Hemos de ver si la transparencia esgrimida por Mariano González como una constante de su gobierno es cierta ó, se trata de nada más de dichos para evadir problemas de fondo. Mientras ello acontece, Marianito prepara dos espléndidos cartelazos en las corridas más esperadas del año.

Dos fechas dos, emblemáticas porque reúnen a las familias apizaquenses en sendas corridas de toros a las que es bienvenida la clase política tlaxcalteca.

Veinticinco de diciembre y primero de enero. Algo así como garantía de una monumental plaza llena. Y seguramente así habrá de ser, pues Marianito (el novillo) hará empresa para presentar un cartel, ya sabe usted, de super lujo.

Fíjese que esas dos fechas, con su éxito asegurado, habían de ser aprovechadas por el junior y su papi, para apoyar alguna noble causa. Qué le parece, por ejemplo, que con los ingresos de las dos corridas, se adquieran juguetitos para repartirlos el día de reyes, de tal forma que todos los niños tengan aunque sea un cochecito de plástico, como detalle del gobernador y su retoño.

Aquello de reunir cobertores es otra de las acciones que pueden realizar ambos políticos, el papá (que es un grillo de primera) y el hijo (que también es un grillo de primera, aunque de menores dimensiones, está chaparrito).

No nos vayan a salir con que las dos corridas son para engrosar sus cuentas bancarias. Recuerden que ya son personajes públicos y cada cosa que hagan tendrá un significado.

El origen de las corridas

Dirá usted, pues qué casualidad que los empresarios taurinos más poderosos de la entidad sean los encargados de organizar las tales corridas.

Pues se trata de un fino gesto de de uno de los políticos más, controversiales –por no aplicarle algo más fuertecito – para el cual aquellas fechas se interpretan como moneda de cuño corriente.

De quién más estaríamos hablando si no de Alex Ortiz Zamora, de quien corren dos versiones.

The first one en el sentido de un cínico flirteo hacia el ganadero gobernador, a quien esas dos fechas en la monumental, no le cayeron nada mal. ¿A quién le dan pan que llore?

A cambio, la talentosa recreación de Hipócrates, quedaría con un favor, un buen favor en su agenda, para poder cobrarlo, ya sabe usted, al paso de los meses y cuando algo se ofrezca.

Veremos ahora si la transparencia a la que Mariano González cataloga como necesaria parte de su acervo en gobierno, es cosa cierta o, depende de su estado de ánimo.

Todos y no nada más este medio deberían saber de acciones como esta, digamos en los terrenos de las cosas buenas que parecen malas. Y por eso proponíamos la donación del boletaje a causas menos antipáticas como sumar una raya más al tigre que cobró fama como cobraba puntual el cheque de Procampo.

The second one tiene que ver con el cobro de la cuota exigido por el de los bisturíes con asiento en la presidencia de Apizaco y, la simultánea visita a Adriana Dávila, para cobrar su “efectiva participación” en el proceso electoral de apenitas el cuatro de julio.

Se le echaron muchas ganas, nena, y aunque perdiste, pues por ganas no paramos, diría el médico político a quien antes lo apoyó hasta hacerlo alcalde panista (craso error).

A cambio, se conformaría digamos con, la delegación de la Sedesol, por no dejar, no le caería mal y al contrario, se daría por bien pagado.

Lo que son las cosas y lo que es el cinismo.

Dos visitas al mismo tiempo. A una le cobra y al otro le da. Gracioso, verdad.

Ahora, estemos atentos al destino de Ortiz Zamora, porque entre el enorme daño ocasionado a las finanzas y al tejido social de Apizaco y, el papelito que quiere hacer, más o menos como todo un capo.

Que, ¿querrá vernos la cara de mensos?

Ya ni la amuela.