…sacar frustraciones y recuerdos del baúl para pasarlos a la humanidad de mujeres y hombres con vocación.


De veras que la indignación de los normalistas de la Escuela Leonarda Gómez Blanco, era evidente. Pocas veces se ve semejante organización en demanda de peticiones justas, en contra de funcionarios que dan un destino arbitrario a los fondos que deberían llegar a instituciones como esta, ricas en sangre nueva y con un compromiso social a flor de piel.

Lo que preocupa es que el bello centro histórico de Tlaxcala comience a ser escenario de movimientos de este tipo que se multiplican por la proximidad de las elecciones, pero también por delicadísimas demandas, como la expuesta por comerciantes y artesanos en contra de policías estatales.

He visto la sinrazón como único lenguaje utilizado por policías que emulan al general secretario Leopoldo Martínez García, en eso de la prepotencia y el terror como mecanismo intimidatorio, incluso a la gente buena.

No hay postura más abyecta que la de un militar en retiro abriendo su baúl de frustraciones y sufrimientos para pasarlos por la humanidad de hombres y mujeres con vocación de servicio. Mire que eso de explotar a los becarios enviándolos a maniobras peligrosas es una forma de pasarse de listo y de ganar el mote de El jefe de la mafia, como algunos ya comienzan a llamarlo.

Así que la prudencia debe caber en todos porque unos nos pasamos de rebeldes y los otros de intolerantes, actitudes ambas que a nadie conviene en momentos tan intensos como los que estamos viviendo.

Ni modo de erigirle un monumento a la intolerancia y al terror al general que fue capaz de ir a saquear la bodega del ejido de Altzayanca bajo el pretexto de que había armas. No, lo que debemos hacer es decirle a los militares que son tan humanos como cualquiera y que cada quincena les pagan con el dinero que usted y yo aportamos en calidad tributaria.

Claro, estamos frente a las vacas sagradas retiradas del Ejército. Ya ve, al general Gastón Menchaca Arias –recién nombrado secretario de seguridad en Morelos- le quitamos lo huraño cuando le preguntamos sobre sus correrías para atrapar a Alcides Magaña y, cuando no le quedó más que explicarnos lo de la balacera en tierras michoacanas.

Pues intuyo que el general Leopoldo García también es humano. Y también tiene su corazón. Por eso pretendió liberar a bola de presos, bien peligrosos por cierto, pero aprovechando el momento del rezo y el tesito y la galletita de una fundación bien católica y piadosa de la que forma parte.

Hasta me hace recordar al portentoso Mario Benedetti que, hace unos días decidió dejarnos en este valle de lágrimas: Digamos que te alejas definitivamente/hacia el pozo de olvido que prefieres,/pero la mejor parte de tu espacio,/en realidad la única constante de tu espacio,/quedará para siempre en mí, doliente,/persuadida, frustrada, silenciosa,/quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,/tu corazón de una promesa únicaen mí que estoy /enteramente solo/sobreviviéndote.