A ver, qué íbamos a escuchar, ¿descalificaciones, piquetes de ojos, pisotones?, y eso en que beneficia a la conciencia colectiva, ávida de por lo menos un discurso, uno solo que conmueva a Tlaxcala.
La cancelación del debate entre los candidatos a la gubernatura de Tlaxcala decepcionó a muchos, ansiosos de escenarios violentos en lo que pudo ser el intercambio de metralla. Mas dicha acción no obedeció, como dice el diputado con licencia Sergio González Hernández, a las múltiples descalificaciones contra Adriana Dávila, sino a una supuesta mejoría en las encuestas de las que dispone el PAN y que apuntan a una ligera ventaja de la apizaquense.
En consecuencia sería ocioso –según la percepción de los operadores adrianistas – exponer a su candidata al fuego cruzado entre Mariano González (PRI-PVEM) y Minerva Hernández (PRD-PT-Convergencia) de quienes hasta llegaron a pensar que podrían intercambiar tarjetas informativas para utilizarlas contra la comunicóloga egresada de la Universidad del Altiplano.
A todos les convino rajarse
Al Instituto Electoral de Taxcala, porque sus inexpertos consejeros ya perlaban su frente de sudor, de ese sudor ocasionado por el pánico de quien llegó sin merecimientos a sentarse en el escritorio más grande de San Manuel.
A Adriana, porque sin su presencia en una tribuna teniendo enfrente a Mariano y a Minerva, no será necesario escuchar alocuciones tan largas como el invierno polar y tan faltas de contenido como los parlamentos de Mario Moreno en la cinta Si yo fuera diputado (dirigida por Miguel M. Delgado).
A Mariano, porque su misoginia, negada y defendida por Martha Palafox (la diputada boxeadora) Linda Munive Temoltzin (el fracaso priísta en persona) y por Blanca Águila (que se ve rete guapa con 15 kilos menos), por lo menos no tuvo el riesgo de desbordarse al tiempo que una de sus manos comenzara a moverse sin control. Además, según la más reciente encuesta (de Mendoza Blanco y Asociados) anda cinco puntos arriba de Dávila, entonces ese ejercicio de potencial violencia innecesaria, ¿para qué?
A Minerva, porque su campaña va para arriba en las encuestas, gracias al discurso propositivo de la senadora con licencia, quien está demostrando al país entero, la forma en que una mujer, solita, es capaz de despojarse de la mala sombra de un partido chueco, con dirigentes que lo venden al mejor postor y con integrantes tan, pero tan sorprendentes (¿?) como el candidato a alcalde de Panotla (un empleado de la Segob llamado Lowel Taylor).
Por gracia divina nos libramos de un intercambio de frases vanas y de argumentos virulentos que, a estas alturas son más que innecesarios.
Nada más que tal cancelación también evidenció que entre el discurso muy particular de cada candidato se han producido errores graves, como aquél accidente que cobró la vida a dos personas y que retrató de cuerpo entero la caótica campaña de Dávila; como la misoginia combinada con androginia expresadas en uno de los arranques de Mariano, quien hizo pomada al inocente de Domingo Fernández (ajá) luego que este irrumpió con un maravilloso nivel de manejo de crisis (¿?) cuando a Adri le tundían por aquí y por allá (yo sé que con el tiempo le va a hacer bien… ¡¿queeé?!)
Al día de hoy no he podido escuchar un solo discurso que me ponga la piel chinita, vamos, ni siquiera de parte de Beatriz Paredes, que ayer muy de huipil pidió a los gobiernos federal y estatal que saquen las manos de la elección, pero haga de cuenta que se convirtió en estatua de sal cuando le preguntaron si metería las manos al fuego por el tranza de Fidel Herrera y, las nuevas grabaciones tan parecidas a las del gober lindísimo de Puebla.
Ese no es el tema, respondió. O sea, hasta esas vacas sagradas de la política caen redonditas ante la picardía de los reporteros.
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