El presidente Enrique Peña Nieto decidió venir a Tlaxcala para despedir a alguien que está lejos de ser un modelo de gobernador. Al igual que otros ex mandatarios estatales que han dejado sus cargos en los últimos días, Mariano González también incurrió en excesos que hoy nadie quiere ver.

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Hoy el presidente de México Enrique Peña Nieto le dará un inmerecido adiós a un gobernador que claramente demuestra que tanto el viejo PRI como el nuevo son iguales. En en ambos prevalecen los genes de la corrupción y los excesos, aunque quizá en algunos mandatarios se acentúan más esas cualidades tan nefastas.

Sin dudarlo, Peña Nieto verá la misma realidad que dibuja del estado el gobernador Mariano González Zarur. Ambos podrán presumir durante la inaguración del Hospital Regional de San Pablo del Monte la frase publicitaria del gobierno federal de que lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho.

Tratarán de exaltar supuestos logros alcanzados en los últimos años en Tlaxcala, como el número de personas aseguradas, la creación de empleos, la llegada de empresas extranjeras, la supuesta disminución de la pobreza extrema, la creación de escuelas de tiempo completo, la nula deuda del estado y obras relevantes como el Hospital Regional de San Pablo del Monte y la Ciudad Judicial.

Si en Tlaxcala la pobreza incluye casi a siete de cada diez habitantes eso no importa, menos el tema de la inseguridad que está desbordada, donde los secuestros, los robos a mano armada, violaciones, feminicidios, robo de vehículos y homicidios dolosos van en aumento.

Tampoco será relevante que el sistema de salud de Tlaxcala enfrente una crisis, pues no hay equipo para atender a los enfermos ni las medicinas suficientes que requieren los pacientes. Menos importa que se pierdan 16 millones de pesos etiquetados por la Secretaría de Hacienda para construir una clínica que atienda a personas que requieren atención por enfrentar insuficiencia renal, sólo porque la gestión la hizo la senadora perredista Lorena Cuéllar Cisneros.

Valdría la pena que el presidente Enrique Peña preguntara a los tlaxcaltecas que no son acarreados ni obligados a asistir a eventos oficiales cuál es su sentir sobre el desempeño del mandatario estatal y comprobaría que nadie comparte su forma de gobernar y mucho menos sus excesos.

Mariano González fue un gobernador que maltrató a todos los sectores de la sociedad tlaxcalteca, ya que no hay uno que pueda presumir que recibió un buen trato del hacendado.

En cambio, el mandatario sí benefició a sus hijos, a su amigo el empresario Rafael Torres, así como a los funcionarios que lo acompañaron o cerrarán con el su administración, quienes de la noche a la mañana acumularon una riqueza inexplicable y que son propietarios de empresas proveedoras y constructoras favoritas del gobierno del estado.

El manchigobierno está a punto de morir y necesita con urgencia las palabras y el aval del presidente Enrique Peña Nieto para presumir que cumplió. Recibirá un inmerecido reconocimiento que para la mayoría de los tlaxcaltecas será un insulto.

Y será en poco tiempo cuando Mariano González compruebe que su herencia apesta.