La pandemia del Covid-19 no ha perdonado a nadie y a la fecha sigue alterando todas las actividades de la humanidad, incluso aquellas relacionadas con la política y la sucesión gubernamental de Tlaxcala prevista para el 2021, debido a que muchos aspirantes se quedarán en el camino no sólo porque su posicionamiento es bajísimo y sin posibilidades de crecer, sino porque otros deberán atender las consecuencias que dejará el coronavirus.

De acuerdo con los resultados de un reciente estudio demoscópico que se llevó a cabo para medir el comportamiento de los aspirantes a suceder en el cargo al actual gobernador de Tlaxcala Marco Antonio Mena Rodríguez, la morenista y “super delegada” del gobierno federal en el estado Lorena Cuéllar Cisneros se ubica a la cabeza en las preferencias seguida por la alcaldesa priista Anabell Ávalos Zempoalteca y en la tercera posición aparece la diputada federal panista Adriana Dávila Fernández.

Por lo que respecta a las preferencias por partidos políticos, Morena concentra el 37.07 por ciento de las simpatías, mientras que el PAN acumula el 12.71 por ciento de los votos y el PRI suma el 11.81 por ciento de los sufragios.

El resto de los institutos políticos obtienen porcentajes bajos que prácticamente los deja fuera de la competencia por la gubernatura de la entidad, por lo que su única opción será la de participar en una coalición electoral amplia que pueda constituirse rumbo a las elecciones del 2021.

Un dato interesante es que el 25.11 por ciento de los tlaxcaltecas no ha definido su voto y no sabe por quién votará en los comicios previstos para el primer domingo de junio del siguiente año en que los ciudadanos saldrán a las urnas para elegir gobernador, diputados federales y locales, alcaldes y presidentes de comunidad.

Los efectos negativos que el Covid-19 tendrá sobre las preferencias electorales y los aspirantes a gobernador de Tlaxcala aún no se pueden dimensionar ni calcular, por lo que la realidad que hoy plantea esa encuesta puede cambiar radicalmente en los siguientes meses.

De entrada la pandemia y las medidas de contención aplicadas por las autoridades le han pegado a la popularidad e imagen del presidente de México Andrés Manuel López Obrador, de ahí que ese fenómeno seguramente se replicará en su partido Morena y en los miembros de ese instituto político que buscan convertirse en candidatos a gobernadores como Lorena Cuéllar, quien como “super delegada” de la administración federal ha sido severamente criticada en redes sociales por los operativos que realiza para dispersar los recursos de los programas sociales y que concentran a cientos de personas en plena contingencia sanitaria.

En el PRI pareciera que la única opción real de competencia que tiene es la alcaldesa capitalina Anabell Ávalos, porque sencillamente el resto de los aspirantes que se mencionan en ese partido están muertos y sus ridículos niveles de posicionamiento no les alcanza ni para buscar alguna presidencia de comunidad.

El oportunista líder del PRI en Tlaxcala, Noé Rodríguez Roldán, apenas si sumó el 5.71 por ciento de las simpatías, mientras que el nefasto y convenenciero secretario de Educación, “El Profe” Florentino Domínguez Ordoñez, apareció con el 4.57 por ciento de las menciones cuando lleva más de un año en abierta precampaña promoviéndose como un “serio” aspirante a suceder a su jefe Marco Mena.

Desde ahora puede descartar a Florentino Domínguez de la carrera por la sucesión, porque ese mediocre político metido a un ineficiente funcionario deberá aplicarse y ponerse a trabajar para garantizar que los estudiantes recuperen las clases y el tiempo perdido por la contingencia sanitaria que está provocando el coronavirus.

En el PAN las cosas tampoco lucen bien para el 2021, porque hasta ahora sigue sin encontrar al aspirante que logre meter a ese partido en la verdadera competencia por la gubernatura de Tlaxcala.

La eterna candidata a la gubernatura Adriana Dávila aparece como la mejor posicionada, sin embargo está lejos de generar los consensos internos y externos que le permitan cumplir su sueño de ganar algún día una elección y dejar de ocupar cargos por la vía plurinominal.

La sucesión entró en un impasse y no hay nada definido porque las preferencias pueden cambiar, más cuando nadie sabe qué efectos negativos dejará la pandemia del Covid-19.