Es el resultado de colocar como presidente a un sujeto sin el perfil demandado, pero que se pinta solo para extorsionar, demorar o hundir, según lo dicte su política de moches.
El negociazo llamado Comisión de Finanzas del Congreso local puede tener integrantes sin el perfil para encabezarla, pero qué tal para cambiar los dictámenes del Órgano de Fiscalización Superior (OFS), o para demorar dictámenes de cuentas públicas cuando los alcaldes se resisten al moche.
No entiendo entonces cuál es la función de la oficina de Crispín Gutiérrez y las decenas de auditores y los millones de pesos en equipo, si cuando los dictámenes llegan a manos de Chava Méndez Acametitla y rufianes que lo acompañan, los resultados pueden cambiar, de positivos a negativos –ante la falta de sustancia- o viceversa, porque para eso son los diputados de la Legislatura de la ley de Herodes.
Lo malo que, a unos días de las Fiestas Patrias y sus acostumbrados puentes, y cuando el avance en el Presupuesto de Egresos y Ley de Ingresos del próximo ejercicio, esa ridícula comisión del Congreso presume de haber logrado doce… ¡doce cuentas públicas, cuando suman más de cien los estados financieros de municipios y los otros llamados entes fiscalizables!
Ni es sangre fría, ni la ambición de esos delincuentes con fuero los ciega; lo cierto es que intentan masticar bocados tan grandes que sus maxilares ya no dan de sí.
Frenan el desempeño del estado; echando a perder han aprendido a llevarnos al extremo de la ineficiencia.
Convertidos en una calamidad para el estado, los integrantes de la comisión con la capacidad para pedir cuentas claras son vivo ejemplo de corrupción.
Purga en concesiones
La secretaria “perredista” de Comunicaciones (Secte) Gisela Santacruz, comete el desatino de tomar el pelo al gremio transportista, usando los manotazos de su jefe sobre la mesa como petate del muerto, para declarar sin vida a concesionarios incapaces de renovar sus unidades.
Esas placas, o se dan de baja, o se reservan.
¿Para quién?
Nos dicen que para disponer de estímulos en los cíclicos años de hidalgo organizados por el marianismo, de tal suerte que, los oficiales mayores, los diputados o ex diputados consentidos y demás variedad de cuervos, listos a lanzarse sobre desventurados transportistas, cada vez engrosan más sus flotillas.
A los pobres, ¿quién los defiende?
Nadie. Si sobreviven tienen suerte. Si conservan alguna concesión, de plano son afortunados. Los devoran los peces gordos del estanque llamado Secte, y acaban con sus nervios los emplazamientos de Mariano para que compren camionetas de más de seiscientos mil pesos.
Primer plazo: primero de agosto de este año.
Algunos pudieron… los menos. Los que no, ya se resignan a perder su concesión.
¿Cuánto vale un juego de placas?
Mínimo: $250 mil.
¿Entonces, por qué la opacidad para “reservar” concesiones?
Pues porque es uno más de los turbios negocios que aprovechan los gritos del tirano para entrar en período de purga.
Decenas de millones de pesos pasan de mano en mano… ¿oigan, si domina un sistema encabezado por un tahúr, pues qué nos esperábamos?
Los Coyotes… un barril sin fondo
Lo que opina Arturo Brizio Carter, respecto al destino de los equipos de provincia, como nuestros Coyotes, es digno de considerar.
Según el ex árbitro y hoy comentarista respondón de Televisa (se dan unas peleadas a la hora de las trasmisiones…) solamente las canteras de jugadores, como Los Tuzos de Pachuca y Las Chivas de Guadalajara, observan finanzas sanas, por la venta de jugadores.
Aquí, con cinco manchi melones, otros cinco de parte de Providencia (los cobertores del sexenio) y el resto de parte de Pachuca, los augurios son malitos.
Yo creo que todo partió de una juergota de algún potentado (como junior) que al calor de los güisquis un día se dijo… mi chavo, y por qué no tenemos un equipo de fut para que me luzca a nivel de cancha como remedo de Emily Accárraga con su América.
Como suele hacerlo porque para eso tiene un apá que lo consiente, involucró a dos-tres y ándale, comenzó la aventura.
Ya oyeron, hay que hacer de los Coyotes un semillero, para no tener que conformarnos con uno más de los manchi fracasos (es que ya hasta perdimos la cuenta).
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