Parecen ser inmunes a golpes bajos, a elecciones perdidas y a las reacciones de sus adversarios en la política; la hipertensión, sin embargo, es para ellos como la criptonita para Supermán…


La mala salud de la ex gobernadora Beatriz Paredes Rangel, es directamente proporcional a las presiones que tiene, como la más fuerte candidata a encabezar la bancada priísta de la nueva LXI Legislatura, compuesta por diputados con los más distintos orígenes, que según un estudio publicado por Excelsior, lo mismo representan los intereses de los gobernadores que, pueden pertenecer a los grupos más conservadores del país.

Pero nuestra paisana tiene otro enemigo. El sobrepeso. Y aunque ha dado un estilo muy propio y estético a su vastedad física, usando coloridas vestimentas, generalmente con motivos autóctonos, es aquél el desafío más importante de su vida, porque nada se puede hacer sin salud.

Tras aquella recaída , hace poco más de dos semanas, que la llevó a realizarse un chequeo médico con todo y electrocardiograma, fue más la maldad atribuida al senador Manlio Fabio Beltrones, respecto a la filtración en mala hora, del hospital y la seriedad de las supuestas causas.

Los amigos de Beatriz pusieron entonces cuernos al malintencionado de Manlio Fabio.

Pero la salud de las personas no entiende de luchas dentro de partidos políticos. Si la hay, simplemente se puede seguir en la senda triunfadora, pero si se pierde, por más ganas que haya, el tren ya no responde…

Quisiéramos ser más optimistas con el actual estado de salud de Beatriz Paredes. Sabemos que está delicada. Al corazón de una mujer tan intensa no se le debe exigir lo imposible.

Y Beatriz tiene que bajar de peso, tiene que moderar su actividad, tiene que estar menos tensa, tiene que dejar su obsesión por el orden, tiene que dejar de viajar y de telefonear y de dialogar.

Creo que uno o dos de esos desafíos los podrá adoptar nuestra paisana. Pero regatearle la obsesión por la disciplina en la política es atentar contra la sustancia que conforma a cada hora de su existencia.

El síndrome metabólico que padecen personajes de la talla de Beatriz es el peor enemigo al que se enfrenta. Ni siquiera Manlio o los gobernadores encabezados por Mario Marín, son tan nefastos como ese silencioso agente generador de la hipertensión, hoy por hoy la patología que sume a la dirigente nacional del PRI en el dilema de seguir o detener la marcha.

Y así de rápido otros personajes pusieron sus barbas a remojar.

Por lo pronto el gobernador Héctor Ortiz, no deja de recordar aquél grito de Independencia del año antepasado que dio casi en calidad de moribundo por el mal respiratorio que lo aqueja desde aquella aspiración accidental de amoniaco.

Mas no es la deficiencia pulmonar lo que le limita, sino el mismo enemigo que a Beatriz: la hipertensión.

Con esta no se juega.

Y mire que he visto casos de personas aparentemente sanas, con buen color y mejor humor pero, incapaces de lidiar contra el enemigo de todos los políticos pasados de peso: su ingobernable presión arterial.

Qué paradógico ¿no?, estas personas concentradas en cuerpo y alma al arte de gobernar, son incapaces de hacerlo en el ámbito de su salud.

Por cierto, vaya desde aquí un deseo de mejoría al secretario de Fomento Agropecuario, Antonio Velázquez Nava, a quien no atacó la hipertensión, sino la hepatitis y por lo pronto lo tiene en cuarentena.