Nunca antes se había visto un proceso de descomposición tan grave como el que viven las corporaciones policiacas de Tlaxcala.
No sólo han llegado dos secretarios de Seguridad Ciudadana con un cuestionable pasado que los ha llevado a abandonar su cargo para no enfrentar la ley. El primero fue Alfredo Álvarez Valenzuela que a finales del 2021 evadió una orden de aprehensión por los delitos de abuso de poder y tortura. También fue señalado de haber incurrido en acoso sexual contra una subordinada.
El segundo es Ramón Celaya Gamboa, quien aventó el pasado mes de junio la Secretaría de Seguridad Ciudadana de Tlaxcala luego que cinco de sus subordinados (dos se desempeñaban como jefes en la dependencia Dither Federico N. y Roberto N.) fueron detenidos y encarcelados acusados de extorsión agravada.
El ex vicefiscal de Guerrero prácticamente salió huyendo de la entidad bajo la sospecha de que estaría siendo investigado por la Fiscalía General de la República por los delitos de delincuencia organizada y enriquecimiento ilícito.
Esos ex funcionarios lorenistas resultaron unas fichitas que nadie se explica cómo llegaron a Tlaxcala sobre todo porque para su proceso de designación fueron sometidos a un riguroso y exhaustivo análisis de sus antecedentes y capacidades, los cuales obviamente no sirvieron de nada porque está claro que nunca concluyeron o alertaron de sus pasados oscuros que han generado el desprestigio de la actual administración.
Tlaxcala es una vergüenza en lo que se refiere a policías, pues lo mismo hay elementos acusados de violación que también hay uniformados señalados de delitos graves como tortura, uso excesivo de la fuerza y de asesinato de detenidos.
También se supo que había policías que pertenecían al cártel de Sinaloa y que hoy enfrentan procesos penales por delitos de homicidio, secuestro, extorsión, narcomenudeo y desaparición forzada.
Y para que no crea que estoy inventando le recuerdo que el pasado fin de semana se supo que el director de la policía municipal de Tlaltelulco, Vicente Pluma, el comandante de turno José Antonio Rugerio y un subdirector abusaron sexualmente de una joven mujer policía.
De acuerdo con la información disponible, se sabe que los mencionados jefes habrían obligado a la mujer a ingerir bebidas embriagantes con el argumento de darle la “bienvenida”, sin embargo luego aprovecharon para llevarla a unos terrenos de labor donde abusaron sexualmente de ella.
La víctima no encubrió ese delito y abuso y presentó la denuncia por violación en la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), situación que obligó a los involucrados a evadir la acción de la justicia.
Por lo que toco a policías ligados al crimen organizado, ahí está el caso del ex agente de la PGJE, Luis N., alías “Don Grifo” que según el gobierno federal pertenecía al cártel de Sinaloa y operaba una célula de esa organización criminal en la que participan ex policías estatales.
En diciembre del año pasado se supo que ese ex policía enfrentaba delitos de homicidio, secuestro, extorsión, narcomenudeo y desaparición forzada.
Y no piense que es el único caso, pues en abril del año pasado se supo que varios agentes de la PGJE que participaron en la detención de Juan Carlos Márquez Flores, principal sospechoso de la desaparición de una joven de Huamantla llamada Ana Laura López Loaiza, habría sido torturado y posteriormente asesinado por el personal de esa dependencia.
De ese hecho sólo se procedió contra un agente de la Policía de Investigación de la PGJE, dejando impune al director de esa corporación, Víctor Enrique Montiel Ramos y a la fiscal especializada en Combate al Secuestro, Paula Elizabeth Juárez Santoyo, quienes permitieron los excesos de los elementos en contra de Juan Carlos Márquez.
Hoy hay una recomendación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en la que se pide a la PGJE aplicar la ley a todos los involucrados y no solamente al ex agente detenido.
Al anterior caso hay que sumar el de los policías de Xaltocan que golpearon y le quitaron la vida en los separos de la corporación al señor Quirino N., quien habría sido detenido junto con su hijo Christian N. por cometer faltas administrativas como ingerir bebidas alcohólicas en la vía pública.
Ese hecho de brutalidad policiaca registrado el año pasado provocó una violenta protesta de los habitantes de ese municipio que quemaron patrullas y las instalaciones donde los uniformados golpearon de más a la víctima.
Pareciera que existe una maldición y que los tlaxcaltecas estamos salados al no poder tener una policía digna y jefes responsables.
Por ejemplo, en la capital vamos por el sexto responsable de la Dirección de Seguridad Ciudadana y Movilidad del Ayuntamiento de Tlaxcala. La última en asumir el cargo es Miriam Zacapantzi Flores, quien no tiene registro de evaluación ni tampoco está certificada.
Esa mujer ocupó el cargo que dejó el prepotente Gabriel Cisneros Mojica, quien la semana pasada violentó los derechos del alcalde de Texoloc, Arturo Covarrubias Cervantes, al intentar por la fuerza llevar a cabo una revisión en su camioneta bajo el pretexto de que portaba una arma de fuego.
Pero así como Gabriel Cisneros dejó la policía municipal por sus excesos y prepotencia, también fue separado en abril de este año Daniel Israel Rodríguez Montalbán, luego de ser detenido por la PGJE por presuntamente incurrir en el delito contra la Administración de la Justicia, al desempeñarse como director operativo de la Secretaría de Seguridad Ciudadana.
Antes estuvo Juan Carlos Miranda Hernández, quien generó un mal ambiente laboral en esa corporación, por lo que no pudo mantenerse en el puesto que le dejó Eduardo Manzano Ramírez, un ex militar que tuvo que renunciar a la policía capitalina tras verse involucrado en un escándalo provocado por accidente vial en donde fue captado junto con otros uniformados en estado de ebriedad.
Francisco Javier Carreto Gámez, fue el primer encargado de la policía capitalina, mismo que fue relevado porque nunca respondió a los intereses del alcalde Jorge Corichi Fragoso.
Grave y preocupante ver en manos de quién está la seguridad pública en Tlaxcala.
A nadie parece importarle la crisis y el desprestigio.
Sencillamente no se ve quién quiera y quién pueda meter orden.
En Tlaxcala cada vez es más evidente la ausencia de una figura real de poder.
No hay mando ni control de nada y eso créame es muy preocupante porque el proceso de descomposición social seguirá.
Nunca pensé decir esto, pero creo que estábamos mejor cuando estamos peor.
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