El gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez entró a la etapa intermedia de su periodo para el que fue electo, por lo que de ahora en adelante será inevitable el tema de la sucesión en Tlaxcala. Los precandidatos opositores aprovecharán cualquier asunto para mantenerse vigentes y en el ánimo de los electores, mientras que los aspirantes priistas tienen la obligación de mostrarse y empezar a jugar si es que no quieren rezagarse rumbo a los comicios del 2021.

Las circunstancias políticas en Tlaxcala cambiarán en el presente año no sólo al interior del grupo en el poder que deberá realizar ajustes y cambios para enfrentar las elecciones del 2021, sino en la oposición que si quiere ganar la gubernatura y quitársela al PRI tendrá que armar un proyecto viable y llevar como candidato o candidata al mejor aspirante posicionado.

Si bien hoy en día hay elementos y condiciones que hacen pensar que Morena y sus aliados naturales (el PT y el PES) podrían ganar sin problemas la gubernatura en Tlaxcala, la realidad es que el PRI estaría en condiciones de dar pelea si pone en marcha un urgente proceso de reestructuración y deja de ser un ente pasmado incapaz de superar la derrota electoral que sufrió a nivel nacional y en el estado en los comicios del año pasado.

El PAN se encuentra fracturado y debilitado y para sobrevivir quizá deba recurrir a otra alianza electoral con el PRD, partido que está moribundo y sin figuras capaces de revivirlo.

Normalmente los gobernantes siempre llegan fortalecidos y con una estructura política y electoral definida a la mitad de sus administraciones, lo cual hoy no se percibe en Tlaxcala cuando vemos que el mandatario Mena apenas si alcanza una aprobación de casi tres de cada diez tlaxcaltecas y cuando su gabinete y equipo de trabajo refleja cansancio y ningún ánimo de cumplir con las expectativas que los ciudadanos depositaron en el proyecto que ganó la gubernatura en el 2016.

Los ciudadanos empiezan a observar a un gobernador débil que estaría siendo sometido por unos inexpertos diputados locales que se mueven más por instinto que por conocimiento, lo cual se debería evitar porque de mantenerse esa idea la sucesión se complicará y disminuirán las posibilidades de que el PRI retenga el gobierno de Tlaxcala.

Los cambios de ciertos funcionarios de la administración estatal son más que obligados, pues está más que comprobado que su labor en los últimos dos años fue intrascendente y que en esas circunstancias no son útiles para el trabajo y operación que viene, como es el caso de los secretarios de Salud, Alberto Jonguitud Falcón; de Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Vivienda, Francisco Javier Romero Ahuactzi ; de la Contraloría del Ejecutivo, María Maricela Escobar Sánchez; de Turismo, Roberto Núñez Baelón; y de Políticas Públicas y Participación Ciudadana, Lenin Calva Pérez.

El gobierno de Mena no ha estado ajeno al tema de la sucesión, ya que nadie puede negar que su acercamiento con el grupo orticista y la UAT tiene fines políticos, así como el apapacho que ha ofrecido al ex gobernador morenista priista José Antonio Álvarez Lima y a la ex embajadora y ex mandataria de Tlaxcala, Beatriz Paredes Rangel.

El grupo del ex gobernador Mariano González Zarur ya está reagrupándose y su activismo está presente por todo el estado, por lo que en unos meses saldrán a mostrar su apoyo y respaldo al ex diputado federal Ricardo García Portilla, quien también es impulsado por priistas con influencia nacional.

Anabell Ávalos Zempoalteca, alcaldes capitalina que le encanta negar sus aspiraciones políticas cuando en realidad se muere de ganas por ser la candidata del PRI al gobierno del estado, tiene prendida su veladora para que Miguel Ángel Osorio Chong deje el Senado y se convierta en el líder nacional del ex partidazo, pues sabe que su amigo podría ser un factor de peso para ayudarla a cumplir su enfermiza obsesión de ser la segunda mandataria de Tlaxcala.

La carrera por la sucesión ya comenzó y nadie la detendrá.