Diez para las ocho, la mamá, pachona y sin maquillaje quema llanta para llegar a tiempo a la primaria oficial. El hijo corre los cien metros planos y casi en la meta, los diez, los cincuenta pesos, en lugar de un desayuno sano, preparado en la casa.
La prohibición de “bebidas endulzadas” en las cooperativas de las escuelas, es un puntapié a Femsa-cocacola y a los de enfrente, Pepsicola, en cuyas naves industriales también se procesan los productos Sabritas (papas, frituras, cacahuates).
El delegado de la maestra Elba Esther (quien también funge como secretario de Educación), Miguel Ángel Islas Chío, asestó la primera bofetada a las empresas de Eugenio Garza Lagüera (desaparecido en mayo de 2008), y de Pedro Marcos Noriega, responsables, no sólo de las alegres panzas de los niños, sino del más escandaloso índice de males relacionados con la acidez estomacal.
O sea, la ganancia no queda en la fabricación de niños bofos. Una derrama increíble se da cuando, afligida la familia acuda al médico a llevar a su hijo, quien se queja de terribles dolores ocasionados por un coctel de enfermedades, desde el reflujo esofágico, hasta cuadros de apendicitis, sin dejar de mencionar al estreñimiento, o al contrario, a las diarreas, como premio a la deficiente alimentación de los infantes.
¿Acaso hay mamás o papás, capaces de enviar a sus hijos, con dinero en la bolsa y, con la libertad para comprar lo que quieran?
La respuesta es: ¡sí!
El niño en brazos detecta debilidad en su madre. Inicia un llanto aturdidor. La madre compra en la tienda un sobre de papas o frituras de maíz aderezados con el picante más dañino y corriente que puede existir. El niño guarda silencio. Se salió con la suya. Ni siquiera camina, ni siquiera habla, pero ya es capaz de exigir “chetos”. Tal vez su primera palabra es esa (y no papá como hubiese deseado su progenitor).
De ello están muy conscientes los publicistas de Femsa y de Pepsico. Como lo están de las señoras y señores fodongos, holgazanes, faltos de carácter, pero sobre todo, deliberadamente ignorantes del concepto llamado nutrición.
Hoy, sabemos que en las escuelas no se impartirá como asignatura a la Nutrición.
Para las autoridades, aún no se llega al límite de sufrimiento, y los niños todavía tienen generaciones para engrosar las cuentas de las empresas que le platico.
Pero, cómo iniciar una lucha contra esos gigantes que, tantas comisiones dejan a las cooperativas escolares.
Pues, de la mejor forma. O sea con medidas enérgicas como la tomada a medias por el secretario Islas Chío: “cero cocas”, pero por qué no “cero sabritas”.
La medida es a penas parte de lo que ha de lograrse para impedir que nuestras futuras generaciones estén condenadas al sobrepeso y como consecuencia a la hipertensión, diabetes y en casos extremos, pero existentes, a la insuficiencia renal.
Florentino contra Crispín (ni a cual ir)
El formidable (ajá) diputado que fracasó en su intento por convertirse en alcalde de Contla, Florentino Flores Xelhuantzi, tiene nostálgicos recuerdos ($) de cuando fungió como titular del Órgano de Fiscalización Superior (OFS), y la emprende contra el actual, Crispín Corona Gutiérrez (que no es una blanca paloma) y lo responsabiliza de no presentar denuncias en contra de alcaldes cuyas cuentas públicas fueron reprobadas.
Nadie como el diputado Flor para conocer de mañas en el OFS. Lo que hoy le provoca escándalo ayer era su modus operandi. Aquí hay gato encerrado entre estos dos “contadores”, íconos de la opacidad, sabedores del tremendo negocio de la venta de protección fiscal a los ignorantes alcaldes, con todo y tesoreros buenos para nada.
Es un círculo vicioso que requiere de:
1.- Un presidente municipal jalador, chupador, muy enamorado y miedoso por el cochinero contable tras cada parranda en la que acaba postrado y con un olor a vómito y a tequila, bajo el escritorio donde en mejores momentos despacha como mandamás.
2.- Un tesorero tras cuyos anteojos rectangulares, muy a la moda, se halla el deseo incontrolable de enriquecerse, aunque trata de disfrazarlo colocándose en la retaguardia de su jefe, con quien no tiene impedimento en gastar a puños los recursos, muchas veces etiquetados de origen, pero amplios y suficientes como para cerrar teiboldances y pagar cuentas de 50 mil para arriba, sí señor.
3.- La pandilla no podía se completa sin los regidores. Unos chupan con gusto. Otros con más gusto, pero eso sí, hay que poner cara de inconformes para que el presidente ordene con la mirada al tesorero, pagar una bailecito más, o una botella extra, o de plano la contratación de un estríper (no le aunque que esté un poco gacho) cuando se trata de refrenar la alegría de dos o más regidoras.
Ante este panorama no podía faltar el auditor “amigo”, el “conta salvador”, el profesional de los números siempre dispuesto a encontrar una salida a la corrupción que comienza con formas de pachanga y al llegar a él se hace compleja, y claro, se multiplica.
Así que Florentino, tras la paliza electoral recibida el cuatro de julio, parece buscar con apremio quien se la pague y no quien se la hizo.
Y ahí los tienes. Enemigos eternos, disputantes del inacabable negocio de las emociones ignorantes de alcaldes y alcaldesas, tesoreros y tesoreras, regidores y regidoras, de todos los partidos políticos y con la particularidad de pararse como soldaditos de plomo a lado del gobernador en alguna gira de trabajo, para pedirle su clemente intervención ante esos monstruos de la contabilidad, vendedores de protección, rateros con título, ah, y fracasados en las urnas.
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