Es fuerte el rumor de que el consjero jurídico Marco Antonio Díaz Díaz fue removido de su cargo tras los fracasos legales del gobierno de mariano González.
Hay en cierto tipo de empresarios la costumbre de mantener de planta a un trabajador de la construcción, para edificar bajo una operación hormiga… poco a poco y sin hacer fuertes gastos.
Sin un proyecto de por medio y basados en el estado del animoso patrón nos topamos con remodelaciones pésimas, drenajes que no fluyen, cuartitos obscuros y malolientes y además, el riesgo de venirse abajo en cualquier momento.
Cuando el marianismo contrató al abogado que ha perdido todo caso, lo hizo pensando en el fabuloso ahorro que le representa dar poder a un sujeto que nació con mala estrella (mala y chiquita). Y como no iba a invertir grandes sumas, pues qué caray, echando a perder se aprende…
Ese abogado ha roto registros (de fracasos). Pero su patrón no puede culparlo porque siempre actuó pensando en don Mariano como la única instancia. Él era la ley. Despúes de él nada hay.
Al toparse con tribunales de verdad, aquellos diálogos de sordos demostraron su inutilidad. Uno a uno, el gobierno fue perdiendo los casos, iniciados a veces hasta con criterios violentos.
Es el caso del Tribunal Laboral, a cuyas instalaciones un día llegó una bola de tiras, ¡con la instrucción precisa de clausurar el changarro!
No se trataba de un estanquillo con venta de licuados, o de un puesto de memelas. Era el edificio que albergaba a una institución donde se ventilaban localmente asuntos de carácter obrero-patronal.
Pero el presidente de ese tribunal, Silvano Báez, era un orticista a quien por serlo se le debía condenar al desplazamiento alegando ilegalidad en su protesta.
La institución quedó paralizada.
Y Tlaxcala sentó el precedente de utilizar a la policía preventiva para clausurar un tribunal. Difícil de entender la acción y la motivación de la misma… bueno, no tanto porque el tlatoani sencillamente no podía aceptar a alguien puesto por su antecesor, aun se tratara de un proceso dentro de la legalidad.
El amparo
Silvano solicitó la protección de la Justicia Federal. Demoró pero al fin se la otorgaron.
En el inter, el marianismo nombró a otro presidente del Tribunal Laboral: Felipe Badillo Santiesteban.
Aprovechando la sumisión del Legislativo –ya sabe, por cuestiones de pecunio y golpes en la mesa- este Poder convocó a una representación de diputados para tomar la protesta a don Felipe, quien a partir de entonces tomaba las riendas del negocio, digo del tribunal.
El maistro de la obra (legal) lo mismo echaba cal y arena en proporciones arbitrarias que hundía la cabeza en el suelo, para olvidar que un muerto de nombre Silvano, iba a revivir en cualquier momento.
Mas su obligación de “maistro”, era ensanchar los límites de la Gran Instancia, o sea de su patrón. ¿por qué?, pues porque así lo quería oír el que quincenalmente firmaba sus cheques.
Pasaron por alto que en un futuro, el Legislativo sería responsable de tomar la protesta a un funcionario, a sabiendas que el original se liaba con cerros de asuntos.
Pero la fecha llegó.
Y hoy, en el transcurso del día la Legislatura deber tomar la protesta a Silvano. De no hacerlo caerá en desacato.
Pero, ¿qué va a hacer con Felipe?; las candidaturas ya se dieron. Las notarías a penas están en proceso de cancelación, tomando rumbo a un nuevo amparo, el enésimo perdido.
Entonces, ¿qué ofrece el marianismo a un abogado que hoy va a tener que devolver el balón porque no hubo más condiciones para seguir jugando?
Aun peor. Cómo van los diputados a justificar la existencia de dos presidentes del tribunal.
La Legislatura no es el aula universitaria donde solía aparecer la lealtad entre compañeros cuando algún profe pretendía ensañarse con algún vivales.
Tiene una serie de facultades y obligaciones constitucionales que, con su comportamiento las ha devaluado.
Tiene aportaciones del Ejecutivo, “para obra pública”, de tal forma que los legisladores, obligados por la ley a perfeccionar el marco legal y velar por su aplicación, cambiaron su papel por el de contratistas de la miseria en aras de conservar una estúpida popularidad.
Y no hubo uno solo que rechazara la feria del ejecutivo.
Nosotros, instalados en alguna de las mullidas butacas del salón de plenos, aguardamos el momento en el cual los legisladores convocados a una sesión extraordinaria con el único fin de tomar la protesta a Báez, reconocerán ante el formidable Lábaro Patrio que corona a esta Casa del Pueblo, que nos han fallado, y también le fallaron a Badillo Santiesteban, y a su mecenas el gobernador.
O sea, con todos quedaron mal.
Ser legislador sería tan fácil… pero cumpliendo con la ley.
Y así se cierra este capítulo, el primero de los atropellos con los cuales arrancó el marianismo.
Vale asentar que este medio digital ha dato cobertura a cada uno de los asuntos que a varios los hacen como que las Virgen los llama, pero al darse resultados como el de hoy, se adjudican informaciones, sin duda, tomadas de nuestros contenidos, y ni siquiera nos atribuyen la fuente.
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