Ni la Padierna se libra del halo bejeranista y sus inolvidables ligas, como tampoco los pragmáticos panistas locales tienen cara para hablar de encuestas de once y doce puntos arriba; en el PRI las cosas no son mejores, a penas se reponen del tropezón de Peña en la Ibero.
Entre la presencia de Dolores Padierna (y su inevitable halo bejeranista) y las cuentas optimistas presentadas al respetable por los abanderados de Acción Nacional, no es posible establecer parámetros de seriedad, para alejar de la confusión al electorado-víctima de la frase: “yo sí soy el bueno”.
Tal vez el argumento menos inconsistente estuvo en manos de la ex perredista Minerva Hernández Ramos, hoy abanderada panista a diputada federal por el tercer distrito electoral federal: “un estudio levantado entre el 7-10 de mayo en dos mil 546 viviendas aplicado en todo el país, dice lo siguiente: el candidato del PRI 40.8%; la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, 32.4%; y el candidato del PRD 25.6%”.
Pero, ¿quien respalda a ese estudio?
A final de cuentas, es la palabra de la candidata contra la incredulidad de sus opositores.
Y señalar una ventaja panista de más o menos doce puntos sobre los más cercanos contendientes, sin la obligada presentación de la firma responsable de tal afirmación, nos devalúa como la plaza democrática que presumimos ser.
Creo que la actitud deseable en los buscadores del tesoro en la elección de julio, debería acompañarse de un mínimo de sustento: “la verdad, no sé si voy arriba o abajo, pero de que le estoy poniendo todas las ganas no lo duden”, sería un argumento medianamente creíble.
Pero afirmar: voy a ganar porque unos cuates me dijeron que saben sobre una encuesta en la que voy… como once puntos arriba, descubre el poco respeto sobre una comunidad a cuyos integrantes se les ha de tomar como seres de escasa materia gris, y créame… nada más alejado de la realidad.
Nuestra percepción es que la de julio será una elección en tercios, tan intensa como la operación de los candidatos les ha permitido reafirmar lealtades con premios en especie.
Y precisamente a partir hoy, cuando se ha dejado atrás la primera mitad del proselitismo, entrará en práctica el viejo y desgastado pero efectivo estilo de convencer a electores conscientes que ante la pobreza causada por un gobierno insensible, es esta la oportunidad de sentirse un poco dueños de la riqueza invertida en planes cortoplacistas de convencimiento.
Para desgracia de eso a lo que el gobernador Mariano González llama, “el tejido social roto”, esta es la fecha en que ninguno de los contendientes ha podido brillar gracias a un discurso congruente y a una simpatía a prueba del chantaje previo a la dación del objeto o cifra que vale el voto.
¿A quién asiste la razón? Los panistas se ubican once o doce puntos arriba, y los de una izquierda representada aunque sea por la Padierna, hacen lo propio.
Pero en el PRI las cosas no son mejores.
Vienen saliendo del tremendo susto vivido por Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana, donde una multitud de estudiantes corrió al ex gobernador del Estado de México, cuando este ofreció investigar al tristemente célebre ex presidente del tricolor, Humberto Moreira, culpable de hundir a Coahuila en el fango de la corrupción.
El otro tema al que no pudo superar tuvo que ver con Atenco y el uso de la fuerza para reprimir a los opositores de dicho proyecto.
El caso es que, dependientes del efecto Peña, los tricolores sufren un verdadero cuarteo de su endeble cimiente, el agradable copetón con quien todas sus seguidores quieren tomarse una foto pal recuerdo.
La inalcanzable distancia se acorta y tiende cuanto antes a ser de un solo dígito.
Así que, ante el eventual retorno del PRI a la Presidencia, de ninguna manera veremos diferencias abismales entre los tres.
Ante la grave caída de la engolada Josefina, quien simultáneamente sonríe con la boca, y odia con los ojos, al tiempo de hacer interminables alocuciones propias de un personaje en conflicto porque el poder le llegó sin estar en la silla, quien intente ignorar la creciente desilusión albiazul, vivirá en pecado mortal.
Lo digo porque ya sea en redes sociales o de boca en boca, hay como último aliento de crecientes grupos azules, la desesperada medida hasta de votar por AMLO, como el sacrificio necesario para impedir el regreso del PRI.
La complejidad de la elección del primero de julio potenciará el voto diferenciado.
El PRI, su voto verde y la simpatía herida de Peña, circulan en un rasposo carril de desaceleración.
Indecisos y panistas decepcionados por la seño de la ronquera exaltada y los chamorros, también, habrán de defender sus causas locales sin dejar de expresar el susto que les ocasiona atisbar al salinismo de regreso a Los Pinos.
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