Adriana se impone, ganan Felipe y Margarita a Moreno Valle; pero el plan original tenía otro guión; hoy, los otrora aliados definirán hacia donde decantan sus cultos a sí mismos.
El PRI no ha reparado en meterse hasta la cocina en las doce entidades que eligen gobernador, para disponer de la suficiente información que le permita palomear a su mejor opción. Y convertirlo en el candidato del presidente Enrique Peña Nieto.
Por ejemplo, Ignacio Ayala en Colima, cuyo triunfo sobre el perredista Jorge Luis Preciado, en la elección extraordinaria de ayer domingo parece irreversible; por ejemplo la senadora Blanca Alcalá en Puebla, que emparejó la competencia con Tony Galy, delfín del gobernador Rafael Moreno Valle.
El tricolor no esconde las ganas de dar la pelea en 2016 y quedarse con la mayoría de las gubernaturas en disputa. ¿La mayoría? Sí porque parece que algunas plazas podría estimarlas material de sacrificio, para no llevarse el pastel completo, y con ello la rechifla de los electores que insisten en ver el vaso medio lleno de la democracia en México.
Claro, hablo de Tlaxcala. Mil mensajes fueron enviados al terco coordinador de los esfuerzos para imprimirle un poco de sensibilidad sobre quién sería la candidata de Peña Nieto. Mas las viseras a lado de sus respectivos oclayos le han impedido una visión panorámica. Y se concentró en el surco en dirección del cual ara su alianza aldeana.
Paralelamente en el CEN panista culmina el agarrón entre Margarita Zavala y su marido Felipe el expresidente, en contra del gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle, mano en la comisión nacional permanente y precursora de alianzas con el PRD. Ello alumbra en el sentido que la candidata del PAN va a ser Adriana Dávila Fernández.
De nueva cuenta va a tener la oportunidad de demostrar de qué está hecha, con qué porcentaje del PAN va y hasta dónde el voto de los tlaxcaltecas por el albiazul puede ser tan abundante como para permitirle un sonoro triunfo el cinco de junio.
Las cosas ocurren a la inversa del plan original escrito bajo la siglas adri-manchis. Se suponía que el de Apizaco quedara fuera de escena para poder apuntar sus baterías a la causa de su paisana. Pero sin perder el control. Escondido entre las naguas de una gobernadora que casi todo se lo debiera a él. Y de nuevo, el fantasma de la traición invade el recinto de estos dos… ¿Cuál lo merece, cuál habrá de mandar? Eso no estaba en su guión.
Nada es cosa del azar. Hasta pareciera la manota del big brother Manlio Fabio Beltrones, metido hasta el tuétano de los actores y constante en el flujo de cualquier cambio.
Solo estaba disponible la habitación 1408 (terror, 2007 dirigida por Mikael Hafströn) y puede que enloquezcan poco a poco, presas de la desesperación porque todo comenzó por salir de su control y, al paso de las horas nuevas complicaciones surgen. El más vulnerable es al que le tiembla la mano, o sea, espantado ya andaba. Este susto es una raya más al tigre.
Al mal tiempo
He ahí la plaza para quien la pueda tomar. Como una contribución de un tricolor satisfecho en sus acciones de colocar trampas y cebos.
¿Quién dice yo?, ¿Adriana, Lorena, Martha, Serafin?
Facilita este escenario la insistencia de Marco Mena por no quitarse de enfrente al estorbo que lo siente su subordinado. Y luego lo niega.
Digamos que este es el anexo de la habitación 1408, operada por un tal manchis con la creencia que organizando el nuevo cochinero en 2016 le van a permitir el uso de los colores del PRI para afianzar el puente que le permita salvar el pellejo.
Como veo las cosas Tlaxcala tiene ya su lugar ganado, pero en el limbo, donde hasta ahorita, nada para nadie, salvo que algo extraordinario ocurriera:
- El cuasi cadáver político que le estorba a Marco Mena, podría renunciar y llevar su vibras malas a lugares donde no provoque los daños que aquí.
- Se podría fingir enfermo. Ándale, hacer como que la mano de los temblores ya no le permite apariciones en público.
- Pedir clemencia pese a lo avanzado del brete en el que por su necedad se metió.
Mire que un cuate en el contexto del presidencialismo y sedicente respetuoso de los protocolos del partidazo, no debió dar rienda suelta al instinto, que embiste y bufa sin control, aunque después se arrepienta. Pero, palo dado ni Dios lo quita.
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