En la vida siempre hay consecuencias y hoy la actual administración estatal las está pagando.

 

 

Su falta de capacidad para enfrentar a una crecida líder sindical de los trabajadores de la Secretaría de Salud, Blanca Águila Lima, es tan evidente que el gobierno morenista de Lorena Cuéllar Cisneros no deja de hacer el ridículo al ser rebasado y doblegado por los empleados de esa dependencia estatal que están empeñados en mantener y conservar sus canonjías, privilegios, puestos de mando y jefes a modo tal y como ha pasado desde la administración del hacendado Mariano González Zarur.

 

A casi 21 meses en el poder, la mandataria tlaxcalteca ha de estar más que arrepentida de haber escuchado la sugerencia que en su momento le hizo el inútil secretario de Gobierno, Sergio González Hernández, el torpe titular de la Secretaría de Salud, Rigoberto Zamudio Meneses, el charlatán Miguel Sánchez Ramírez, director Jurídico de la Segob y la diputada morenista Marcela González Castillo, para detener la acción legal que se estaba cocinando para inhibir la influencia y fuerza que mostraba Blanca Águila, quien a lo largo de los últimos 15 años ha adquirido mañas, respaldo de sus secuaces y tablas para lidiar con los mandatarios en turno.

 

Si la gobernadora piensa que con exhortos o llamados a los trabajadores para que acepten las nuevas decisiones administrativas y de operación de la Secretaría de Salud se va a terminar el conflicto se equivoca. Su enorme tolerancia para los empleados rebeldes seguramente se la agradecerá Blanca Águila y sus seguidores, porque los ciudadanos que se ven afectados con las acciones y protestas de los sindicalizados no considero que piensen lo mismo.

 

Los débiles amagos de las autoridades de levantar actas administrativas y de emprender acciones legales para obligar a los trabajadores de la Sesa a desempeñar sus actividades porque reciben un salario del gobierno ha de provocar risa y hasta burlas, porque es obvio que los sindicalizados saben qué hacer, dónde y a quién molestar para mostrarse como víctimas y de paso exhibir a los colaboradores de la gobernadora Cuéllar como incapaces, mentirosos y acosadores laborales, tal y como pasó hace unos días con el aprendiz de bravucón Rigoberto Zamudio que cuando se encontraba en el hospital de Huamantla perdió la cabeza ante los reclamos que recibía.

 

Desde la semana pasada los trabajadores no han dejado de protestar contra el nuevo director Administrativo de la Secretaría de Salud (SESA), Gilberto Mendoza Jiménez, funcionario que no supo controlar la arrogancia y la soberbia lorenista porque de inmediato se echó encima a los sindicalizados que exigen su destitución. Van dos días que los expulsan de su oficina y lo peor es que deben llegar los gorilas de la policía estatal al rescate del que fuera el jardinero de Margarita Cisneros, madre de la gobernadora, porque obviamente el asustado directivo corría el riesgo de ser agredido sólo por cumplir las órdenes de su jefa.

 

Puede ser que alguien ya se haya dado cuenta que fue un error remover de la Dirección Administrativa de la Sesa a Julio César Meneses Guerrero, quien al parecer fue víctima de grillas, chismes y acusaciones falsas de corrupción, las cuales terminaron por removerlo injustamente de su cargo.

 

Meneses Guerrero no estaba aliado con Blanca Águila ni con los sindicalizados, pues mantenía una tensa relación con ellos que permitía generar la operatividad en la Secretaría de Salud, sin embargo a su salida se rompió la tregua y empezaron las protestas y los desmanes.

 

Dudo que la actual administración salga airosa de este conflicto porque sencillamente no hay nadie con la capacidad para someter a Blanca Águila y sus secuaces. El problema de la Sesa es un día de campo para el sindicato, sobre todo porque sabe que enfrente tiene a un gobierno débil, frágil, tolerante, inoperante, indeciso, titubeante, miedoso, dividido y sin fuerza ni liderazgo.

 

Si el sindicato de la Sesa ha podido enfrentar y superar a gobiernos más rudos y políticamente más hábiles y experimentados como el de Héctor Ortiz Ortiz, Mariano González Zarur y el Marco Antonio Mena Rodríguez, seguramente capoteará la actual crisis que se tiene en estos momentos y terminará demostrando una vez más su fuerza y poderío.

 

Hasta ahora, el único que ha enfrentado a Blanca Águila y sus seguidores ha sido el diputado local Víctor Castro López, quien en la pasada legislatura subió a la tribuna para denunciar la lista de familiares que tenía la líder sindical en la nómina de la Secretaría de Salud, sus excesos, sus canonjías y sus presuntas transas que llevaba a cabo con las medicinas y otros insumos, los cuales al parecer eran sustraídos ilegalmente de las clínicas y hospitales de Tlaxcala para ser trasladados a un nosocomio de la Ciudad de México.

 

Después de Castro, nadie más se ha atrevido a enfrentar y encarar a la poderosa diputada local del PRI Blanca Águila.

 

Las acciones y eventos importantes del gobierno del estado pasan desapercibidos o sencillamente son ignorados por los ciudadanos y las ciudadanas.

 

Hoy la agenda mediática en Tlaxcala se centra en la inseguridad, los conflictos laborales, los escándalos generados por funcionarios acusados de deudores alimentarios, la inundación del hospital comunitario de Zacatelco, el mal estado de los animales del zoológico, las acusaciones de acoso sexual contra servidores públicos y las crecientes denuncias de corrupción.

 

Mientras la gobernadora siga rodeada de lambisconas como Gimena Lara Pérez, coordinadora de Planeación e Inversión, quien aprovecha cualquier ocasión para alabar y echar porras a su jefa y endulzarle el oído de que es la mejor mandataria del mundo, como ayer lo hizo y lo actuó durante el recorrido que realizaron los funcionarios del gabinete legal y ampliado en las nuevas y modernas instalaciones del C5, los problemas prevalecerán y la ingobernabilidad seguirá brotando y germinando en Tlaxcala.

 

O usted cree que me equivoco.

 

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