Como suele suceder, después del fracaso, es raro que alguien asuma la responsabilidad de la estrategia fallida y las malas decisiones.

La pandemia de Covid-19 está incontrolable y lo único que han logrado las autoridades tanto federales como estatales, es un control parcial de la disponibilidad de camas en los hospitales dispuestos para atender a los enfermos, porque las medidas sanitarias impuestas para contener los contagios y el número de fallecidos son un fiasco.

Las últimas decisiones del gobierno federal a través de Hugo López-Gatell Ramírez, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, demuestran que la planificación en torno a la emergencia sanitaria no existe y que las decisiones de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador son ocurrencias, como el hecho de ubicar a varios estados, entre ellos Tlaxcala, en color naranja en el semáforo de riesgo epidemiológico, cuando los datos que reportan esas entidades sobre el número de infectados de coronavirus y muertes son idénticos a los registrados cuando estaban en color rojo.

Resulta ilógico que por un lado las autoridades estatales y federales planeen la reanudación de actividades no esenciales y que por otro el presidente López Obrador informe que los empleados de su gobierno seguirán “confinados” en sus casas durante los meses de agosto y septiembre, de ahí que éstos regresarán a laborar a las dependencias hasta el 1 de octubre, dejando evidente que la pandemia no está domada y que las proyecciones de su protegido Hugo López-Gatell han sido fallidas en todo momento.

Ese funcionario federal encargado de la pandemia en México proyectó que entre mayo y junio se alcanzaría el pico o la cumbre de contagios y sencillamente no fue así. A principios de junio pronosticó que el virus Covid-19 dejaría 30 mil muertes en el país y resulta que ayer se alcanzó la escalofriante cifra de 46 mil fallecidos.

La pérdida de credibilidad del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud es cada día más notable. Ayer, en un encuentro virtual con gobernadores y otros funcionarios federales de alto nivel encabezados por la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, Hugo López-Gatell trató de modificar los lineamientos del semáforo de riesgo epidemiológico a fin de endilgar a los mandatarios de los estados las responsabilidades administrativas y penales por las probables omisiones que se observan por el inadecuado manejo de la pandemia.

La postura y pretensión de funcionario no sólo fue rechazada de inmediato por todos los gobernadores, sino que también fue duramente criticado por el escaso apoyo federal que la administración de López Obrador ha otorgado para combatir la pandemia.

Se habla que en agosto el número de infectados de Covid-19 tendrá un repunte importante que se podría extender hasta septiembre, situación que podría derivar en la imposición de un confinamiento obligatorio que podría traer nuevamente la suspensión de las actividades no esenciales y retrasar indefinidamente el regreso de clases presenciales.

Ahora, habrá que ver qué decisión asume el gobernador de Tlaxcala, Marco Antonio Mena Rodríguez, en el sentido de reanudar o no las actividades en las dependencias estatales o si éstas seguirán suspendidas a fin de estar en sintonía con el gobierno federal.

Los efectos negativos de la pandemia cada vez son más fuertes. Las autoridades tlaxcaltecas pronto lo resentirán con el recorte presupuestal que en breve enfrentarán y cuando los indicadores confirmen la pérdida de 5 mil empleos formales, el crecimiento de la pobreza y la caída brutal de la economía estatal.

La pesadilla de Covid-19 parece que no tiene fin.