsa desplegada por su sobrina Lorena Cuéllar, para esta terminó la época del engaño como eficiente manera de hacer política.

Es la responsable de la terrible división en la bancada tricolor. Coquetea con el PAN y, pareciera obedecer instrucciones de Beatriz Paredes Rangel, para mantener dividido al Congreso y, unirlo solo cuando convenga.

Le es imposible ocultar que también obedece al orticismo en sus actos. O al menos le hace el caldo gordo en la guerra contra Mariano González, pero disfrazada de un “te quiero”, tan de ella, tan histriónico en su quehacer político.

El broncón que se trae con Pedro Pérez Lira, disputando al DIF, la dibuja de cuerpo completo. Supone correcto conservar ese instrumento de organización electoral en su genial idea de acrecentar el número de incondicionales rumbo a alguna elección, ya sea la federal de 2012 o, la de gobernador en 2016, sin dejar de considerar la intermedia en 2014.

La señora Cuéllar debería ser sensible a su inminente expulsión del PRI debido a la doble careta con la que actúa.

Y todo, por la obsesión de seguir cotizando en la grilla, no le aunque que en formas antiéticas, tenebrosas o de plano en a través de viles mentiras.

Conste que para nada es una defensa de Pedrito Pérez Lira, y su incansable creatividad para excusarse de la pasividad de su administración.

Igualito que cuando aparece de boina, como todo un baturro más que bronceado, Peter se la ha pasado pidiendo presupuesto para pachangas, y quejándose de lo desordenada que le dejaron la casa.

Para eso quería el triunfo.

Para seguir siendo el mismo inútil que antes de contender y, por cierto ganar.

Dicen que el huracán marianista fue de tal magnitud que en julio pasado hasta la basura arrastró.

Y no es por llamar así al presidente municipal de Tlaxcala, pero tampoco para elogiarlo porque siendo honestos no conozco una sola acción de la que me sienta orgulloso de mi autoridad.

No le alcanza el tiempo para generar conflictos, hacer como que los apaga y en el peor de los casos, desgreñarse con la que antes lo protegió, lo acogió y hasta lo procuró.

Así es la grilla entre los priístas de hoy. Y esos cuates son los que se apuntan para el inminente retorno de la aplanadora tricolor en la elección entrante. Nombre, pues así como.

Yo creo que por eso, con todo y la expectativa generada, el PRI sigue perdiendo plazas como Guerrero, tras haberlo hecho con Oaxaca y Puebla.

Aquí en Tlaxcala, los tricolores se dieron una tregua de doce años, se demostraron a sí mismos que son capaces de organizarse y volver a saborear el triunfo, pero también se dieron cuenta que son capaces de reñir entre ellos como antes no lo hicieron.
Hoy, hasta los propios familiares reniegan de ellos mismos.