Cada candidato a gobernador debe saber que los pobladores somos frágiles, humanos… si asistimos a escucharlos, lo menos que deben hacer es ser precavidos.


Según Pablo Morales, quien es uno de los asesores de medios de Adriana Dávila, la candidata de la alianza para el progreso (PAN-PANAL-PAC), Roberto Mendoza, el conductor de la camioneta que atropelló a varias personas en la colonia Díaz Ordaz, allá por Emiliano Zapata, “su subió a un pradito” para evitar el choque de frente contra otra de las unidades del convoy que ya se trasladaba a otro acto proselitista.

Morales asegura que esta desgracia es un desafortunado accidente, porque el vehículo GMC Express Van de modelo reciente y propiedad del Comité Directivo Estatal del PAN, se quedó sin frenos, “cuando nosotros arribamos a la unidad, la arranca el chofer, le mete la velocidad como cualquiera lo hace y la unidad se va solita. Intenta pedalearle –el freno– y no responde”.

La muerte de dos personas y las lesiones a otras tres, son el doloroso saldo. Se advierte que el conductor desvió bruscamente la unidad para evitar el encontronazo contra otra camioneta. Así sería la antesala de la tragedia.

Después, deslindes, disculpas, rostros desencajados y, sobre todo la seguridad de que este tipo de episodios no debe repetirse.

Es consecuencia del acortamiento de las campañas. De la insistencia de coordinadores para celebrar múltiples reuniones bajo una agenda llena de factores de riesgo. Cincuenta y seis días no son suficientes para recorrer cientos de comunidades de sesenta municipios.

Domina la velocidad. Los apacibles parajes registran el vaivén frenético de unos y otros candidatos, convencidos de que el pueblo arde en deseos de verles, de escuchar sus magníficas alocuciones, de estrechar sus cariñosas manos.

De hoy en adelante, asistir a una gira de proselitismo debe acompañarse de la leyenda: “bajo su propio riesgo”, como en la carrera de carcachas.

Los pobladores que asisten a mítines son frágiles, son seres humanos. Algunos comparten la ilusión de sumarse a lo que puede ser un triunfo electoral. Otros ni vela tienen en el entierro, pero se exponen por igual. ¿Quién sería capaz de soportar la embestida de una unidad que pesa más de dos mil kilogramos?

La desgracia es el precio que paga un proyecto político por alentar el lado cuantitativo de la promoción, por cumplir con una agenda bajo la presión de múltiples interesados en sumar por sumar, en ganar a toda costa.

¿Y las autoridades, qué papel juegan en este incidente?; ¿Por dónde andaban los responsables de protección civil, de vialidad, de seguridad pública?

Ah, ya se. A estos n les funciona la política de prevención.

¡No más carreras, candidatos!
No tienen derecho de irrumpir con sus discursos baratos y sus camionetas sin frenos en los pueblos que aceptan recibirlos.

Un poco de inteligencia, por favor. Un mínimo de planeación. Un obligado mantenimiento a cada auto utilizado. La revisión permanente del estado de salud de los conductores. No todos tienen las capacidades de quienes sienten sobre sus hombros la presión de las encuestas.
Los cuatro abanderados que buscan la gubernatura tienen que aplicar el freno de la conciencia a sus respectivos equipos. Sabemos de su recio temperamento y su prisa por sumar kilómetros a sus ineficiencias. De sus ganas por afirmar, “si no gané fue por mala suerte, porque visité a tantos miles y comprometí a otros tantos”.

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