Es casi un perverso juego de palabras en el que todos pierden. El gran responsable ve la oportunidad de intensificar su autoritarismo; su conducta alcanzó niveles de gravedad.

Inseguridad 1, May Zaragoza, Mariano Gonzalez Zarur, Alicia Fragoso Sanchez, Cantinflas, Toros, Tlaxcala Online

Al calvo le molestarían elogios a sus risos, como al chaparro a su grandeza. Entonces, tras la crisis de los policías acreditables secuestradores, venirnos con que somos un estado seguro, es un atentado a la inteligencia.

Mal asesorado, el gobernador de Tlaxcala, procedió ante empresarios como si alguien, de mala leche (de seguro su vocero), le hubiese sugerido que se diluyó el impacto mediático de la pandilla de plagiarios uniformados.

Hoy, la desconfianza hacia los guardianes del orden es un concepto inamovible de la conciencia colectiva.

En consecuencia, que el señor Mariano González, pretenda jugar su índice en las encías de los tlaxcaltecas es una derrota electoral cantada de su partido, por cometer el abuso de burlarse de la gente.

Aun peor, Orlando May Zaragoza Ayala, conserva su puesto de comisionado de seguridad, ¡por las pistolas de su superior!

La acción, apartada de la mínima lógica, retrata de cuerpo completo al pretendido estadista, sometiendo a sus gobernados a un incómodo ambiente de inseguridad, pero persuadiéndolos de que las condiciones en Tlaxcala son tan propicias, por ejemplo para la inversión privada que, nos lleva a pensar en los irreversibles ocasionados por el consumo irracional de inhibidores neurológicos combinados con wiski.

Ante un público en su mayoría constituido por empresarios, en silencio absoluto, gobernante dijo: “no me vayan a twittear que me cuelgo medallas que no me corresponden, pero son cifras que dan organizaciones o instituciones”.

Tal vez las comparaciones sean molestas, pero ha habido gobernantes que prefieren participar en la captura de plagiarios hasta echarlos del estado, que este, defendiendo a su indefendible comisionado de Seguridad, en la mira del Ejército y de la Segob.

Sus imposiciones en los distritos electorales dos y tres, estarían menos expuestas si su gran patrocinador guardara silencio, porque plantear a la gente que en Tlaxcala se vive seguro es una anti campaña.

Y solamente que los opositores vivieran días trágicos, la actitud mariana es una despedida del poder, con dos años de anticipación.

Desentendido de su problemático retoño, a quien dicen que exilió al no soportar los desplantes – le vienen de familia-, ha roto la breve tregua que guardaba respecto a las desbocadas jornadas, como extensiones de sus retóricos, ilegales y narcisistas informes ciudadanos.

Vender escenarios ajenos a Tlaxcala a la clase política nacional, en la tarde de los helicópteros, los aplausos y el caviar, es un castillo de arena que se derrumbó al quedar expuesto, como dijo el güero polvos en televisa, “policías acusados ¿de qué cree?, sí, de secuestro, claro”.

Lo cocinan en el Legislativo

Hay los elementos para que los integrantes del Congreso de Tlaxcala, valoren la conducta de tan importante personaje.

De hecho, nos dicen, es uno de los temas que preocupa los integrantes de la Legislatura:

  1. Las condiciones de separación de poderes están dadas con la salida de Marco Antonio Mena de la Junta de Coordinación del Congreso (JCyCP).
  2. Antes sería un sacrilegio analizar con seriedad el desafuero para que el responsable de traer a los policías secuestradores, pero hoy el nuevo lenguaje con el que se hablan los legisladores se los permite.
  3. Podrían seguir como fue el paso del hoy líder estatal del PRI por la JCyCP, sumiso y sin compromiso con los representados. Entonces pasarán a la historia como una legislatura más, sin pena ni gloria, pese al despropósito que tienen frente.

Actuar en conciencia

Alardear de la inseguridad como si fuese lo contrario es una falta grave.

Todas las complejidades en torno al marianismo valen poco ante el inminente riesgo de una nueva crisis, esta vez ocasionada por la conducta errática de quien a falta de al menos un asesor digno, se permite estas desafortunadas sesiones de verdades a medias en medio de un discurso comprensiblemente autoritario.