Mariano ha preferido echar a Carlos Rojas, y con el a un priísmo que lo arropó, con tal de mantener a Mario Armando Mendoza en el mando.

Prescindir de un asesor de la talla de Carlos Rojas Gutiérrez, no es asunto simple. Presagia tempestades dentro de un natural efecto dominó.

Sería el propio Rojas, el del consejo de arropar a por lo menos cuatro ex líderes nacionales del PRI con presuntas dietas mensuales por ahí de los 150 mil varos. A cambio, existiría el vínculo con los despachos de Genaro Borrego (claro, uno de los ex líderes en nómina) y de Mariano Palacios Alcocer (pues al parecer, otro).

El hoy innombrable Humberto Moreira, tendría también una actuación memorable en la tolerancia del tricolor a los arranques del temperamental mandatario, además de ser otro de sus grandes promotores. Al número cuatro lo dejamos para una próxima entrega.

Así que retirar la canasta a semejantes colosos del priísmo no es buen presagio respecto a la dependencia casi absoluta del singular gobernante a la solidaria tolerancia de quienes hasta hoy a cambio de una lana, muy buena por cierto, no han movido un dedo para cobrar los desplantes aquellos de arrogancia y autosuficiencia materializados en la inmortal frase: “nada le debo al PRI”.

O sea, esa especie de concejo de ancianos ha cumplido con su papel protector de quien a lo más que puede aspirar es a no hacer olas en el partido para evitar la natural reacción de aquellos que no ven en él más que el pago puntual de un convenio para demorar su inmolación, bajo la sabia voz: el pez, por la boca muere.

Claro, contaba con el consejo de Carlitos Rojas, hasta antes del lunes negro de los acontecimientos registrados en el despacho-altar-trono del tlatoani hacendado cuya soledad de macho peligroso, hoy revela el porqué llegó al poder con más o menos treinta años de retraso.

Esa bipolaridad no es nueva.

Ya don Emilio Sánchez Piedras había sentado el precedente del sereno hombre de poder que soportó con nobleza la traición de quien nos ocupa, cuando tomó los afectos familiares dados con generosidad, los hizo una bola y los arrojó al fango.

La sapiencia de don Emilio le permitió seguir tratando en forma institucional al arrogante, pero no le volvió a abrir la puerta de su casa.

Según lo devela el tiempo, el partido al cual dice no deber nada, decidirá en lo subsecuente mantener a Mariano a sana distancia, tratando de evitar hasta donde sea posible dejarlo solo en el mar turbulento donde un político sin respaldo es presa fácil de los depredadores.

La paradoja se halla en el autoengaño. Pensar que pisoteando al PRI y a sus ex dirigentes nacionales, le va a ser posible contar con el aprecio de Peña Nieto.

Con razón este ya había expresado cautela en distintos foros, al abordar el tema del temperamental mandatario del estado más pequeño de México.

Cuando Rojas reclamó la actuación de puro mediocre sobre la valiosa asesoría que a Mariano le significaba su cercanía, en el fondo puso a salvo su prestigio e hizo lo mismo con aquellos quienes a través de su persona brindaron amistad al criador de reses bravas.

De seguro eso deseaba.

Porque, oiga usted, de qué servía ese tremendo respaldo si a don Mariano le es suficiente con el autismo de Mario Armando Mendoza y las mediocridades de quienes temen a este remedo de José Córdoba Montoya.

Era demasiada la vitamina para un organismo avejentado y enfermo, casi como caporal al cual nada más le hacen falta las botas desgastadas, el sombrero gacho y un catre para dejarse caer tras jornadas enteras de chingar a los jodidos.

De las notarías…

Papelazo el del secretario de gobierno el domingo anterior, desmintiendo el amparo otorgado a los notarios orticistas por el Tribunal Colegiado, al grado que lo dio a conocer a través de un comunicado de prensa.

Al día siguiente, su jefe revelaría en una entrevista radiofónica el enojo suyo con los deshonestos fedatarios, a quienes planteó que sus problemas no han terminado. Falta la cancelación de las patentes, y también faltaría que los afectados acudan nuevamente a la justicia federal a solicitarle que lo impida.

Qué hacer con tantas broncas

Yo creo que cada que se mete el sol a don Mariano lo asalta el fundado temor en qué bronca vendrá mañana, de las tantas iniciadas en lo que lleva como mandamás.

No crea usted que le teme al problema en sí, sino a los nuevos problemas que generará defendiendo como sabe hacerlo, no los pendientes, no los compromisos, sino el culto a sí mismo como lo más valioso que, lo puede meter en predicamentos.

A lo mejor la cascada de broncas es como un instrumento para sentirse vivo.