Tendríamos un estado transparente… íbamos a tratar de combatir corrupción, chantaje, lastre y colusión… la conjugación de verbos que avizoran dejar botado el proyecto de gobierno.


Aunque declinó abordar el tema de la inseguridad, no obstante la focalización en la zona Chiautempan-Tlaxcala, de un ambiente de crispación debido a robos violentos a familias en sus casas, el gobernador Mariano González Zarur, se refirió al tema de la corrupción.

«Me comprometí a que el gobierno del Estado tendría transparencia y que íbamos a tratar de combatir la corrupción, el chantaje, el lastre y la colusión», dijo ante un grupo de reporteros, tras participar en la ceremonia a los Niños Héroes.

Ese pospretérito en el tema de la transparencia (mi gobierno tendría) nos deja tan frustrados, como la posterior oferta expresada con un: «íbamos a tratar de combatir corrupción, chantaje, lastre y la colusión».

Mejor sería decir: «iniciamos un combate sin tregua contra la corrupción», a «íbamos a tratar de…»

Y en esa conjugación de verbo (íbamos) deben hallarse instancias como la encargada de la obra pública que, a decir de presidentes municipales, sus tesoreros y directores de desarrollo urbano: infla presupuestos y ejecuta con ínfima calidad, aunque cobre muy puntual.

Eso de, «íbamos», seguro va también a personajes como Victorino Vergara, del Cecyte, con quien ha sido bastante cruel el legislador panista, Justo Lozano Tovar, asignándole propiedades de roedor, tras la comparecencia del primero en el Congreso del Estado, donde le fue imposible aclarar el caos financiero en que devino la contabilidad de esa institución capacitadora de jóvenes, para sumarlos a la fuerza laboral de la entidad.

¿Acaso corrupción no es distraer las actividades del personal de la Secretaría de Gobierno para darles chamba de promotores del voto, o de la secretaria de Desarrollo Económico, haciendo gastos escandalosos para sufragar viajes de placer a Europa y Asia, sin que hasta este momento hayamos visto un euro o un yen invertidos en Tlaxcala?

Combatir el chantaje, el lastre y la colusión, poniendo al gobierno como víctima es un exceso de Mariano en contra del tejido social, cuyo concepto respecto a su autoridad devalúa en la medida en que arbitrariamente se le coloca en el lugar de los culpables y, hasta se le incita a la faena como respuesta a una animada pero inexistente autoridad cuando se trata de manifestarse como la robusta expresión del Estado, atenta a salvaguardar integridad y bienes del pueblo.

Corrupción es esa falla de origen en la autoridad. Es el desánimo popular por ver como otros estados crecen mientras nosotros nos limitamos a vivir dentro del interminable esquema de los litigios entre grupos políticos, cuando la demanda de creación de empleos y de mejores servicios, no sólo rabasaron al gobierno, sino que zanjaron un trecho irreversible.

González Zarur debería plantearse un nuevo pacto con un pueblo harto de la frivolidad de servidores públicos tolerados en todos los ámbitos, pese a las contradictorias declaraciones de intolerancia en los trillados temas que al día de hoy abonan en el descrédito de un mando cansado, al grado que él mismo propondría fríamente una especie de cuenta regresiva del título de mandatario pues, una vez logrado ha dejado de ser la causa de su existencia.

Quien mira estadísticamente el letargo de este sexenio acaba por concluir que la actuación somnolente ve, en el corto plazo la oportunidad de dejar botado el proyecto, para incluirse en actividades menos complejas y de una mayor satisfacción personal.

Gobernar un estado en el cual se ha dejado correr el atraso como actualmente ocurre, demanda un cambio urgente de rumbo que, según juzgamos la misma persona es incapaz de conseguir.

Y en los afanes por librar de esta cuesta abajo a la entidad, los altos mandos priístas han puesto los ojos en un inevitable relevo, pasado o pasada por el filtro que en primera instancia le prohíba expresiones como esta de: «íbamos a tratar», síntoma de la derrota de un político muy singular, cuyas ganas de ser incluido en el próximo gabinete de Peña Nieto -tal vez como Secretario de Hacienda, cómo no- insisten en esa gana frívola como principio de una actuación, hasta hoy con resultados nefastos.

De la secretaría general del PRI, al cuartel general de Peña Nieto. Y de este sitio, donde la frialdad de Luis Videgaray es el cristal a través del cual se mira el papel demoledor, no demora, más allá de inicios del próximo año, en que se cimbre la estructura del grupo empoderado en Tlaxcala.

El relevo es impostergable.

Pero enterarse que la iniciativa parte del mismo protagonista, es noticia que a cualquiera obliga a la reflexión.

La pregunta obligada es, ¿y cómo le hará el o la nueva, ante esta avalancha de fracasos?

¿Intimidación?

A quien esto escribe lo han tratado de intimidar, allanando nuestra casa con propósitos saqueadores que, en realidad persiguen la distracción.

Sepan que sus perversidades no nos arredran. Pese al daño patrimonial con el cual nos quieren castigar, hay un interés legítimo que se sustenta en nuestra oferta de trabajo periodístico, al que no vamos a fallar.