Ni orejas, ni rabo, ni aplausos, ni hombros… el estado de Tlaxcala sigue de pie a pesar de haber estado en la ruta del ciclón de Rancho Seco
Esta vez el histrión de Rancho Seco no regañó a la prensa. ¡Cuidado, algo quiere! Ah, es que ya comenzó a despedirse. ¿Qué va a ser de los medios sin el temperamental, sin sus cátedras, sin sus arranques iracundos y sus temblores de mano, sin su hermano gemelo Rafael Herrerías, sin sus discursos poco afortunados? ¡Ay de nosotros, dónde conseguiremos el reemplazo de esta mezcla, entre capulina, el Tuca y Mauricio Garcés!
Dice que al irse quiere aplausos. ¡Y quiere salir en hombros!
Eso sí va a estar difícil. ¿Quién se echa el trompo a la uña para cargar semejante fardo?
¿El estado es mejor de cómo lo encontró?, ¿Hay más empleos, más seguridad, más inversión, más respeto con los otros poderes?
De que le aplauden, le aplauden. Por ejemplo, los Maldonado… a Hectorcito le arregló su situación económica de porvida, a su amá, la comis, le dio chamba de consejera jurídica y al apá, lo ha de traer fumando habanos caros y tomando el mejor wisky. A pues así cómo no aplaudirle.
¿Pensarán lo mismo los ancianos, los policías, los desempleados? Yo creo que no.
¿Dónde quedaron las tremendas ganas de ser gobernador para transformar al estado? Porque así hablaba cuando no hallaba quien respaldara sus planes.
Lo que sí hay que reconocerle es la tremenda suerte que tiene.
Si alguna vez encabezó las listas de gobernadores susceptibles de ir a la cárcel por corruptos, pudo quitar su nombre gracias a las crisis paralelas de su partido y de Presidencia.
Supo meterse por las grietas de la grilla y mírenlo ahora, pidiendo aplausos al respetable.
Puede que su lugar lo haya ocupado Javier Duarte, de Veracruz, o Enrique Borge Angulo, de Quintana Roo… allá donde al PRI lo hicieron añicos mediante la alianza entre el PRD y el PAN.
Ah, ya caigo, entonces esa fue una de las grandes hazañas suyas. Hizo su cómplice a Adriana Dávila Fernández y le ofreció lo que quisiera a cambio de no permitir una alianza con el PRD, encabezado por Lorena Cuéllar.
Su paisana, la senadora apizaquense entendió el mensaje, algo le aprendió del arte de mentir y, ándale hizo uno de los engaños colectivos más despreciables. Porque siempre supo que iba a perder en las urnas. Porque su encargo quedó hoy evidenciado, hoy que piden su expulsión de las filas del PAN.
¿Apoco creía que no nos íbamos a dar cuenta?… nos subestima, mi estimada senadora.
Librado el riesgo de caer en los hoyos de los que difícilmente saldrán Duarte y Borge, el señor manchis nos tiene preparado el enésimo engaño.
Se va, pero no se va.
Sí, porque aunque su residencia la cambiase a España –donde dicen que tiene importantes inversiones- nos deja al hijo de diputado. Ahora nada más falta que alguien lo quiera hacer secretario de gobierno, eso sí sería la hecatombe.
Si se va y quiere aplausos, que cargue todos sus tiliches.
Ni hablar, nos vamos a tener que chutar toda una legislatura con un diputado muy particular, comenzando por el nombre. Y luego los antecedentes de corrupción en la administración, en la obra pública… en la seguridad.
Eso no se aplaude. Eso merece cinco silbidos.
Amable, sonriente… seductor. Ahora estamos conociendo a otro manchis. Acaso el mismo que visita a Maricela Morales en Milán. No, pues es un encanto.
Pero qué tal cuando el poder lo enceguecía cada que alguien se atrevía a contradecirlo, o a hacerle alguna sugerencia para aminorar el impacto de sus cornadas de ignorancia.
Snif… se nos va el egresado de las Academias Patrulla. Y quiere aplausos.
Pues si se los quiere ganar dispone de varios meses para enmendar uno tras otro, de los tantos agravios cometidos al amparo de la forma muy suya de apreciar y aplicar las verdaderas máximas de su partido: la traición y el engaño.
Aquí nos quedamos, con nuestros familiares lastimados, empobrecidos o muertos. Contando los días para esos aplausos.
Los nuevos ricos cómo no lo van a ovacionar. Por ejemplo el chapis Ordóñez, o Ubaldo, o Temoltzin, o Fragoso, o Guarneros.
Cada uno tiene un pie en la cárcel, o no, dependiendo de cómo aclaren los pendientes de los que ya se despide el señor Mariano González Zarur.
El mensaje no puede ser más claro. “Me les voy… aguas porque ya no va a haber quien los libre de sus marranadas”.
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