A una semana del estruendoso discurso del gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez sobre las deslealtades de sus funcionarios y el relanzamiento de su administración, sólo se ha concretado la salida del secretario de Gobierno Tito Cervantes Zepeda y de otros dos servidores públicos cuyo trabajo era mediocre, así como la rotación de empleados encargados de administrar recursos públicos.

Gabinete 13 (FILEminimizer)

Hasta ahora nadie sabe con precisión cuál fue la deslealtad o la terrible falta que cometió Tito Cervantes para ser removido de su cargo y permitir la llegada del lenguaraz ex procurador José Aarón Pérez Carro, quien según una entrevista concedida a El Sol de Tlaxcala encontró la dependencia en orden y a un estado en paz y con estabilidad.

El incoloro nuevo secretario de Gobierno volvió a recurrir a posturas mediocres y desgastadas para dar nota y pretender aparecer como un funcionario de altos vuelos.

En la entrevista a modo, el ex servidor público de la PGR dijo que llevará a cabo un diagnóstico de la dependencia para conocer sus áreas de oportunidades, tal y como lo hizo en la Procuraduría General de Justicia en el Estado, donde según él, dejó una reorganización y un nuevo ambiente de trabajo, lo cual es más falso porque esa institución sigue sumergida en la ineficiencia, al grado que el ególatra subprocurador José Antonio Aquiahuatl Sánchez está más interesado en promover a una universidad “pato” que en atender sus responsabilidades.

Los ciudadanos esperaban cambios de fondos en el gabinete y no la rotación de piezas. La salida de Roberto Armas Aramburu de la dirección de Pensiones Civiles para dar paso a Roberto Carlos Morán Pérez es intrascendente y en nada mejorará la actuación de la administración estatal.

Los sesudos análisis publicados en otros medios refieren que Roberto Armas se fue por ser marianista, pero si eso fuera un motivo para dejar de cobrar en el gobierno estatal Juan Antonio González Necoechea ya habría abandonado su puesto como director del ITC, no sólo porque ser sobrino del ex gobernador Mariano González Zarur, sino porque su trabajo es tan malo que su limitada inteligencia le impide valorar en su justa dimensión la llegada a Tlaxcala de la Secretaría de Cultura de la administración federal que presidirá Andrés Manuel López Obrador.

La remoción de Mario Hernández Ramírez de la dirección Administrativa de la Secretaría de Salud era obligada y se debió dar desde hace unos meses cuando ese funcionario provocó la infección de varios enfermos renales. También es responsable del desorden financiero y la escasez de vacunas y otros insumos en clínicas y hospitales.

Para tratar de corregir esos errores en la Sesa se nombró a Guadalupe Zamora Rodríguez, quien se desempeñaba como directora administrativa en la USET, dependencia que ya va por su tercer administrador con la llegada de Alicia Zamora Domínguez.

Llama la atención que los cambios se centren en la áreas donde se maneja y ejecutan los gastos de las dependencias estatales, situación que resulta preocupante porque pareciera que existen irregularidades o subejercicios que se pretenden cubrir y esconder.

Un informe de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público que circuló hace unos días entre diputados federales y senadores, reveló que en Tlaxcala hay un subejercicio superior a los cuatro mil millones de pesos, es decir, existen recursos que se han recibido y que por alguna razón no se han ejercido.

Y si el gobernador está decidido en castigar la deslealtad y a los funcionarios que no trabajaron para que el PRI obtuviera el triunfo en los comicios del 1 de julio, valdría la pena que preguntara a uno de sus secretarios adicto a las cartas aclaratorias y al protagonismo que le explicara las razones que lo llevaron a asistir a la casa de la familia Haces en la Ciudad de México para apoyar a los candidatos de Morena. El encuentro estuvo presidido ni más ni menos que Layda Elena Sansores San Román.

El funcionario en cuestión no es tlaxcalteca y llegó al gabinete presumiendo un amplio currículum que con el paso de los meses se comprobó que sólo era la acumulación de hojas de papel. Le encanta la vigilancia a través de cámaras y presumir el control que ejerce sobre sus subordinados.