Es un hecho que la combinación del instinto con la farmacia ha hecho de este un verdadero sino caótico, y a penas nos hallamos en el primer tercio de la administración.

Hay un ganón si el presupuesto 2013 no se aprueba. Aquél cuya oferta para incrementar el fondo a Pensiones Civiles no se hará efectivo. El mismo que regatea la partida a la universidad pública. El mismo que se postró hace poco ante Elba Esther Gordillo, pese al costo político que ante el Presidente le ocasionó ese error táctico.

En esta lucha todos pierden, sobre todo el estado. Pero hay derrotas escandalosas, como la de los diputados que deberán resituir casi un millón de pesos que, no me queda duda, fue la triangulación operada por el Ejecutivo para poderla activar cuando fuese necesario. Y lo fue. Y ahí tiene a los inmaculados legisladores, obligados a desprenderse de esas cifras, ofensivas para un pueblo que va al día.

Y en el intercambio de metralla, el ejecutivo tlaxcalteca se aplica fomentos de árnica en los moretones que él mismo se causó durante la atropellada aprobación de su iniciativa de ley de Pensiones.

Esas lesiones, sumadas a la marcación personal que le hacen desde la oficina de Miguel Osorio Chong, lo tenían realmente mermado.

Cada día se percibe la distancia entre el discurso de Enrique Peña Nieto, conciliador con la oposición, con una apuesta seria para avanzar en el Pacto por México, y las acciones y dichos en el terreno local, donde el caos como teoría permanente dibuja la confrontación. Muchos, la mayoría incluida priísta, contra el atropello como bandera.

Los saldos son notorios.

Hoy, ser abanderado tricolor es el peor negocio. Tiene que haber una verdadera revolución en el partido. Gente no le falta, una creciente percepción nos puede indicar una sensible desventaja del que debería ser partidazo.

Si en Apizaco y Huamantla, la causa tricolor tiene visos de derrota anticipada, la capital, Tlaxcala, parece reservada para una oposición crecida, a cuya cabeza pudiera haberse colocado el activo del ex mandatario y ex panista, Héctor Ortiz Ortiz.

En esta esgrima por etapas, quien ha carecido de miras altas sufrirá las consecuencias al cumplirse la agenda.  No me cabe la menor duda que esa víctima tiene nombre: Mariano, y sus enemigos son tantos que ya ha perdido la cuenta.

Cierto, la crisis de fin de año tuvo como consecuencia las primeras marchas multitudinarias. ¿Quería el manatario sopesar al magisterio? Ya lo hizo. ¿A los burócratas?, hoy se ha de ver.

Mas se supone que hoy con el PRI en la Presidencia, debiera retornar el tejido fino en la operación. No lo veo por ningún lado. Hay confrontación, regateo y perversidad.

Ya metido en el tercer año de gobierno, uno tiene que preguntarse, ¿y para eso quería el poder?

La tesis aquella de combinar el instinto con la farmacia nos está llevando a peores estadios. ¿Lo merece el pueblo?

No.

Y ese comportamiento de quien ha renunciado al liderazgo (bueno se ha llegado a calificar como estadista), arrolló a toda la clase polítca.

Despertó la ambición en opositores, a quienes ha enriquecido a cambio de su amañado apoyo. Alejandra Roldán y Javier Potrero, son una muestra de esa perversidad repercusión en el mediano plazo. Hoy ha recibido un ambicioso respaldo. Mañana tendrá que aguantar la desmedida rapacidad de aquellos.

Es la etapa, en estos dos años y fracción, de mayor debilitamiento. El estado sigue por inercia, pero un cambio se tiene que dar cuanto antes.

Si no de persona sí de actitudes. Y de eso están conscientes en los altos mandos del país, gracias a la especie de delegación de legisladores federales encargados de hacer extensivas las crecientes quejas en contra de un ejecutivo dispuesto a batirse en toda clase de luchas, siempre y cuando le activen esa hormona de la arrogancia.

No es esta una época romántica para ver espadachines recitando versos y donjuanes conquistando monjas.

Hoy el poder requiere maestrías y doctorados y los improvisados que se dicen licenciados no tienen futuro.

No cesa el tema del interinato. Nombres ya los hay para barajar. Habrá que esperar a que pase el fin de semana para, de no haber novedades, podamos hacer un nuevo recuento de daños.