Las prisas son malas y más cuando se recurre a ellas para sacar adelante cuestionados procesos legislativos que responden más a intereses particulares que a generales, como lo que ayer sucedió en el Congreso del Estado donde los diputados aprobaron reformas a siete leyes para garantizar los derechos de las mujeres y sancionar la violencia contra ese sector.

Aunque usted no lo crea ese trabajo legislativo encaminado a eliminar y castigar las conductas violentas contra las mujeres fue el pretexto para que los diputados dirimieran sus añejas diferencias y cobraran venganza de antiguas afrentas.

Sin tener argumentos sólidos y de peso, 13 legisladores locales de los 25 que componen la Cámara de Diputados decidieron en cuestión de minutos quitar la presidencia de la Junta de Coordinación y Concertación Política a la petista Irma Garay Loredo, posición que ocupó gracias al respaldo que recibió del grupo morenista encabezado por Víctor Manuel Báez López y de la llamada chiquillada que ayer se dividió.

La ausencia de la legisladora del PT, Michaelle Brito Vázquez, considerada por los protagonistas del inmueble ubicada en la calle Allende como “la salada”, porque siempre que se suma a un grupo para realizar votaciones importantes suele perder, fue un factor determinante para que Garay Loredo fuera echada de una de las comisiones más importantes del Poder Legislativo.

Otro movimiento que sorprendió pero que no causó mucho malestar fue el de la morenista María del Rayo Netzahual Ilhuicatzi, quien se desempeñaba como responsable de la influyente y poderosa Comisión de Finanzas y Fiscalización, cargo que utilizó, según los comentarios de sus propios compañeros, para darle trabajo a sus recomendados en varios ayuntamientos, como es el caso de su hermano que cobra en la administración de Apizaco que preside el panista Julio César Hernández Mejía.

Si bien la mayoría de diputados respaldó esos cambios, lo cierto es que la otra mitad de legisladores presentes en la sesión de ayer se opuso y calificó de ilegal tales reacomodos porque, según ellos, los movimientos respondieron más a un acto de venganza.

Incluso hubo hasta diputados como el ex priista Báez López que utilizaron la tribuna para ejercer violencia contra aquellas legisladoras que votaron en contra de la reforma que obligaba a los partidos políticos a registrar a una mujer en el primer lugar de la lista de candidatos a diputados por la vía plurinominal para los comicios del 2021. Fueron catalogadas entre otras cosas de traidoras y de asumir el papel de “juanitas”.

La diputada de Nueva Alianza, Luz Guadalupe Mata Lara, fue la que pidió eliminar tal propuesta, lo que provocó un tremendo berrinche de su dirigente estatal, Sandra Corona Padilla, la ex legisladora local y compinche del PRI, misma que pretendía beneficiarse con tal disposición y vivir nuevamente con los lujos que da ser miembro del Congreso de Estado.

La aparente armonía y civilidad que existía en la actual legislatura y que se mantuvo por algunos meses se perdió ayer. Las diferencias y pleitos serán la constante, situación que complicará el trabajo que deberán llevar a cabo los diputados tlaxcaltecas en los siguientes meses.

Se dice que los cambios registrados ayer no son los únicos, porque el nuevo grupo mayoritario de diputados locales que se conformó buscará otros reacomodos que seguramente provocarán pleitos de antología.

La imagen de la actual legislatura es pésima y cuánta razón tiene el morenista Víctor Manuel Báez al aceptar en tribuna que la población hace bien en no bajar de “pendejos y corruptos” a los actuales diputados, quienes por la falta de resultados en el trabajo que realizan reciben justificadamente y de manera recurrente mentadas de madre.

Su arranque de honestidad fue conmovedor. O no.