Hoy se añade el mesianismo al hundimiento del estado. El desempleo a su máximo, las empresas como Nestlé se van temiendo por la vida de su gente, y ¿el Congreso?, pues, planeando a detalle la noche mexicana del 15 de septiembre…
Propalemos las cosas buenas. El reparto de conejos, de guajolotes, la siembra de zetas y aromáticos en macetas… hagámoslo porque eso es parte de la enseñanza de un jurásico mesiánico que nos muestra cómo pescar… no nos da el pescado.
En eso de la propalación de las bondades no cabe hablar de la inseguridad, de los grupos del crimen organizado que extorsionan a familias y empresarios, de la asquerosa corrupción en obra pública, en salud, de los fraudes electorales que al día de hoy exhiben los monólogos de Pedro Molina, como sentencias sostenidas por alfileres (lo hace el TEPJF).
De esto no hablemos. Mejor hagámoslo de la histórica inversión hecha por esta administración bajo el siguiente monto de abundancia: «González Zarur recordó que en la primera etapa del programa de «Agricultura urbana», el Estado destinó un millón de pesos para apoyar a 227 familias de 16 municipios».
Esto es lo bueno de Tlaxcala: guajolotes en lugar de empleo, conejos en lugar de un Estado que garantice la integridad de los ciudadanos y sus bienes, pero, seamos más específicos porque todo está cuantificado: «Los grupos realizaron 191 camas biointensivas, dos cisternas de ferrocemento, 17 módulos de cultivo en maceta, seis de producción de hongo seta, siete de lombricomposta y cuatro de plantas aromáticas y medicinales».
¿Eso es enseñar a la gente a pescar?
Eso es un nivel ofensivo de cinismo. Para evitar las críticas, primero me pitorreo de la gente, me burlo de su hambre, de su necesidad y de su miedo. Y luego corono estas abyecciones con una cita bíblica…
Otras entidades federativas figuran en el plano internacional. Captan inversiones multimillonarias, están a la cabeza en el tema de la tecnología.
Nosotros repartimos guajolotes y conejos.
Y emplazamos a la gente de a pie a difundirlo entre sus parientes y amigos porque ya estamos cansados de se nos critique por no hacer las cosas.
¿A qué niveles de indignidad tenemos que descender para no advertir este tipo de aseveraciones como un eficiente vomitivo?
Un nivel así de simulación no es buen augurio.
Las empresas se van. El nivel de vida en el suelo. Y la extorsión en su apogeo.
La DEA nos coloca entre las zonas bajo el yugo de los zetas. Y a nosotros nos llega el mesianimo.
¡Por favor!
Aquí necesitamos, más que Michoacán, un pacto con la brújula del gobierno federal, porque nuestra situación es peor.
Allá, a los ojos de todos el estado se hundía en el caos.
Aquí, el estado ya se hundió, pero tenemos un mesías con tal habilidad para ver lo bueno en la miseria y para vendernos esa idea que, no advertimos la profundidad de nuestro mal.
Y no es culpa del PRI. Al contrario, este ha sido recurrentemente saqueado. Sus militantes, esquilmados, engañados y pasados por un proceso escatofílico donde cualquier queja suya se revierte.
Los demás partidos han fallado.
Padecemos la existencia de un Congreso timorato y con la mano extendida. Dispuesto a lamer el pie de su patrocinador que a unos, los ha enriquecido hasta hacerlos indignos representantes populares.
No todos son así. Pero qué pueden hacer ante una abrumadora pachanga que por ejemplo hoy 23 de agosto, se halla más preocupada por asegurar su presencia en los festejos del quince de septiembre y en la etílica noche mexicana en la sede del Poder Legislativo.
Los dejo.
Tengo que ir a recibir mis dos guajolotes y mi kilo de lombrices.
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