El gobernador electo de Tlaxcala, debe tomar en cuenta que el pueblo tiene memoria, y así como le dieron un voto de confianza, que no nos amargue el día con palabras tan desagradables como eso de ya regresó el PRI de antes…


El gobernador electo de Tlaxcala, Mariano González Zarur, comete un error al afirmar que al poder retorna el PRI, “y con las viejas prácticas”…

Se nota que calculó el malestar de su ironía, pues luego de expresarla, intentó matizarla, argumentando que esas viejas prácticas tienen que ver con el manejo transparente de los recursos, con que no haya tantos muertos, “como existen ahora”, con el rechazo al enfrentamiento con los ciudadanos y el dejar atrás los discursos de la denigración, denostación e insulto…

Desenterrar al, “partido de antes”, evidencia un delicado retroceso pues, al no aclarar que únicamente impulsará las acciones positivas (suponiendo que el tricolor las tuvo), deja en el aire el pésimo recuerdo del PRI y sus íconos violentos (Díaz Ordaz, Echeverría), corruptos (López Portillo); perversos (Carlos Salinas de Gortari).

Mariano evade que el pueblo no olvida. Si le otorgó su voto, no fue por su gran proyecto, ni por su discurso, lo hizo para castigar a una administración que cayó en los excesos.

El priísta que al alcanzar el triunfo se muestra recalcitrante, se olvida que cuando su candidatura se complicaba estuvo dispuesto a competir con los colores de cualquier partido.

La suerte se puso de su lado, cuando la presidenta nacional de su partido, Beatriz Paredes Rangel, aceptó ser su cómplice en esta aventura. Sin su apoyo, su fracaso estaba cantado. Ya lo había visto, en 2004, cuando probó el amargo sabor de la derrota. El PRI ya lo había vivido en 1998, cuando Beatriz apostó al primer descalabro de su partido en Tlaxcala.

Transcurrieron dos gobiernos priístas con máscara de opositores. El primero, adquirió la franquicia llamada Partido de la Revolución Democrátiva (PRD) y pintó de amarillo a Tlaxcala. Su ejecutor, Alfonso Sánchez Anaya, llegó a sentir admiración de las paradojas de la vida… él, hijo de hacendado, todo un güerito de rancho, con el tiempo llegó a ser tan influyente en la izquierda mexicana que, hasta encabezó la comisión refundatoria del perredé.

Pero Alfonso nunca dejó de ser un político de línea autoritaria, o sea al estilo del antiguo PRI, el mismo al que Mariano evoca en sus primeras y eufóricas declaraciones.

Y con esa arrogancia persiguió a Javier Flores Macías, su inventor, para no hacerlo senador, pues ese lugar lo tenía reservado para su esposa, Maricarmen Ramírez. Y luego impuso a esta como candidata a gobernadora, luego de un desgastante litigio que, colocó a “su partido, el PRD” en la tercera posición, después de haber detentado el poder.

Así es el PRI de antes.

La otra versión, usted ya la conoce.

Se autodenomina: los académicos en el poder. Pretendía perpetuarse bajo el nombre de orticismo, pero no calculó la injerencia del presidente Felipe Calderón en el proceso de selección de candidato.

El proyecto colapsó cuando de la nada emergió un personaje mal visto por los académicos. El resto de la historia es de sobra conocido, pero se constituyó en un rechazo colectivo o, voto de castigo, a los desenfrenos orticistas del poder, al metiche Presidente y su recomendada y nada más para asegurar el fracaso, a una rara dimisión acordada entre el DIA y el Presidente, como pensando que los votantes no son más que una perrada con la obligación de humillarse cuando se le arrojan mendrugos.

Es complejo, pero engloba a la costumbre muy priísta de los excesos, con la más vil imposición. Dos características del PRI al que en 2000, Vicente Fox Quesada, sacó de los Pinos. El mismo que amaga con regresar, sediento de poder y cargado de resentimiento.

Y parece que en el terreno local  nos adelantamos a lo que en 2012 registrará el país.

Tras doce años, al PRI dejaron de interesarle las franquicias. Parte de la culpa la tienen los verdaderos perredistas y panistas que se sirvieron con la cuchara grande, sin más mérito que facilitar sus siglas.

Ellos no han pensado que sus días en la política están contados, pues al dejar de tener como líder a un ex priísta, los espera un mar sin brújula. En el caso de los panistas, por lo menos salieron ganando su nuevo edificio. Pero, los perredistas están perdidos. Quedaron huérfanos. Ninguno de los dos se repondrá. Y según se ve, no se apetecen como para hacer una alianza, así como la que ganó aquí junto, con Rafael Moreno Valle.

Es la verdadera historia del PRI en Tlaxcala. El mismo que al sentir el triunfo cerca no dudó en sacar cadáveres de sus tumbas para hacerlos vigentes.

Es el PRI de antes.

Y creo que la palabra “firmeza” en la oferta política del entonces candidato tricolor tuvo siempre oculto el sello del autoritarismo, con riesgo de convertirse en tiranía.

Ahora entiendo por qué Beatriz Paredes, se resistía a soltar la rienda a ese “PRI de antes”. Un poco por el imperecedero rencor en contra de quien en su momento la condenó por ser la candidata más joven, y otro, por este riesgo latente, el de la intolerancia, la arrogancia, la corrupción y el engaño.