Peña Nieto se dio cuenta a cuarenta días de la elección que el PRI no puede desafiar a los miles de jóvenes que lo repudian, de ello surge su decálogo de libertades. ¿Podría Mariano adoptarlo?
El estado de shock que a Televisa y a Enrique Peña Nieto, causaron las históricas manifestaciones de jóvenes hartos de ambos, y decididos a dar una batalla sin tregua a través de las redes sociales, llevó a la empresa de Azcárraga y al candidato presidencial del PRI a mostrar la volatilidad de sus planes perversos.
La televisora viene apostando a Peña desde que este era gobernador del Estado de México. Vio en él, el mecanismo de acceso al poder, e imaginó un país conforme con la mierda de su programación, consumista, enfermizo, afecto a la feria de condones de sabores mas profundamente católico a la hora de recibir a Benedicto XVI.
La escasez en Peña es desbordante, pero su imagen es agradable. Nada mejor para Azcárraga, a quien el de Atlacomulco debería el favor de su existencia y hasta la popular pareja facilitada para matrimoniarlo.
Cuales miembros del crimen organizado, otras empresas periodísticas hicieron el juego a Televisa, y de exitosos informadores pasaron a precursores de la espantosa combinación: mediocracia-plutocracia.
Tan satisfechos como ciegos, con el candidato de los 48 puntos en promedio en las encuestas, descuidaron un sector vital: los jóvenes, cuyo antipriísmo a flor de piel sólo fue superado por lo vomitivo que les resulta Televisa y el producto chatarra llamado así por el candidato de la Izquierda, Andrés Manuel López Obrador.
La primera muestra de repudio se dio en la Universidad Iberoamericana. A la profundidad jesuita inculcada en sus alumnos no convenció el verbo de Peña. Lo echaron de su campus y le demostraron su fragilidad ante esta revolución ideológica, enemiga de las telenovelas baratas y los mesías hediondos, como Laura de América, que contratan a buenos y a malos para convidar a millones el morbo que les corroe.
Las marchas se multiplicaron. Traspasaron fronteras y motivaron a Peña a proponer, a estas alturas de la campaña un decálogo de libertades que ha caído como balde de agua fría a los vejestorios en el poder que apenas comenzaron a abrir espacios a las nuevas generaciones mediante el llamado entreveramiento generacional, o sea, los rucos del PRI necesitan a alguien que les haga la chamba.
Pero es la única alternativa para no despertar los tiempos de la desaparición de estudiantes para acallar sus voces. Hoy, una actitud parecida acabaría con medio país.
Televisa, por su parte, dobló las rodillas ante los miles de voces, una de cuyas frases de batalla es: “¿no me quieres ver (Televisa)… estamos a mano?”.
Y en un tiempo bien corto, cambió su profundo peñismo por una bestial objetividad.
Anoche, como no pasó en meses, los integrantes de Tercer Grado, de Televisa, formularon a bocajarro a Peña Nieto las preguntas más puntillosas.
El del copete se defendió hasta donde su desprovisto arsenal se lo permitió. Negó que Salinas sea su patrocinador, que Montiel sea su padrino, que Elba Esther vaya a ser su secretaria de Educación.
Apostó por la Presidencia en un contexto democrático como nunca ha ocurrido en la historia del PRI.
¿Y por qué esperó a las manifestaciones?
A poco más de cuarenta días de la elección, Peña Nieto se dio cuenta que debe haber un respeto absoluto a la libertad de expresión, de manifestación, de información.
¿Y su partido cómo lo tomó?
Hay el inminente riesgo de ruptura entre el tricolor abuelo, loco por regresar al poder para no dejarlo ir nunca; y el tricolor que se acaba de dar cuenta del necesario aire democrático para poder asumir el poder ante un país convulso, a causa por cierto, de permanente provocación a la inteligencia de quienes tienen las redes y las calles, aunque carezcan de la televisión.
Traer a Tlaxcala el decálogo de Peña
Cuando Peña Nieto se refirió al nuevo PRI, pudo mencionar cinco gubernaturas: Chihuahua, Veracruz, Quintana Roo, Estado de México y una más que, por cierto no fue Tlaxcala.
No es exagerado colocar a nuestra pequeña entidad como una plaza ejemplar…
Sí, para no caer en alguna de las tantas muestras de desprecio al manifiesto este que le platico.
Entre otras: la falta de transparencia, la falta de respeto a los medios, al derecho de manifestación, los crueles recortes de personal, los viajes de placer al extranjero pagados con dinero público, el regalo de millones a los cuates pero la quiebra de Pensiones Civiles porque dar dinero a los jubilados y pensionados es tirarlo al caño.
Las diferencias de fondo
El manifiesto de Peña tiene al viejo PRI como destinatario, según lo aceptó el candidato tricolor la noche de este miércoles.
Por tanto, nuestro mandatario, instalado en el siglo pasado (en los setenta para ser precisos) no tiene más elección que memorizar los diez puntos del Peñamanual y comenzar a aplicarlo, si es que va en serio aquello de conseguir 250 votos para el sobrino de Arturo Montiel.
Donde no hallo una sola nota de congruencia, es en la ruptura del mandatario local con el PRI nacional, desplegado a través de Carlos Rojas, en un esquema de: “yo te puse, yo te quito…”
Peña habla del entreveramiento generacional.
González Zarur sólo conoce y acepta a su persona como centro del universo y del debate.
Esa es la pequeña diferencia de fondo entre el PRI que se esfuerza por no perder los buenos puntos ganados y el PRI considerado como un gasto improductivo.
¿Entre romper definitivamente con el partido que lo hizo gobernador y adoptar al manual de Peña, cual cree usted que sea la elección de Mariano?
Yo también.
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