El marcado deterioro de la salud del insaciable presidente municipal de Tlaltelulco, Rubén Pluma Morales, no ha frenado su voraz necesidad de acumular y presumir la riqueza adquirida en los últimos años, pero sí ha repercutido en los servicios públicos que ofrece ese ayuntamiento que permanece cerrado bajo el pretexto de la pandemia de Covid-19.

Nadie se explica porque ese ayuntamiento se encuentra en quiebra y sin fondos. Las patrullas están paradas porque no tienen gasolina, el alumbrado en el primer cuadro del municipio está apagado y junto con el las cámara de video vigilancia colocadas en la Iglesia y la escuela.

La enorme hueva que desde hace meses invade a Pluma Morales ya es la constante en los empleados de esa glotona administración que a regañadientes aceptan hacer su labor o recibir un documento, no sin antes hacer esperar a las personas que los buscan.

Rubén Pluma que desde hace semanas ha mostrado síntomas de coronavirus, al grado que se ha visto delicado de salud se encuentra aferrado a su cargo y no permite que nada se mueve sin que él lo autorice, situación que ha convertido a ese municipio en tierra de nadie y en un lugar propicio para que los delincuentes cometan sus fechorías sin el menor problema.

La semana pasada fueron robadas las instalaciones de la empresa de cable y servicio de internet IZZI que antes operaba con la denominación social de Cablecom, las cuales se localizan a una cuadra de la presidencia municipal y de las oficinas de la policía.

Los maleantes no sólo tuvieron todo el tiempo para llevar a cabo su atraco, sino que aparte de destruir una puerta de acceso utilizaron un soplete para abrir la caja fuerte que estaba anclada en el negocio con el objeto de llevarse su contenido.

Aunque parezca increíble, los policías municipales no escucharon nada y tampoco vieron nada sospechoso. Cuando los marrulleros agentes de la Procuraduría General de Justicia en el Estado se presentaron en el lugar para iniciar sus investigaciones comprobaron que no hay rondines de vigilancia porque las patrullas no tienen combustible, que las cámaras de video vigilancia no funcionan porque no hay energía eléctrica y que en la noche la oscuridad domina frente al inmueble oficial.

Es obvio que Rubén Pluma está en pleno proceso de saquear el ayuntamiento y que ha dejado de gobernar adecuadamente ese noble municipio. Es urgente que alguien intervenga para que los ciudadanos de Tlaltelulco no sigan desprotegidos y sin una autoridad que realmente los atienda y represente.

El malestar hacia el voraz alcalde y su familia va en aumento y no dude que en los próximos días se registre un movimiento para pedir su salida del ayuntamiento.

Si hacemos historia, comprobaremos que los hermanos Pluma Morales son unas fichitas. Ellos empiezan su carrera política en el Partido del Trabajo, pues hace años era común ver como con sus toscas y feas caras suplicaban el apoyo del pueblo para ese instituto.

Al paso de los años, Joaquín Pluma Morales, hermano del hoy alcalde, logró una diputación plurinominal gracias a los votos que obtuvo su partido con el apoyo de la gente que sólo utilizó, porque jamás apoyó a nadie con los recursos que recibió como legislador local, pero en cambio y como representante popular hizo crecer su constructora.

Luego, esos hermanos vendieron su amor al actual gobernador priista Marco Antonio Mena Rodríguez, quien para pagar el apoyo recibido designó a Joaquín Pluma como responsable del área de Protección Civil, cargo que aprovechó para obtener múltiples y diferentes materiales de construcción que los vecinos veían como llegaban en camionetas de la dependencia.

Y si bien apoyaron a Mena, también hicieron lo propio con Lorena Cuéllar Cisneros, la candidata del PRD al gobierno de Tlaxcala en los comicios del 2016. Daba risa ver como cambiaban la propaganda en sus negocios y en sus diversas propiedades según el candidato que llegara ese día a su casa y a Tlaltelulco.

Los habitantes de ese municipio hoy en día consideran a los Pluma Morales y los Pluma Flores como personas de poca credibilidad política.

Rubén Pluma, el presidente “Picapiedra” para los cuates, en el tercer intento por ganar la presidencia de Tlaltelulco andaba en campaña con lágrimas en los ojos y jurando que trabajaría con honestidad y transparencia. Obvio que esas palabras se las llevó el viento una vez que logró su objetivo, pues de la noche a la mañana sacó su verdadera personalidad déspota, irresponsable, altanero y con una ambición desmedida a pesar de todos los millones que ha acumulado su familia.

Con un descaro enorme logró imponer como diputada local a su limitada hija María Félix Pluma Flores, una persona sin experiencia pero si con las ganas de hacer crecer la fortuna familiar. Como olvidar cuando el presidente municipal gritaba a los cuatro vientos que su muchacha había logrado miles de votos ella solita, cuando en realidad eso fue posible gracias al efecto de López Obrador.

Lo más lamentable es que en pleno pico de la pandemia de Covid-19, el municipio esté a la deriva por la falta de honestidad del alcalde. Se sabe que hay muchos trabajadores contagiados, que los policías no cobraron sus bonos y que todos los fondos que llegan al ayuntamiento desaparecen por arte de magia.

El saqueo del ayuntamiento de Tlaltelulco es alarmante.