Concluirá el tiempo legal de los fiscalizadores y nada concreto habrán conseguido, salvo estirar el negocio especulativo y esa nueva suerte de vender protección.
Unos y otros se tiran obuses para descalificarse. Nada mejor que las cuentas públicas para crucificar ex alcaldes… sugerir que son casi unos delincuentes, pasar de nuevo por el filtro de la comisión fiscalizadora la labor del OFS para volver a empezar de cero.
Pero los involucrados se limitan a la declaración especulativa. Aprovechan el morbo en los medios para tirar más lodo a los que son ya íconos de la opacidad (Pedro Pérez, Orlando Santacruz, Carlos Ixtlapale), pero no se conoce de un proceso penal en forma.
Nos da la corazonada que entre el presidente de la Comisión de Fiscalización del Congreso, y el titular del Órgano Superior de Fiscalización, Crispín Corona Gutiérrez, lo que hay son ganas de agotar su tiempo y seguir teniendo en capilla a sus clientes… los ex alcaldes, aguardando ser cohechados de un momento a otro, no para decretar aprobaciones mágicas de dichas cuentas, sino para dejarlas rezagadas.
Los tipos se adecuan a las circunstancias para conservar los cargos. Y más que entes de aplicación de la Ley, son unos negociantes de la misma. Qué bien, verdad, sería fiscalizar a los fiscalizadores.
Pero ocurre que hay una presión, desde el mismo gobierno de la República, para meter a la cárcel a quien sea necesario, como parte de mejorar la imagen de un sistema al cual no le afecta si aquellos sujetos colocados tras las rejas son de su mismo partido o de la oposición.
Varios estados ya lo han hecho: Tabasco, Coahuila, Jalisco, Oaxaca… donde el combate a la corrupción va en serio.
Pero aquí, estamos la situación es particularmente curiosa.
En el sexenio de las venganzas personales se alentó la conformación de una maquinaria, por ejemplo con individualidades de la talla de Salvador Méndez Acametitla, un gris ex alcalde de la oposición con su propia agenda de venganzas, y muchas ganas de progresar en lo personal.
¿Qué se puede hacer con semejante equipo?
Nada. Aguardar que acabe su tiempo legal. Algunos negocios habrá hecho pero, ¿acciones contundentes contra la corrupción? Pues juzguen ustedes su papel, como de inspector municipal que pasa a los negocios por su chivo cada ocho días.
Y así como llegó… circunstancialmente, así se ha de ir… sin pena ni gloria.
Crispín Corona es otro caso.
Se adecuó al orticismo y le fue servilmente útil. Hoy lo hace con Mariano. Defiende su empleo y parece que lo va a terminar… también sin pena ni gloria.
¿Por qué el acotamiento?
1.- Primero porque antes de aplicar correctivos de fondo hay que pensar en las cuentas infumables del ejecutivo. Eso los desconcentra, pues se trata de negocios acompañados de una cascada de cochupos para defender su acción saqueadora que se ha encargado del desmantelamiento.
2.- Hay que disponer de nombres que generen escándalo (Pedro, Orlando, Blanca, Carlos) para tapar otros, con la consigna superior de conservar en una olla tapada para que no salga la pestilencia (Ubaldo, Roberto, Hugo, Tomás, Licha).
3.- El premio a aguantar vara, es contar con centavitos para ampliar las posibilidades de seguirle a sus carreras políticas.
Trámite, no multa (ajá)
Hay que ver la seguridad del consejero jurídico… frío, inalterable y hasta gracioso.
¿Cuál multa?… los 1.1 millones de pesos son parte de los trámites para seguir con la edificación de Ciudad Judicial; además, son conmutables.
¿En qué momento son conmutables?
Una versión menos laberintosa nos dice que con dicho pago las instancias federales dieron una tregua al gobierno de Tlaxcala, exclusivamente para reparar el daño a las hectáreas boscosas donde arbitrariamente quisieron cambiar la vocación de la tierra.
¿La edificiación sigue?… eso hay que verlo, porque en la Profepa hasta donde sabemos no hay indicaciones contrarias a la clausura.
No hay que ser tan complicados. Acabó la etapa de Tlaxcala y sus logros o fracasos partiendo del ánimo avasallante de su gobernador.
Si Tlaxcala merece una sanción, se la aplican. He ahí la obra cumbre del hacendado, tirada y llena de lodo. Pero sus consejeros, listos para repartir culpas, jamás van a reconocer el asqueroso trasfondo en la ubicación de una obra tan importante.
El negocio especulativo.
Qué básico resultó el del mal genio para los negocios.
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