Antes fue admirada por su incansable defensa de sectores vulnerables, pero se hastió de esa misión, hizo fichas a sus familiares, y los movió a placer… ¡en mayo es la boda!
Cómo no van a doler los giros de ciento ochenta grados en el comportamiento de las personas, si nos habían acostumbrado, por ejemplo a la defensa de los derechos de mujeres y hombres con alguna discapacidad.
Nuestra más sincera solidaridad a este grupo vulnerable.
Por eso, cuando la ex directora de un diario, después activista y hoy, en una rara y obsesiva cumbre que la ha llevado a trastocar principios y, por ejemplo, a emplear en su formidable casa de Huamantla a no menos de cuatro burócratas del organismo a su cargo, uno no puede más que lamentar el mal uso de los recursos públicos, sobre todo al estar destinados estos, al financiamiento de una causa justa como es la atención a dicho sector de Tlaxcala.
Si en cualquier dependencia del gobierno los actos corruptos son castigados hasta con saña –Misael Palafox, de Sefoa por ejemplo- no veo de dónde personajes como la ex activista por los derechos de las personas con discapacidad, se anime a hacer de ello un negocio, yo diría un asqueroso negocio.
Será que cuenta con el concurso de aquellos dedicados a sancionar a los subordinados del ejecutivo. Que animada por esa impunidad hoy se dé el lujo de adquirir mobiliario –como una cocina integral- con un precio semejante al de una vivienda de interés social.
La ciegan los preparativos del matrimonio arreglado que ha dejado tras de sí una estela de atropellos.
Primero, un divorcio, una nueva separación fast-track que ha confirmado una velocidad vertiginosa en el ámbito judicial, cuando de por medio hay un interés extraordinario, mejor dicho perverso, porque nos han informado que tras este desplante habría la intención de reír por el desamparo en que quedará una familia, cuyos miembros… hoy muy vulnerables, han tenido que ceder la paternidad que algún día los guió, al casamiento ese por conveniencia, que revive escenas de una despreciable corte, barrigona de tanto medrar no nada más con los dineros públicos, sino con el dolor de quienes testigos mudos, ven el surgimiento de una familia… bien.
¿Una familia bien?, ¿una familia de bien?, ¿o una familia de bienes?
Lamento la pérdida de rumbo de quien en su momento fue una ejemplar tlaxcalteca. Que había conservado con dignidad el apellido de su familia, hasta ser deslumbrada por la posibilidad de dejar una vida sencilla, y dar la bienvenida a la opulencia… ¿por qué si alguna vez en su familia hubo dinero y poder, no han de retornar, si hoy cuenta con la ayuda de un consuegro dispuesto a cubrir sus iracundos ojos, para dejar a la comadrita, verdad, hacer y deshacer a su gusto?
Curiosa, verdad… y también dolorosa, esta opacidad en el comportamiento de la que fuera una inquieta y admirada periodista-activista, y hoy –creo que la boda es en mayo- a punto de hacerse la suegra del sexenio.
Qué vergonzoso.
La efímera felicidad de los nuevos funcionarios
Hay modo de descansar de la familia. De despreciar a la cónyuge como no se hizo antes, cuando no corría el dinero para viáticos como hoy en la Caiptlax.
¿De qué sirve ser un destacado comisionado si se ha de sacrificar lo más valioso que se había conseguido?
Así se las gastan los nuevos protagonistas de estas novelas baratas.
Como el amigo ese del más poderoso del ranchito, que se llama igual al futbolista este con apellido de cera apócrifa, capaz de mandar a la esposa a rehabilitarse físicamente, y no por el cansancio que les haya ocasionado una caminata familiar, sino por la golpiza, qué caray, ni modo que no pueda, teniendo el apoyo de misóginos de talla grande, por cierto, también emocionados porque la hijita anda arreglando eso de su bodorrio…
Pero algún día van a despertar de esta… ¿ilusión?
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