Este día llega a su fin casi once años de gobiernos priistas en Tlaxcala que, si bien, tienen muy poco que presumir, tampoco dejan un estado en crisis o destrozado o con un gran estigma de corrupción.
El aún gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez nunca hizo nada para destacar o trascender, pues siempre optó por el bajo perfil, las apariciones intermitentes y por mostrarse alejado de los ciudadanos y las ciudadanas. Si en su mandato nadie lo extrañaba, ahora que este lunes dejará el poder menos.
Mena gobernó con su estilo y aunque era priista nunca tuvo un comportamiento como tal. Pudo crear un grupo político que también se extinguirá con él, debido a que nunca lo fortaleció ni trabajó para consolidarlo.
Su cierre de administración fue gris y lamentable porque no pudo resistir la tentación de regalar dos notarías, una para el PRI a través de su ineficiente ex secretario de Gobierno, José Aarón Pérez Carro y otra para Morena que terminó por beneficiar a Antonio Flores Sánchez, yerno de la actual gobernadora electa, Lorena Cuéllar Cisneros.
El primero será notario público en la capital del estado y el otro en el municipio de Zacatelco.
Marco Mena valoró y optó por cargar el criticable peso de tan mala decisión, pero también sabe que a cambio de esa se vacunó ante una probable persecución y mató el discurso del combate a la corrupción y del abuso del poder de la próxima administración estatal.
Y por si fuera poco, el aún mandatario tlaxcalteca publicó la reforma para dejar eliminado el fuero constitucional del que gozaban los servidores públicos de primer nivel, por lo que a partir de ahora el titular del poder Ejecutivo, legisladores, magistrados, autoridades municipales, titulares de organismos autónomos y electorales podrán ser juzgados en caso de que incurran en algún delito.
La era priista termina dejando dardos envenenados a sus sucesores y la etapa de Morena comienza titubeante e incierta.
Los primeros se van sin pena ni gloria y los segundos entran vapuleados por los usuarios de las redes sociales, quizá porque las expectativas que se generaron fueron muy altas.
El gabinete de Lorena Cuéllar no cayó ni gustó mucho a los tlaxcaltecas. Hubo decepción y hasta severas críticas por la inexperiencia y pago de facturas que dicen representan algunos futuros funcionarios, sin embargo habrá que darle el beneficio de la duda para ver qué tan eficiente resulta, sobre todo a la hora de entregar resultados en los próximos meses.
A los ciudadanos y a las ciudadanas tampoco les gustó el comportamiento de Morena en el Congreso del Estado, donde por la “brillante” operación de Rubén Terán Águila se llegó a premiar y a consentir, en aras de la pluralidad, a sus adversarios políticos a los que les entregó posiciones relevantes, como la presidencia y la vicepresidencia de la Mesa Directiva que obtuvieron la orticista Alejandra Ramírez Ortiz y el panista José Gilberto Temoltzin Martínez, respectivamente.
La construcción de ese primer acuerdo decepcionó porque Morena y sus aliados lejos de mostrar su fortaleza y liderazgo evidencian debilidad e inexperiencia. También quedó muy claro que el coordinador de la Cuarta Transformación y virtual presidente de la Junta de Coordinación y Concertación Política del Poder Legislativo, Rubén Terán, no cumple lo pactado porque otra vez se empeñó en destacar que sencillamente no tiene palabra, lo cual se lo hicieron patente el pasado sábado en el lujoso restaurante Molino de los Reyes que pertenece a la familia Cisneros.
La continuidad de Morena en el Congreso del Estado pinta gris y desastrosa porque la ausencia de una figura fuerte y con liderazgo es notoria.
La etapa de la Cuarta Transformación en el gobierno del estado luce desangelada y sin un rumbo definido y claro.
Ojalá que en el corto plazo los ciudadanos y las ciudadanas perciban un cambio, porque si no el bono democrático con el que suelen llegar las nuevas autoridades se agotará más rápido de lo que se imaginan.
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