Conforme pasan los días y los meses cada vez se desdibuja más la pomposa figura de los “superdelegados” creada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para aterrizar y operar en las entidades del país los programas de su administración que están cargados con una alta dosis de asistencialismo que difícilmente ayudarán a resolver los problemas de seguridad, desempleo y pobreza.
A más de seis meses de iniciado el nuevo gobierno federal, es evidente que el “superdelegado” es una figura decorativa que no hace más que supervisar que se cumplan con las metas establecidas a nivel central respecto a los alcances de los programas, porque está comprobado que no tiene capacidad de mando, ni la posibilidad de establecer criterios para mejorar sus acciones, así como tampoco cuenta con la facultad de designar a sus colaboradores y mucho menos a los actuales encargados de las dependencias federales, quienes son unos “Godinez” más porque no tiene ni la fuerza ni las atribuciones de los delegados que oficialmente desaparecieron el pasado 31 de mayo.
El mejor ejemplo de lo anterior es la acotada Lorena Cuéllar Cisneros, diputada federal con licencia y hoy convertida en “superdelegada”, quien en cada entrevista que ofrece a los medios de comunicación se desnuda y sin tapujos se muestra como una funcionaria inexperta que no domina ningún tema y que su improvisación la lleva a cometer graves errores.
Al hablar de los alcances y avances de los programas federales, la ex senadora confunde las cifras y no termina por controlar el tema que ya debería manejar casi a la perfección. Al hablar del problema de la seguridad en Tlaxcala divaga y contesta por inercia, de ahí que lejos de ser precisa sólo se muestra como una “superdelegada” desinformada que sabe muy poco de la estrategia nacional, ya sea porque a nivel federal no le dan los datos o porque simplemente no le tienen confianza.
Y su ignorancia es más notoria cuando le preguntan sobre el estado que guardan las oficinas de representación de las dependencias federales en la entidad. Sabe que si han existido despidos de trabajadores pero no sabe cuántos y si ese proceso seguirá. Deja entrever que hubo anomalías pero desconoce si habrá procedimientos administrativos o penales contra los ex funcionarios y lo que es peor dice no saber quiénes serán los encargados de esas oficinas que hoy existen pero nadie tiene conocimiento de qué labores hacen ni qué acciones realizan.
Se dice que en Tlaxcala se espera el cierre de más de 30 delegaciones de las 44 que funcionan en estos momentos en el estado, medida que estaría analizando el gobierno de López Obrador que por todos los medios busca lograr ahorros a las finanzas federales aunque eso implique dejar sin trabajo a cientos de tlaxcaltecas.
Lorena Cuéllar está lejos de ser una poderosa funcionaria federal y mucho menos una política madura e informada que se está preparando para convertirse en la probable candidata al gobierno de Tlaxcala. Lo suyo es esperar a que las circunstancias se le acomoden y cumplir ese sueño sin que realmente trabaje seriamente por conseguirlo.
Al inicio del gobierno federal de López Obrador, la “superdelegada” brillaba, pero conforme han pasado los días, las semanas y los meses esa luz se ha venido extinguiendo, porque al final su cargo representa una figura decorativa que cualquier otro tlaxcalteca podría desempeñar sin ningún problema o dificultad porque qué esfuerzo puede implicar verificar que los benecifiarios de los programas reciban su tarjeta y empiecen a recibir el dinero prometido.
Por esa razón, Cuéllar Cisneros tiene tiempo para organizar y supervisar todos los detalles del enlace matrimonial de su hija Fernanda, quien este fin de semana contraerá nupcias con un abogado tlaxcalteca.
La sencilla ceremonia como ella misma la describe, se realizará en el municipio poblano de Zacatlán donde se ubica una imponente hacienda, lugar al que se espera la presencia de 400 selectos invitados que serán testigos de ese acontecimiento social.
Del gobierno federal y de sus funcionarios se esperaba más, pero está visto que eso es mucho pedir. O no.
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