Si una característica tiene este gobierno estatal que preside el joven priista Marco Antonio Mena Rodríguez es ver sólo lo que le conviene y tratar de esconder la realidad alterna que cientos de tlaxcaltecas perciben y padecen, la cual tiene que ver con el problema de la inseguridad que lejos de combatirse o de contenerse ha crecido hasta alcanzar niveles alarmantes que evidencian a un mandatario omiso sobre el tema.

Acostumbrado a escenarios controlados y entrevistas a modo, el bisoño gobernador lejos de enfrentar el caos que vive su administración en materia de seguridad opta por hablar de las condiciones positivas que registra el estado como el crecimiento económico, la generación de empleos y el compromiso de mantener a la entidad sin deuda pública, con finanzas sanas y estables, logros que son herencia del gobierno de Mariano González Zarur que dejó las bases para obtener estos resultados.

La cantaleta de Marquito Mena de que hace mucho sin que su administración recurra a la deuda pública resulta trillada y hasta absurda, porque por ley no puede solicitar préstamos y comprometer las finanzas del estado, de ahí que ese hecho no es una decisión suya o algo novedoso que haya inventado su gris gobierno.

Además, si comparamos la ejecución y número de obras realizadas en las últimas dos administraciones estatales, la del panista Héctor Ortiz Ortiz y la del priista Mariano González Zarur, se comprobará que en ambas fue mucho mayor a la que lleva a cabo el mediocre gobierno de Mena que ha prometido en exceso y cumplido poco, al grado que ningún megaproyecto anunciado y empezado se encuentra terminado pese a que el estadio Tlahuicole ya fue inaugurado en diciembre pasado.

Marquito Mena está lejos de ser un gobernador visionario y el líder que los tlaxcaltecas esperaban, porque ese priista siempre suele rehuir a los problemas y evadirlos, como si esa actitud bastara para que las cosas se arreglaran solas.

La inexorable realidad indicaría que el mandatario tlaxcalteca es omiso y hasta valemadrista para enfrentar el problema de la inseguridad en el estado.

Cuántos asaltos violentos más se necesitan para sensibilizarlo, cuántos ejecutados más hacen falta para que el castrado gobernador exija resultados a sus subordinados, cuántos tlaxcaltecas más necesitan ser atacados o muertos a balazos para que el joven mandatario entienda que su administración es un desastre, cuántos secuestros más se requieren cometer contra ciudadanos de la entidad para que el académico que juega al político sienta el dolor, la angustia e impotencia que viven miles de familias tlaxcaltecas por la creciente inseguridad.

Ayer fue un día violento en la entidad (un policía de Tlaltelulco fue asaltado y agredido con arma de fuego y en Zacatelco un vecino fue balaceado) y sin embargo Marquito Mena optó por no ver la realidad y la crisis que enfrenta su administración.

El delicado mandatario encabezó la ceremonia del CV Aniversario de la Fuerza Aérea Mexicana en el municipio de Atlangatepec y como suele ser se concentró en lo bonito y en lo que le conviene, dejando los temas espinosos y graves para otra ocasión tal y como ha pasado desde que asumió la gubernatura de Tlaxcala.

Y no crea que la omisión del gobernador es percibida y criticada exclusivamente en Tlaxcala, pues el pasado fin de semana el periódico Excélsior publicó una columna donde señaló que Mena Rodríguez ha sido incapaz de enfrentar la agobiante inseguridad que padece el estado que dice administrar.

El virrey Mena se siente divino, único y un gobernador inigualable, pero la realidad y sus niveles de aprobación dicen lo contrario. Su enorme ego ya nubló su lucidez e inteligencia que en un momento demostró, lo que deja en claro que su llegada al poder fue meteórica y que nunca se preparó ni sufrió para estar donde está parado.

Aunque parezca increíble el joven priista caminó y se encontró la gubernatura. Que suerte o no.