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Es el doble lenguaje que a dos años se convirtió en un constante agravio social.
Hay hechos en los que el Instituto Federal Electoral (IFE) y la carabina de Ambrosio, son lo mismo. Como las antiestéticas manchigrecas, un estilo muy personal y bizarro de delimitar el territorio a costa del malestar colectivo.
Miles de spots radiofónicos y televisivos bombardearon al electorado respecto a la imparcialidad de estos nuevos tiempos, en los cuales los fraudes con el voto popular son imposibles de cometer.
Y de qué ha servido esa campaña persuasiva si el ejecutivo de Tlaxcala pasó por el arco del triunfo la indicación de borrar dichas pintas. Sólo a los ojos de quienes conforman ese poder no existe en la greca los colores del emblema del PRI y el infaltable protagonismo del gobernador.
Un mandatario que viaja constantemente al extranjero y habla de la recomposición del tejido social no debería satisfacer su ego plasmando en edificios públicos sus iniciales y, luego enviar a un funcionario menor –Homero Barocio, del Itife- a contarnos leyendas chinas respecto a la manchigreca.
“Salió de un libro muy interesante con temas arqueológicos”. A ver, que nos den el título, la página y una explicación convincente que nos borre de la cabeza que se trata de un acto de propaganda electoral.
La gente, como no hay registro, es altamente sensible a este tipo de acciones. Las reprueba de antemano y por más ingenuidad que se quiera ver en sus actos, a la hora de votar viene el reproche.
La autoridad no puede ver la cara de tonto al pueblo. Hay la evidencia que así lo ha decidido quien gobierna Tlaxcala. Su desafío a un reproche colectivo podría llevarlo a un amargo desengaño.
Se trata de un hábito arraigado.
Recuerdo el discurso de toma de posesión. Ningún familiar ocuparía cargos en su administración.
Hace unos días documentamos el tremendo bono cobrado en la USET por una de las hermanas del mandatario.
Sin medir consecuencia, al hijo lo promovió como potencial candidato y, ante el rechazo en su mismo partido, lo convirtió en coordinador general del candidato a la Presidencia.
Otros actos encarnan el doble lenguaje.
Y el pueblo ya no se deja tomar el pelo.
Cada acción permanece en el subconsciente colectivo.
Esos engaños se llevan a todos los terrenos. Los viajes al extranjero nos pintan una promoción internacional para captar inversiones y crear fuentes de empleo.
A dos años de administración no se ha dado a conocer una sola inversión.
Acaso son viajes de placer al Japón, a los Estados Unidos, a Alemania.
El pueblo no merece semejante engaño.
Del propio palacio han salido versiones que desenmascaran la recompensa a ciertos empresarios para que declaren tener agendados importante proyectos de inversión.
Esos proyectos no se han hecho realidad, pero la chequera de Tlaxcala sí fue afectada… “te doy tanto si dices que vas a invertir”.
En cambio, se han perdido inversiones que existían, como el proyecto Dual, a través del cual llegaba dinero del gobierno alemán para impulsar la preparación de los futuros ingenieros, llevándolos a las naves industriales a completar sus conocimientos.
Grotescas descortesías de la titular de Sedeco, acabaron por irritar al personal de la embajada alemana. Y las inversiones que teníamos en Tlaxcala se fueron al Estado de México.
El reciente viaje a Alemania trató de recuperarlas. Nada consiguieron.
La veda electoral
Recomiendan aprovechar los días de hoy al domingo, como período de reflexión respecto al voto que se habrá de emitir.
Yo creo que este tiempo lo debería utilizar el ejecutivo tlaxcalteca para analizar las consecuencias del doble lenguaje, ya sea ordenado por él o debido a la iniciativa de ciertos colaboradores suyos, quienes actuarían en abierto perjuicio de la administración.
Creo que el caso más reciente corresponde al hoy ex consejero jurídico, cuyos desplantes a nombre del gobierno costaron bien caro al gobierno de Mariano.
Se deshicieron de él, pero dejó una cauda de fracasos legales cuya explicación solo puede ser una: obraba de ida y vuelta para obtener un beneficio personal.
Por eso los litigios no avanzaban.
Nos dicen que en la Función Pública se da un caso similar. Habría una especie de venta de protección entre los mismos funcionarios para no iniciarles procedimientos administrativos, a cambio de diversas cuotas.
De ser cierto, el enemigo se reproduce en casa.
Hablamos de un gobierno enfermo a cuyos intentos de alivio no se presta atención. En consecuencia hay un constante agravio a una sociedad que esperaba cosas distintas del proyecto impulsado en las urnas.
Hoy, para desgracia nuestra, vemos ese lenguaje desafiante. Ninguna de las sesenta y siete fachadas de planteles educativos fue repintada para quitar la moleta manchigreca.
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