La crónica se ubica hacia el medio día, cuando de algún despacho se proveyó  la tarjeta con los tres nombres propuestos para el relevo de Sabino Yano.

Digamos que lo más llamativo en torno a la crisis por la que atraviesa el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura fue el sobre con la terna propuesta por los asesores en materia cultural al gobernador Héctor Ortiz.

Este sería llevado por el personal de más confianza del ejecutivo tlaxcalteca a la casa de Gobierno. En los códigos propios del gobierno, fue Esperanza la encargada de entregar personalmente esta información.

El estado de quiebra de esta dependencia habría sido solventado a través de medidas extraordinarias para no emular lo que acontece con los burócratas de Panotla y la inexplicable conducta del más conflictivo de los alcaldes, Xavier Santacruz.

Se supo que tras el relajamiento –así lo describe un informe detallado – en los números de esta institución, comenzaron a aparecer los motivos del colapso: decenas de nuevas plazas creadas en forma arbitraria, ante la mirada impotente de quienes por años habían sostenido con discretas partidas una actividad creciente.

El problema ya se veía venir. Y no surge las demostraciones etílicas del todavía director, Sabino Yano Bretón, saliendo  una y otra vez en estado inconveniente del Jardín Plaza; data de la cuidadosa observación realizada por Consultores y Marketing Político (de Gisela Rubach).

Se da, estoy cierto,  como una eventualidad de carácter político principalmente que, en este momento debe tener en una condición semejante a otros personajes en activo, pero con dobles cartas credenciales.

Sí, me refiero a Alejandro García Arenas en la SECTE y a Ignacio López Sánchez en la gerencia del Fideicomiso de Ciudad Industrial Xicohtencatl.

Estos, que son momentos harto delicados en torno a eso que en política llaman definiciones, lealtades y tiempos, dibujan sostenido por alfileres a don Sabino Yano y su muy particular estilo de ser funcionario.

Nadie duda de sus capacidades. Muchos han visto hasta los desplantes entre divos de la cultura (como ha ocurrido entre Sabino y Milena Koprivitza por ejemplo), situaciones que le dan sabor a esto de expresar los conocimientos en esta rama, con el plus de hacer denso el ambiente al que dignen engalanar con sus crecientes presencias.

Eso es parte del espectáculo.

Lo que no supera la prueba es el contexto de valemadrismo para romper, armar a conveniencia, subir, bajar y, al final de cuentas, despertar el sospechosismo ante los excesos que con el tiempo, se convierten en actividad habitual.

Lo mejor es no retirar el ojo escrutador de lo que acontece en el ámbito de la cultura. Estar ciertos que los cambios ya se ven venir; que por iniciativa no paramos sino por el desastre administrativo, demandante con urgencia al día de hoy, de un relevo con la necesaria habilidad como para interrumpir la prolongada parranda con lapsos de lucidez, otros de franca genialidad pero, también de excesos, sin tener a cambio lo que los creativos a lo largo de la historia han sido capaces de entregar a los proveedores de la riqueza, necesarios para mover este complejo aparato.