Si en el espectro nacional el partido de la derecha consintió aliarse con sus enemigos ideológicos de la izquierda, ¿usted creé que va a romper con el orticismo?
Yo creo que en materia de poder y, los mecanismos para conservarlo no valen los experimentos y el PAN, está dispuesto a cuanta acción le permita, por lo menos, prolongar su agonía en la Presidencia. Vende cara su derrota en 2012, desconoce acuerdos con el PRI y genera la indignación del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, abierto opositor a las alianzas coyunturales.
En Tlaxcala, el PAN aceptó aliarse en 2004 con el orticismo, una expresión priísta que contiene decenas de grupos, pero los principales son el propio Héctor Ortiz, la diputada federal Beatriz Paredes, la UAT, Guadalupe Lozano, en fin, una larga lista de colectivos, capaces de afianzarse al poder, a través de una constante actualización y cohesión entre ellos.
Por eso, al PAN le habría resultado caro creer que por él, fue capaz de conquistar el poder y mal haría en darse la libertad de pensar como un ente líder, cuando todos sabemos lo acotado que se encuentra en medio de la vorágine de líderes que utilizan sus siglas para acopiar masivamente votos.
Así que una imitación de Gómez Mont a estas alturas o, un paralelismo con Ana Tere en Puebla, serían desastrosos para un partido que, hábilmente aceptó las condiciones a través de las cuales apareció como triunfador en la elección de noviembre de 2004 y nada mal le caería repetir en julio de este año.
Sin exageraciones, el PAN representa entre 15 y 20 por ciento de la alianza con el orticismo.
Le han permitido dar la cara, como un proyecto afín al Presidente. A cambio han obtenido presupuestos históricos. Es un juego entendible: el PRI haciendo gobierno disfrazado de PAN. Es la realidad que vivimos en nuestro pequeño estado.
A veces no entendemos el origen del PAN en el poder y suponemos que la efímera carrera de personajes coyunturales, obedece al crecimiento desmesurado de la derecha en Tlaxcala.
Nada podría ser más descontextualizado.
Aquí triunfa la esgrima de legendarios nombres, participantes en distintas luchas y herederos de los hacedores de la Tlaxcala actual. O sea, el legado de Emilio Sánchez Piedras se mueve como galaxias en el universo. Unas estallan; otras crecen y también las hay que desaparecen.
Pero en esa obscuridad no se tiene registro de algún triunfo por generación espontánea y menos oportunista.
Digamos que los cuentos de hadas son propios para los pequeños que asisten a las guarderías de la Sedesol, pero aquí se trata del poder. Viendo la desesperación de Calderón para consentir alianzas con el PRD, señores, lo menos que haría es romper con el PRI-Ortiz-Beatriz.
Al contrario. Del probable triunfo sustentado en los excesos de Ortiz, depende una parte fundamental de la confianza con la que en 2012 llegue a las urnas el partido del Presidente, por cierto raspado por su propio secretario de Gobernación, quien ya apostaba por adelantado al exterminio de su propio partido, y en consecuencia lamentó la coalición PAN-PRD en Oaxaca, porque en eso no quedó con sus amigos priístas.
Pero vea lo importante que es Tlaxcala para Calderón. A través de Ortiz tiene un vínculo con Beatriz. Digamos que con pago bien barato, tiene tranquilos a sus aliados tricolores-orticistas, esos que se dejan vestir de azul e inventan discursos propanistas y hasta se dan el lujo de impulsar una reforma constitucional para encarcelar a las mujeres que lleguen a practicarse un aborto.
Tan hábiles son, que también se alían con el jerarca de la iglesia Católica para seguir sumando elementos al escenario en el cual se filme la película de un nuevo triunfo panista gracias a la operación extrema de un individuo llamado Héctor Ortiz, una lideresa de “avanzada” de nombre Beatriz Paredes y un Presidente vituperado y desesperado, de nombre Felipe Calderón Hinojosa.
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