Son impresionantes las cifras alcanzadas por el orticismo en esta que resultó una prueba clave para incrustarse en el ánimo de Calderón.

A final de cuentas, Tlaxcala, gobernado por un ex priísta, mal visto por varios del círculo cercano al presidente Calderón, tuvo que reconocer en Héctor Ortiz, al único capaz de conseguir un bastión albiazul; al contrario de lo que ocurrió con Germán Martínez, cuyo fracaso lo llevó a hundir a su partido a niveles impensables, ninguna gubernatura y el reposicionamiento del PRI gracias al rechazó al PAN.

El Presidente, en consecuencia va a tener que negociar con el PRI para poder gobernar al país, aunque un estado, un pequeño estado como Tlaxcala, le envió a tres incondicionales vía mayoría relativa: Julián Velázquez, Perla López Loyo y Oralia López Hernández.

Y por cierto que ese resultado favorable en la urna también le mereció a Velásquez las llamadas de los ex gobernadores Beatriz Paredes Rangel, Alfonso Sánchez Anaya y José Antonio Álvarez Lima. Yo creo que esas llamadas tienen un significado especial.

De Beatriz resultó conmovedor porque superó la derrota de su alumna Blanca Águila en el tercer distrito como un pequeño lunar en el promisorio escenario que hoy pone a su partido en el liderato de la nueva legislatura.

De Alfonso Sánchez Anaya, muy especial, porque ahora se perfila como aliado de la senadora Minerva Hernández Ramos, luego que su esposa la ex senadora Maricarmen Ramírez García, tuvo un digno papel tras una de las campañas de mayor esfuerzo pero incapaz de sobreponerse a los embates del orticismo desbordado.

De José Antonio Álvarez Lima, porque se trata de un personaje libre pensante, cuyas opiniones pesan por maduras y bien planteadas en el escenario que al término de su administración dio a Tlaxcala el nuevo perfil democrático que habrá de culminar con el arribo de las nuevas generaciones de políticos para que se considere culminado un consistente cambio al cual se resiste el dinosaurio que en palabras de JAAL hace años había aprendido a cruzar el río. Pero ya no porque los años lo hunden.

Pues a partir de hoy, inicia el proceso de sucesión en el gobierno estatal.

Héctor Ortiz podrá sentirse satisfecho de haber conseguido resultados inmejorables y afianzar el control de aquel proceso que acabará en noviembre de 2010, cuando sepa a quien va a entregar la batuta de un gobierno en el que se crearon nuevos estilos de mantener el control cada minuto en cada palmo, tal vez como garantía de que un intenso cambio, de fondo, se avecina.