Nadie iba a exponer al doctor Leopoldo Zárate a cualquier tipo de comparecencia… y es que a veces era medio cuatrero…

Pocos se habían puesto a pensar en que los afectos del gobernador Héctor Ortiz, se verían tan afectados para tomar la decisión respecto a quién ha de ser el más indicado para llenar el hueco que dejó el doctor Polo Zárate Aguilar, un día en que recibió la instrucción y, tan obediente y cándido que es, la acató, aunque en ello le fue el final de su carrera porque las cosas no se hacen de una manera tan pero tan alejada de la ley.

Se trataba, nos dicen, de no exponer al hoy ex procurador, a cualquier tipo de comparecencia pues, tal vez por su extremo nivel académico, a veces era medio cuatrero. Digo, eso no es malo, a todos los grandes les llega a pasar. Claro, no con tanta frecuencia pero. Pero aquí lo bueno es que dicho personaje ya regresó a las aulas a seguir poseyendo las mismas ventajas de los sabios sobre los ignorantes que los vivos sobre los muertos.*

Más de una vez recuerdo rostros de frustración en connotados funcionarios de la PGJET quienes equivocadamente pensaban que la circunstancia les facultaba para pensar con un poco más de claridad de lo que atinaba a hacer el agradable doctor don Polo. A lo mejor por dicha causa a esos inquietos subordinados, el hoy ex procurador les aplicaba la siguiente reflexión aristotélica: Así como los ojos de los murciélagos se ofuscan a la luz del día, de la misma manera a la inteligencia de nuestra alma la ofuscan las cosas evidentes.

Como puede usted darse cuenta hoy estamos muy motivados por el inminente movimiento que ha de darse en la Procu y porque esos afectos a los que nos referíamos al inicio de este texto se hallan en un terrible dilema y seguramente han de llevar al ciudadano mandamás a recurrir a la filosofía de Aristóteles, por cierto, evocada a cada momento por Don Polo.

En los afectos del ciudadano, Joaquín Arturo Rojas Díaz y Raulito Cuevas Sánchez, se hallan dentro del esquema siguiente: La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto.

Pido que no se vaya a entender que ambos sean malos, pero a lo mejor entre ellos dos puede surgir algo menos malo, así como lo plantea el sabio en esta que es una de sus más respetadas aportaciones al lado pensante del ser humano.

Lo que no entiendo es por qué tardar tanto en una decisión tan delicada para el Estado. Se trata del abogado del mismo, aquél que ha de cuidar que los negocios del gobierno jamás se vean trastocados por el furtivo actuar de los tunantes que no escasean para desgracia nuestra. En este contexto a Ortiz sólo le queda aplicar lo siguiente: El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice.

Muy bien, estoy de acuerdo pero que no se la aplique tan de a de veras porque ya nos tiene muy inquietos. Digo si así está de misterioso con la terna del procu, qué les depara a los inquietos grillos de la talla de Enrique Padilla o de Rubén Flores Leal, con sus húmedos sueños de poder. Qué será del temperamento de los que se sienten con el derecho de inscribir su nombre en los anales del estado como aquellos capaces de la enmienda –a la que ya nos cansamos de esperar y esperar.

Y como a esa inquieta turba le conviene estar quieta, ahí les va a manera de conclusión una más de las frases aristotélicas para que se les vaya el sueño y dejen de estarnos molestando con sus tremendas ganas de figurar: Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo.