Algo está pasando en la estrategia de seguridad que está llevando a la entidad tlaxcalteca a perder lo avanzado y a salir de la lista de los estados más seguros del país.

 

 

Hasta antes de la llegada de Ramón Celaya Gamboa, secretario de Seguridad Ciudadana, a mediados de enero, Tlaxcala logró ubicarse como las entidades más seguras de México, pero de esa fecha para acá ha sido imposible mantenerse en esa lista, porque los datos demuestran que una nueva ola delictiva está golpeando a los tlaxcaltecas.

 

Yucatán es un estado que se ha consolidado como el más seguro del país y Tlaxcala ha descendido lugares, porque es obvio que los homicidios dolosos van a la alza, los robos de automóviles y de transeúntes también, así como los asaltos a comercios y camiones de carga, entre otros ilícitos que confirman que algo empezó a fallar porque de repente todo se salió de control.

 

Prueba de lo anterior, es el fin de semana sangriento registrado en Tlaxcala. Se contabilizaron cinco delitos de alto impacto, es decir, homicidios dolosos donde en al menos tres casos habrían participado un grupo de hombres para asesinar igual número de personas.

 

Las demás personas fallecidas estarían vinculadas a accidentes viales, según la información de las autoridades estatales.

 

Lo grave es que los homicidios dolosos que implicaron el uso de armas de fuego y que se presentaron en diferentes horas del día y en distintos municipios de la entidad se llevaron a cabo con total impunidad. En Tlaxcala hay automóviles que circulan con asesinos armados que cuando encuentran a su víctima accionan sus pistolas o rifles de grueso calibre sin que la policía estatal sea capaz de detener a alguien.

 

Las comparaciones siempre resultan cuestionables o malas para quién sale afectado de ese ejercicio, sin embargo la inseguridad en la entidad no había alcanzado los actuales niveles. El primer secretario de Seguridad Ciudadana, Alfredo Álvarez Valenzuela sólo estuvo dos meses y nunca tuvo tiempo de demostrar si su trabajo iba a ser efectivo.

 

Después Max Hernández Pulido asumió por seis meses el control de la dependencia como encargado de Despacho, tiempo en que se dieron los primeros pasos y las bases para reforzar la seguridad en Tlaxcala, lo cual sí se percibió porque los indicadores empezaron a mejorar dando paso al nuevo secretario de Seguridad Ciudadana, al militar Raúl Ruiz García, quien permaneció seis meses y si bien la seguridad no mejoró, tampoco se descompuso durante el tiempo que estuvo.

 

A la renuncia del mencionado militar, se designó como encargado de la SSC al grillo de Guadalupe Ballesteros Arellano, secretario técnico de la SSC –duro dos meses y medio en el puesto-, quien pese a su rudeza, protagonismo y poca inteligencia pudo mantener una aceptable estrategia de seguridad, en gran medida porque los jefes y el personal ya habían aceptado su estilo y no había rivalidad o malos tratos.

 

El 16 de enero de este año, el ex vicefiscal de Guerrero, Ramón Celaya, fue designado secretario de Seguridad Ciudadana, situación que a los mandos y tropa de la policía estatal de Tlaxcala no le cayó nada bien, porque con el paso de tiempo es evidente la actitud de brazos caídos que muestran y que no se puede ocultar.

 

Es un hecho que el personal de la SSC nunca ha aceptado ni aceptará los malos tratos de Ramón Celaya y las ofensas que recibieron al ser catalogados de ineptos y pendejos. El nuevo funcionario se comprometió a resolver la inseguridad de la entidad sin su ayuda y respaldo, lo cual es obvio que no sucederá porque los policías estatales están dejando pasar todo y eso se ve.

 

Los jefes de la policía estatal encargados de las delegaciones han dejado de tener la operatividad y los resultados que venían obteniendo. Fueron amenazados de que serían despedidos y en respuesta hacen que trabajan pero sin ninguna efectividad.

 

Ese dizque académico metido a policía quebrantó el ambiente laboral y la coordinación que venía imperando en la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Desmanteló el área de investigación, de inteligencia y de la policía cibernética sin un análisis serio que justificara su decisión. Sólo buscó plazas para contratar a su personal de confianza y sus pésimas resoluciones le están pasando la factura. Lo malo es que los ciudadanos tlaxcaltecas están pagando las consecuencias.

 

Esperemos que Ramón Celaya no salga una fichita y que con el paso del tiempo comprobemos que está haciendo más mal que bien. En lo personal creo que la gobernadora de Tlaxcala, Lorena Cuéllar Cisneros, debe analizar su permanencia en el cargo, porque de mantenerse esta ola delictiva la imagen de su administración será severamente afectada.

 

Valdría la pena que el engreído y obtuso Celaya Gamboa diera a conocer quiénes son sus recomendados y colaboradores que pretenden trabajar con él, con el propósito de conocer sí es personal certificado y si cuenta con buenos antecedentes, porque su pasado genera muchas sospechas y dudas.

 

A casi 19 meses de iniciado el actual gobierno, la seguridad sigue siendo el talón de Aquiles de la administración lorenista.

 

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